Mario Pergolini, a solas con Teleshow: "Me llamaron para hacer política, este es un país muy estúpido"

El conductor habló de la legalización del aborto, de Marcelo Tinelli, Andy Kusnetzoff, La Negra Vernaci, Eduardo de la Puente y la televisión actual

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Una pared con una biblioteca inmensa y repleta de libros. Por ahí, casi perdida, una estatuilla del premio Martín Fierro. Cuadros de Boca Juniors, fotos con Martín Palermo y más leyendas del club. Otros, con distintos superhéores de Marvel. "Este es original, ¡eh! No una replica…", advierte su dueño sobre un Stormtrooper de tamaño real, que se ubica -desafiante- junto a una ventana.

El fanatismo de Mario Pergolini por la saga de Star Wars es tan fuerte como el que siente por el Xeneize, al punto que sobre un escritorio conviven cuatro cascos de otros personajes de la mítica saga, con imágenes de todos los modelos de la camiseta que lo hace vibrar en cada partido.

En ese mismo escritorio Pergolini habrá ideado gran parte del noticiero que transmitió hace unos días a través de Instagram Live. "Sumando a la cantidad de audiencia que nos vio, es como si hubiéramos hecho más de dos puntos de rating", le dice a Teleshow, entusiasmado, sobre su proyecto más reciente.

¿Te ves muy lejos de la tele?

—Me parece la vida de otro. Cada vez que me toca ir a un canal de televisión, digo: "Qué loco que estuve acá 25 años". Lo mismo me pasa cuando voy a una radio, que es nada más que radio. Fue una vida mía pero de otro momento y bajo otras circunstancias. Ni siquiera me atrae. Cuando pienso los costos, las trabas, la audiencia que hay detrás de un canal de televisión, la verdad que ni siquiera se me cae una idea, más allá de algo repetitivo. Estos nuevos medios y esta nueva forma de comunicarte me es mucho más tentadora y divertida, y un desafío mucho más grande. Creo que es el camino hacia donde está yendo el entretenimiento. No creo que nadie esté pensado que sea la televisión ni la radio en el formato habitual.

¿Qué tienen que proponerte para que aceptes volver a la televisión?

—Cuando me proponen hacer tele, va primero el hecho melancólico: "Uy, si CQC volviese…". Y le digo a esa persona: "Es más un romanticismo tuyo o el recuerdo que tuviste de cómo disfrutaste eso". Hoy en día no podrías esperar una semana para ver cómo Andy Kusnetzoff va a los Oscar porque mientras está la entrega de premios, hay transmisiones en vivo, 10 minutos después hay memes, comentarios y todos los chistes que se nos hubieran ocurrido a nosotros. No hay forma. A menos que seas una persona muy grande y seas muy pasiva ante el medio. Y la verdad que esas audiencias casi están desapareciendo. Cuando me proponen hacer televisión ya no hay grandes inversiones porque la televisión ya no es la primera opción de pantalla, sacando El Marginal, que tampoco son 30, 20 o 10 puntos de rating. O cuando uno habla de El Lobista, que ni siquiera está hecho para El Trece porque la primera pantalla es una plataforma digital.

No uso Twitter porque me parece un lugar desagradable y, conociéndome, hubiese hecho desastres

Entonces, ¿hoy en día no volverías a esta televisión?

—No hay forma. Me ofrecen todos los años. Adrián Suar estuvo muy cerca y cuando lo iba a hacer, dije: "No, es vanidad. A la semana me voy a querer matar".

¿Le tenés miedo al rating?

—No es eso. De hecho en los medios en los que me estoy moviendo ahora ves en el momento la cantidad de espectadores que hay. No creo que del otro lado haya una audiencia interesante para contarle algo que yo le pueda decir. La televisión hoy tiene una audiencia en su mayoría femenina, por arriba de los 55 años, y no se me ocurre cómo proponerle algo que le pueda interesar. Hoy en día es muy fácil hacer televisión, es muy relajado. Nosotros, hasta podemos ser más juzgados.

¿Cómo creés que sería visto hoy el humor de CQC?

CQC es la gente hoy. Es el que pone en Twitter. Todo es la gente. Incluso ciertas cosas que denominamos la grieta, es la gente. La gente está editando como los programas: toma la parte que le gusta, y cuando después mirás el video entero te das cuenta que no dijo eso. Está pasando en todo el mundo: la gente aprendió de lo que vio en televisión y está sacando su mejor y peor versión en las redes.

¿Vos usás las redes para decir lo que pensás?

—Solo tengo Instagram. No uso Twitter porque me parece un lugar desagradable y, conociéndome, creo que hubiese hecho desastres. Estaría en graves problemas. Tuve una cuenta durante 72 horas y dije: "No, voy a tener problemas". Es muy visceral, y es muy difícil en tu vanidad no querer defenderte o aclarar las cosas.

¿Qué relación tenés con la tecnología?

No tengo WhatsApp: jamás lo descargué. No necesito estar conectado las 24 horas con charlas eternas. Con la gente que me quiero comunicar, me comunico. Tampoco vinculo mi mail a mi teléfono. Sino lo veo cuando abro mi computadora, no los leo. Siempre apago el celular. A las 19 o 20 horas es raro que lo tenga prendido porque ya estoy en mi casa con mi mujer y mis hijos. Y no he perdido negocios, la vida no me ha cambiado. Nadie que me haya tenido que decir algo muy grave, no me lo dijo. Estar tanto en la tecnología me hizo tomarle distancia. No es que no la use, sino que me parece que son herramientas que me saturan y me sacan el foco.

Sin WhatsApp, ¿sentís que perdés el contacto permanente con tu mujer y tus hijos, por ejemplo?

—Creemos que tenemos una necesidad de estar todo el tiempo conectados y vinculados, que es imperioso que eso suceda. He llegado a esta altura de mi vida de esta forma, y no tengo la necesidad. Hace 28 años que estoy casado y no creo que nos hayamos perdido grandes charlas. WhatsApp hace que todo sea una charla eterna, y encima entre más personas; no lo necesito. Y no es una negación. Mis hijos sí tienen, y saben que tienen que mandarme mensaje de texto o llamarme. A veces me lo reprochan cuando viajamos, sacamos una foto y yo se las quiero pasar por otra vía. ¿Cuál es el problema? ¿No tenerla ya? En mi casa tampoco se dejan los teléfonos sobre en la mesa.

Toda la radio que hicimos en los 90 no se podría hacer

¿Lo apagás porque te gusta disfrutar de tu familia en tu casa y desconectarte, o para no seguir trabajando?

—¿Desde cuándo el trabajo se convirtió en algo de 24 horas? La gente que tiene que comunicarse conmigo, siempre lo ha hecho. Me levanto a la mañana y veo un mail de la noche anterior y no era nada urgente porque no me hubieran podido encontrar en el momento. Más de una vez ha pasado algo urgente y me han encontrado. Hay una dependencia, que la entiendo y es clara, pero por suerte no me enrollé. Tampoco la necesito. No siento que me falte nada.

Y con el trabajo, ¿cómo hacés?

—Jamás llamaría a alguien fuera de su horario de trabajo. No necesito nada tan urgente de nadie, ni nadie necesita algo tan urgente de mí que no sea en los horarios de trabajo. Y cuando estoy en mi casa, hay muchas herramientas para estar conectados sin que sea el teléfono.

No tenés Twitter, ¿pero tampoco entrás a ver qué dicen de vos?

—El que lo hace es porque estamos en un momento de híper vanidad. Yo no necesito saber qué dicen de mí. Trabajé durante años y nunca nos enteramos en simultáneo qué estaba sucediendo. No es tan importante lo que digan de mí. Todos se desesperan cuando los nombran y a la generación millennial le va a pasar eso de tener la herramienta tan cercana a la vanidad.

No usás la herramienta pero hoy en día sí comunicás a través de ella.

—Hay que ver de qué lado del botón querés estar. Del que lo aprieta o del que dice lo que va a hacer el botón. A mí me divierte más estar del lado de ver cómo se puede programar el botón. Que lo apriete otro.

¿Volvés a ver lo que hiciste al aire?

—No. Nunca. Tampoco lo hacía cuando estaba en CQC. No tiene sentido. Cuando hacés algo mal te das cuenta, sino te lo dice alguien y lo hacés de vuelta. Cuando hacía televisión tampoco volvía a ver los programas.

¿Qué te parece lo que están haciendo las ficciones al tocar temas actuales como la diversidad de género?

—El mundo está tocando esos temas: bullying, gordura, diversidad, abusos, cárceles… Son épocas, algunas duran más y otras menos. Me parece que no son disparadores sino consecuencias de otras charlas. Hay una sociedad que discute algo, y de golpe la ficción propone hablar de eso. No me parece que 100 días para enamorarse haya instalado eso de que una chica se enamore de otra. Creo que hace varios años los chicos están contando que se han enamorado de otros chicos y las chicas de otras chicas. Sobre todo los menores de 25, 30 años. La televisión lo muestra como si fuera una audacia, y es el verse en el espejo: los chicos hace rato que lo vienen discutiendo y tienen sus valores y su forma de verlo. La tele ya llega tarde a todo.

Argentina necesita líderes políticos, no gente conocida; si creemos que líder es una persona que tiene 20 puntos de rating estamos meando afuera del tarro

¿Estás a favor de la legalización del aborto?

—Me parece que en parte es generacional. Es un problema de salud pública. En mi forma de ver, no hay nada que discutir. Hasta la discusión me parece bastante básica por parte de los legisladores. Creo que este es un buen primer paso para empezar a debatirlo. Ojalá que puedan darse cuenta de que es un hecho de salud pública y no de moral. Y va a caer. Si no es esta vez, que ojalá lo sea porque en el medio hay vidas, ya lo vieron en las plazas y hay un montón de chicos que van a ser legisladores en algún momento. ¿Será el año que viene? No es el año que viene. Va a ser el otro, pero va a ser. No es moral. Si lo quieren hacer moral, es un problema.

¿Qué opinás de los actores y las actrices que hacen pública su opinión?

—Es la sociedad que tiene algo para decir y tiene una cámara y quiere decirlo. Está muy bien. En Latinoamérica es muy costoso, sobre todo en política, dar la cara por las cosas que uno cree. Me parece que todavía nos falta aceptar que el otro tenga una posición y que no es un enemigo o es un loco de mierda por estar en otra posición. A lo mejor no te gusta ver que están haciendo una ecografía en una plaza y a mí también me parece ridículo, pero de ahí a volverse loco… Son nuestros primeros debates. Ojalá que los próximos sean más adultos, más entendibles, claros y lógicos.

En las últimas elecciones de Boca fuiste candidato a vicepresidente con Jorge Amor Ameal. ¿Volverías a involucrarte en la política del club?

—Yo creo que Boca necesita otra dirigencia. Debería ser más transparente, tendríamos que preocuparnos un poco más por el socio y no tanto por ser un club que haga dinero, a pesar de que el dinero nos serviría para hacer otro tipo de cosas. Creo que tenemos que tomar una decisión con la cancha y trabajar en eso. Las ideas de Jorge son las ideas que acompaño y me agradan. La política nacional se tendría que ir un poco del club. El fútbol, y este tipo de clubes que tienen que ver tanto con el barrio, deberían volver a preocuparse un poco por lo que representan para los lugares en los que están. Sobre todo para un club como Boca Juniors. Hay muchas cosas para solucionar. ¿Si me metería de vuelta? Todo lo que estamos haciendo con la tecnología y con Vorterix me está demandando demasiado, y no sé si podría dedicarle el tiempo que se merece.

Es muy difícil ser el jefe de tus amigos

Si hoy no tenés tiempo para Boca, imagino que tampoco para involucrarte en la política nacional. ¿Te han propuesto ser candidato?

—Me han llamado. Es un país muy estúpido. Descreo totalmente de eso y ni siquiera los escucho. No creo en la política de grandes ligas como verdaderamente transformadora de las sociedades. Creo que las políticas de bases, las políticas organizadas de los lugares bien allegados a los sectores populares o a los sectores burgueses, son las políticas que realmente modifican. No he visto constancia en la buena voluntad de nadie que haya dirigido este país.

¿Qué pensás cuando se habla de Marcelo Tinelli como líder político?

—Es difícil. Acá necesitamos líderes, no gente conocida. Tenemos un problema con los líderes. Y si creemos que líder es una persona que tiene 20 puntos de rating estamos meando afuera del tarro. No es que descrea en su buena voluntad de trabajo, pero mirá el 38 a 38 de la AFA… Le habrá dolido eso a Marcelo, se habrá sentido un outsider ahí. Somos un país complicado, un país bipartidista. Mandan los que nacieron en esos lugares. Uno no puede caer de sopetón y decir: "Yo soy conocido".

¿Te sorprendió lo que pasó con Pity Álvarez?

—No. Y lo lamento mucho. Va a seguir pasando. Es Michael Jackson, también le pasó a Demi Lovato, o sea que ya no es que el rocker es un reventado. Es una realidad, y no nos podemos quedar en Pity como un hecho individual: tenemos varios problemas graves, como el paco. Es una droga muy chota, básica y dañina. Tenemos muchos problemas con el alcohol y con los chicos. Y lo digo ahora que tengo 54: yo he hecho programas en los que me sentaba y me ponía a chupar, he hecho programas andá a saber cómo… Hoy tengo otra distancia y he tenido una vida muy agitada. Así que también lo digo un poco por conocimiento y también como sobreviviente. El Estado tiene que ser determinante, tiene que ser un jugador participativo. Ahí es donde los Estados son modificadores… En la educación, en la salud. Pueden ser de izquierda, liberales, pero en algo tenemos que ponernos de acuerdo: los gobiernos tiene que ser educadores y preocuparse por nuestra salud, por nuestra enfermedad. Y nosotros no tenemos gobiernos así.

¿Qué te pasa cuando escuchás las denuncias por acoso que reciben distintos famosos o músicos?

—Es un momento especial, en donde está bien que ciertos colectivos sientan que pueden hacerlo, que tienen aval y que están acompañados. El otro día escuchaba algo muy interesante: "Es muy difícil ver con los ojos de hoy el pasado". Lo cual no quiere decir que no tengan por qué no gritar. Es loco porque en su momento un montón de gente escuchaba los discos de La Bersuit, o a Cacho Castaña. Hoy en día ni siquiera lo entendemos. Vemos chistes de Olmedo, Porcel… Ver con los ojos de hoy el pasado tiene otra forma de ser juzgado. Y también hay que entender que es muy feo haber estado sufriendo injusticias. Muchos lo podrán decir ahora y muchos aprovechan. Son momentos movilizadores.

Decís que muchos aprovechan. ¿Eso te genera miedo a que alguien pueda llegar a inventar algo sobre vos que no es cierto?

—Supongo que todos tendrán ese miedo. Pasaba con los cuadernos sobre las supuestas coimas: muchos preguntaban "¿Estoy?". Y uno piensa: "¿Esa es la pregunta?". Incluso entiendo a los que hablan del humor que yo hacía en los 90. Y visto a la distancia, toda la radio que hicimos en esa época no se podría hacer: ni la Negra Vernaci, ni Lalo Mir, ni Bobby Flores, ni cientos más. Era cultural. El rock también era muy distinto. El otro día escuchaba "La bifurcada", de Memphis La Blusera (una parte de la letra dice: "Te decidiste, te definiste, sos feminista y yo machista, andá por la sombra y cerrá bien el portón"), y pienso que ese tema hoy sería imposible. Insisto: es muy difícil ver con los ojos de hoy el pasado.

—¿Te replanteás algo del humor que hiciste en esa época?

—No creo que debería replantearme nada. Aunque si uno escucha grabaciones, pediría el Ojo de Halcón. Supongo que también le pasa a Andy, que dice que no es más el chico que están señalando. En un punto lo entiendo. Y otro dirá: "¿La espada de Damocles no te cae?". Es medio injusto que te caiga la espada de Damocles. Sobre todo hay que ver qué adulto sos hoy en día, y cómo ves a ese chico.

Hablás de Andy. ¿Viste su programa?

—No veo tele y no me interesa ver cuatro personas comiendo. Además, hay muy pocas estrellas. Son programas que para mí se agotan en la quinta emisión.

También nombraste a la Negra Vernaci, y estarás al tanto de lo que pasó con su programa de radio. ¿Qué pensás de la situación económica que atraviesan las radios?

—La Negra salta por algo que define claramente quién es Vernaci, porque ella es exactamente eso: una persona que le va a dar prioridad a sus amigos y a su situación. Otra lectura que puedo tener es que ella puede hacerlo. No sé cuánta gente que vive de su sueldo podría hacer ese tipo de cosas. Ella lo puede hacer y lo hizo, lo cual es increíble. Después, yo tengo otra lectura porque ella dice que es un momento en que los medios están haciendo plata, y los medios no están haciendo plata. Está siendo muy difícil sustentar hoy en día una radio, con la radio que yo hice. Los medios están sufriendo la falta de pauta publicitaria. También es cierto que no hay oyentes por debajo de los 35 años. Lo mismo que cuando levantaron el programa de Clemente Cancela (Gente sexy): estaba quinto a la mañana. Es cierto que para un grupo de gente va a ser un dolor que no esté más, pero también es cierto que no se puede mantener un programa así.

Cuando pasan estas cosas, ¿te comunicás con los colegas para solidarizarte?

—Bueno, Vorterix tuvo que hacer lo suyo el año pasado y no fue agradable para nadie. Ahora estamos en otras cosas y hemos encontrado la vuelta para hacer estas cosas junto con algo que ya teníamos.

Hace 10 años estaba terminando CQC, y creí que se terminaba todo

¿Tenés amigos en los medios?

—No generé ese vínculo y no me interesa. Mis amigos están en otro lado. Desde que tengo veintipico de años fui el jefe o el dueño de la compañía que hizo el programa, y es muy difícil ser el jefe de tus amigos. Es casi imposible porque es gente con la que tenés que hablar de sueldos, vacaciones, despedirlos, darle el lugar a otros. Es muy difícil si tenés el vínculo muy de amistad. Con los que lo he tenido, como Eduardo De La Puente, un gran amigo, fue muy difícil.

Hoy, a la distancia, ¿cómo ves lo que pasó con él?

—Es como fue. Yo intento ir lo más decente y lo más derecho que puedo. A veces no lo he sido, pero creo que la mayoría de las veces lo he sido. A veces fue para mi beneficio, y a veces para el beneficio de otros. Es muy difícil en la vida de todos tomar esas decisiones. Que me vaya bien a mí, que le vaya bien al resto.

¿Cómo te ves dentro de 10 años?

—Ni idea. Y si se acaba mañana no me importa. No planeo un futuro. Hace 10 años estaba terminando CQC, y creí que se terminaba todo. La vida me ha sorprendido gratamente por demás. He podido hacer siempre lo que quise. No he pasado hambre. Creo que he aportado lo que pude dentro de mi negocio y tomo decisiones constantemente, en las que priorizo que seamos distintos y tomemos riesgos. La vida en estos años me ha demostrado que hacerlo fue bueno. A veces con más éxito, a veces con menos. He aprendido que podés estar bien arriba pero que no vas a estar ahí toda tu vida. Hay momentos en los que estás abajo, y si estuviste arriba, ojalá lo hayas disfrutado. También puede ser que vuelvas a estarlo, y lo más probable es que no.

¿Y hoy dónde sentís que estás?

—Estoy súper bien. Hago cosas que me gustan hacer, con gente que me gusta hacerlo. ¿El año que viene estaré con todos ellos, o haciendo esto? ¿Quién lo sabe…?

Mirá la entrevista completa a Mario Peroglini

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