Imanol Arias: "Veía muy tranquilos a los argentinos cuando la luz era prácticamente gratis, y eso era inconcebible"

A días de presentar en el Maipo "La vida a palos", el prestigioso actor español habló con Teleshow en un año particular, tras haberse casado en secreto. Además, aportó su mirada sobre el feminismo y el debate que se da en el Senado, narrando una experiencia personal: acompañó a una amiga española a Londres, para abortar

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"Me di cuenta de que no se pueden cerrar los ojos ante lo que te cambia la vida, y cuando estás en ese momento feliz, hay que comprometerse. Además tenía la sensación de que iba a decir que sí", cuenta un Imanol Arias (62) recién llegado a Buenos Aires para presentar La vida a palos sobre su casamiento con Irene Meritxell.

Este mismo estudio los recibió a ambos en septiembre del año pasado cuando estrenó Retiro voluntario. Dos meses después, tras ocho años en pareja, se casaron en secreto: "Faltaba el anillo: '¿Pa' cuándo?', como dice Jennifer López. Porque todo estaba muy bien, pero faltaba el anillo. Se lo pedí además yo", dice el actor, enamorado, quien además le recomienda al público que asista al Maipo a visitar la exposición de fotos que su mujer exhibe en el primer piso del teatro.

El protagonista de Camila pisó los escenarios teatrales porteños por última vez hace 24 años con Calígula y vuelve con La vida a palos hasta el 10 de septiembre, junto a Aitor Luna, Guadalupe Lancho y Raúl Giménez.

Imanol Arias protagoniza “La vida a palos” (Irene Meritxell)
Imanol Arias protagoniza “La vida a palos” (Irene Meritxell)

"¿Si la vida me dio muchos palos? Soy un junco delgado, no tengo un tronco grande, y seguramente pasaron por alrededor. Los juncos delgados tenemos mucha capacidad de bajar la cabeza y de volver otra vez a colocarnos. Y a lo mejor he sido tan inconsciente en algunos momentos que no los he aprendido. Pero no me siento especialmente apaleado", reconoce Imanol, quien en el transcurso de esta charla con Teleshow contará cómo superó y salió fortalecido de sus problemas con el fisco español.

Y una vez más el público argentino lo espera con los brazos abiertos. "Seguramente no paso aquí el tiempo suficiente para hacer pavadas y molestar mucho, y eso también es una ventaja. Viví unas etapas en Argentina en las que la conexión con la gente era muy inmediata", recuerda sobre su llegada al país, en noviembre de 1983, cuando se convirtió en Ladislao Gutiérrez: "Era el día 9 de diciembre, asumía el presidente (Raul) Alfonsín, nos invitó a saludarle antes de ir a rodar".

—¿Cómo fue ese encuentro?

—Yo estaba fascinado, creo que me hice radical en un sentido interno. Me pareció una persona con una calma, una elegancia, un legado, un peso encima y un saber que no se iba a poder solucionar ni limpiar todo ni siquiera en tres mandatos, aunque le tocaran tres.

—A Alfonsín se lo ha valorado más después de muerto de lo que se lo valoró durante su mandato.

—Es una cosa muy latina que deberíamos corregir.

—Veníamos de la dictadura. España también tuvo su dictadura. Y si hacemos un paralelismo entre ambos países, más allá de las crisis, España tuvo un crecimiento impresionante.

—Tuvo momentos de mayor estabilidad. Los países tienen poca capacidad de maniobra salvo en el mundo económico. El ajuste que aquí lo produce el Fondo Monetario se ha producido en Europa a través de la Comisión Europea, que en definitiva es intentar aquilatar la enorme deuda que van acumulando los países. Hay poco margen de maniobra salvo ser honestos, intentar que las desigualdades, que siempre son las claves, no sean enormes. Los sueños revolucionarios no pueden ser a corto plazo, y las revoluciones por lo tanto no pueden ser explosivas. Son de seguir con una moral que tenga el país, seguir desarrollándose.

—Estás al tanto del escándalo de corrupción que surgió a partir de los cuadernos del ex chofer Oscar Centeno. Pareciera que la realidad supera a la ficción: no sé si esta situación, llevada a una película, podría ser verosímil.

—Sí, estoy seguro que Netflix hará su documental y habrá libros sobre esto, como ha habido sobre otros casos. Las cosas se van pareciendo. Todos tenemos mucho miedo al ajuste, pero tener una deuda tan inmensa lastra mucho al país. Los ajustes tienen que ser justos. Además hay una tendencia mundial a una nueva economía, sueldos mucho más restringidos, becarios hasta los 30 años. El fondo humano, la capacidad, gente con mucha capacidad, estudios y preparación que trabaje en cosas más simples. Ese factor humano yo creo que es muy importante y ahí está la clave. En eso la vieja política en general, en todos los países, está perdiendo.

—¿No hay que tenerle tanto miedo al ajuste entonces?

—No. Hay que ser muy exigente. El ajuste exige mucha honestidad. Incluso en los errores personales. Lo digo yo, que cometí uno aunque no era consciente: hay que resolverlos inmediatamente. Antes de quejarte y de luego ver qué cosas han hecho mal: resolverlo. Porque tiene que haber una moral social. Yo lo resolví económicamente. Lo dejé todo, además, como pude. No paré.

—¿Vendiste todo?

—Sí, y luego la justicia me ha dado dos años de razón: hay dos años en que me trataron mal.

—¿Cómo es esto?

—De los cinco, hay dos que he ganado en el Supremo. Mi dinero no era dinero negro, era mi dinero. Solo que apliqué una tasa de impuestos.

“La vida a palos” se presenta en el teatro Maipo (Irene Meritxell)
“La vida a palos” se presenta en el teatro Maipo (Irene Meritxell)

—¿Lo que sucedió en tu caso tuvo que ver con un criterio de liquidación?

—Yo hice la liquidación pero que venía sumada con retrasos, multas. Todo eso se hizo mal porque hubo dos expedientes que se cerraron rápidamente y sin atender. Entonces un Tribunal Supremo ha creado jurisprudencia y ha dicho que se revisen mis casos en cuanto a las multas, no en cuanto a que hubo una legislación que se hizo retroactiva, que ya es un poco injusto: lo que ayer valía, hoy no vale.

—Pero entonces, en cuanto a las multas, ese 170% adicional que existe en España, ¿hay dos años que te van a devolver?

—Sí. Toda la multa.

—Se sumaron dos situaciones: por un lado los Papeles de Panamá, y por otro, la situación con el fisco español.

—Se mezcla todo porque todo es un batiburrillo y parece que no. Yo tenía una sociedad en Londres con la que facturaba. No he sacado el dinero de España, lo he traído de afuera. Cuando yo trabajaba afuera, aquí en Argentina o en Italia, era mucho más fácil hacer las transferencias a través de Inglaterra que andar tú con un cinturón llevando dinero, que es lo que se hace muchas veces, a tu país. Porque tienes que darlo de alta, ¿no?

—El año pasado me contaste en nuestra entrevista que vendiste todo para empezar de nuevo y que estabas más liviano: "He reseteado, estoy empezando y tengo más que nunca", decías.

—Sí, porque me quedé en paz, y porque además los errores hay que reconocerlos. Y todavía me queda un paso más, que es que decida una Corte si una vez superado eso humanamente soy malo, malote, tonto, ingenuo. A ver qué calificativo, ¿no? Siempre hay un calificativo que yo aceptaré.

—¿Y en cuál te ubicás?

—Después de haber liquidado mi deuda y de haber aceptado todo eso, el calificativo que venga no creo que sea tan grave. En este caso fue por dejación, no me enteré. Siempre he reconocido que en algún momento incluso dije: "Oye, mira, yo no quiero saber nada porque está todo bien, no quiero preocuparme de eso".

—A partir de lo sucedido, ¿eso cambió? ¿Te involucrás un poco más?

—Totalmente: me casé con un banco (señala a su mujer).

—Es Irene la que está con las planillas.

—SÍ, gestora incuestionable. Ha sido una gran suerte. Porque además lo ha hecho más rápido de lo que pensábamos y algo que no se vendía, que es muy querido para mí, se quedó.

—¿Una propiedad?

—Una propiedad que es muy querida. Y no solamente eso, sino que la tenemos alquilada todo el verano. Es un sitio maravilloso. Ahora mis asesores son tributadores de Hacienda, son inspectores.

Imanol Arias junto a Irene Meritxell (Reuters)
Imanol Arias junto a Irene Meritxell (Reuters)

—Después del terremoto, ¿inevitablemente viene un aprendizaje?

—Totalmente. Y uno lo tiene que insertar no solamente en lo personal, sino además en qué mundo vivo, cómo es mi vida y qué es mi responsabilidad. Y no ha pasado nada. Excepto que pases muy malos ratos, tienes que meditar durante un tiempo por las presiones, y porque uno no deja de impactarse: "No, no voy a leer nada", digo, y voy y leo: "Imanol Arias…". ¿Pero por qué dicen esto?

—¿La prensa fue muy cruel?

—¡Uno mismo puede ser muy cruel! Porque puedes leer una cosa pero a veces terminas leyendo 30. Hay un día en que te levantas con aires justicieros, lees comentarios y todo, y ya te vuelves a meter en la cama diciendo: "No merece la pena". Tampoco estoy aquí para gustar a todo el mundo.

—¿Cómo nos estás viendo a los argentinos?

—Eso que llaman la grieta, yo lo noto mucho. En Europa se produce la grieta porque los gobiernos más modernos son demasiado conservadores. Ahí la modernidad, (el presidente de Francia, Emmanuel) Macron, la transformación viene casi casi de una derecha que roza y el conflicto nacionalista nos sitúa en otro ámbito. Aquí, casi es con la misma historia. No digo que sean dos gobiernos iguales, sino que sobre los mismos períodos se produce una grieta. Veo a los argentinos preocupados porque han aumentado los impuestos, la luz vale de otra manera. Los veía muy tranquilos cuando la luz era prácticamente gratis; eso también era inconcebible. Yo no lo entendía, me parecía que salvo que el país tuviera unos recursos hídricos brutales o unos recursos petroleros inmensos que puedan hacer que se faciliten a la población, era imposible. El gran problema de Argentina y de los países que son grandes y que además son aluvión de otros países, es la pobreza. Porque cuando en Argentina había mucha clase media, es verdad que era otra época económica. La universidad gratuita, dos millones de universitarios en el país, era un país que sufría crisis e incluso sufría una dictadura brutal; pero había una clase media concienciada, con cultura, con capacidad de discusión en el mismo camino. Por eso se produjo, por parte de la resistencia, muy poca violencia frente a la gran violencia que hubo. Porque había mucha cabeza. Ahora hay una especie de violencia temperamental, como que faltara cabeza. El temperamento nos va superando; yo en eso me considero también parte. El ajuste es duro, porque la deuda también era grande. Siempre se hablaba de: "¿Cómo se va a pagar esto?, ¿y dónde están?". Y ahora se empieza a ver qué es lo que pasa, por qué se encarecen las cosas, por qué el dinero no llega con un país tan rico, por qué se desvía.

—La corrupción es obscena y mata. Estamos hablando de hospitales, de colegios, de rutas y de gente que ha muerto por eso.

—Cosas que valían 20 y se facturaron por 50: esos 30 al final es un gasto que lo paga la gente. Además produce un poder que todo lo mancha. Nosotros ahora nos estamos enterando de que nuestro rey ha sido un comisionista durante muchos años.

—¿Qué mirada tenés de la monarquía?

No soy antimonárquico, pero me parece una cosa muy obsoleta. Es democrática, pero yo me siento más tranquilo con un sentido republicano.

Imanol Arias presenta “La vida a Palos” (Irene Meritxell)
Imanol Arias presenta “La vida a Palos” (Irene Meritxell)

—¿Qué mirada tenés sobre el feminismo y este movimiento mundial que en Argentina, esta semana en particular, tiene muchísima presencia porque se terminó de debatir la legalización del aborto?

El empoderamiento de la mujer es tan fuerte, tan necesario, que uno lo que empieza es a avergonzarse de por qué no se ha producido antes. ¿Qué cuota de responsabilidad tiene cada uno de si lo hubieras pensado o si confiabas, por qué se ha tardado tanto? Yo lo creo muy necesario, es un cambio de estilo.

—¿Estás a favor de la legalización del aborto?

—Hay mínimos que la sociedad demanda que la mujer tiene derecho a tener. Sobre todo la regularización del aborto fortuito, clandestino, que solo se paliaba en España. Ahora lo que se está investigando era que cuando no existía el aborto, cantidad de niñas jóvenes y mujeres se tenían que endeudar para irse a Londres. Habían unos aviones que iban a Londres continuamente.

—¿Se iban a Londres a abortar?

—Sí. Yo acompañé a Londres a una amiga con 19 años; yo tenía 17. Tenías que conseguir 30.000 pesetas de entonces para entrar, más el viaje. Y entonces era la compra de niños, el robo de niños. A la madre, que debiera haber abortado porque estaba en la calle, estaba tirada, estaba enferma, le robaban el niño las monjitas. Y salvaban una vida. Eso crea un asunto tan complejo. Hay unos mínimos que el país tiene que establecer, a las mujeres hay que escucharlas en esos mínimos. Yo no creo que ninguna mujer quiera abortar así porque sí. Además, por las estadísticas en España creo entender que después de la aprobación, los abortos no se aumentaron.

Próximos proyectos

Tras su partida de Buenos Aires el 10 de septiembre, Imanol Arias continuará con la gira por España de La vida a palos, para en diciembre retomar las grabaciones de Cuéntame, en su décimo octava temporada. Ya le pidieron firmar por dos temporadas más, y hay posibilidades de una tercera en vista, ya que están negociando su venta a la plataforma de Amazon. "El plan puede ser hacer dos años y un tercero que sería dar un salto de tres o cuatro años en la ficción y terminar en el 92, Olimpiadas, Expo de Sevilla, que es un momento para cerrar porque de repente los españoles nos abrimos al mundo".

En paralelo, durante el mes de septiembre el prestigioso actor vuelve al cine con el rodaje de El guardián del valle. En el segundo capítulo de una trilogía interpretará a un científico investigador del Opus Dei, experto en el mal: "La Iglesia, históricamente, lleva estudiando el mal. Alguien que llega a su casa, mata a su mujer, degüella a sus hijos, los mete en la bañera, coge al pequeñito, le corta el cuello, se pone a cenar, fuma un cigarro, ve la televisión y se queda dormido", reflexiona sobre el próximo proyecto en un 2018 que empezó con un casamiento secreto, y termina cargado de trabajo.

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