Gerardo Romano: "'El Marginal' es la justa realidad, lo menos que uno puede atreverse a soportar ver"

Dice que sabía que la ficción sería un éxito mientras la grababan, atribuyendo los logros de Sebastián Ortega a que "le tiene que ganar al papá". Además, cuenta que no se inspiró en nadie para componer su personaje porque "la hipocresía está a la vuelta de la esquina". Sin casette ni filtro -¡no es capaz!-, el actor analiza el fenómeno de la serie del momento

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Gerardo Romano se despide del periodista pidiéndole que diga la verdad. Acaba de conceder un reportaje en la que parece haber respondido con absoluta honestidad a preguntas que no lo esperaban tanto. Porque las entrevistas son, en general, una juego de cálculos. Con Romano, no.

"Me da pena todo lo que veo", dirá en un momento. Y seguirá: "Ahora tengo esta charla pelotuda con vos y me da pena saber que ni te conozco, que formamos parte de una infinitud". No es sin embargo un ataque, sino una reflexión. Una de las tantas mientras habla del éxito de El Marginal 2, la segunda parte de la serie de Underground que cuenta cómo se llega al comienzo de la primera (una precuela, que le dicen).

Creador de Antín, el director del San Onofre (el penal donde sucede El Marginal), Romano da vida a uno de los personajes más interesantes de la serie, que con solo un par de capítulos emitidos de esta nueva temporada revitalizó el rating de la TV Pública: el estreno, por caso, tuvo 9.6 puntos de promedio.

"Nada me conmueve mucho", dirá en algún momento. "El arte imita a la vida", antes. Y sobre el final, con una sencillez espeluznante, concluirá: "Tremendos hijos de puta". Por su capacidad crítica pero sobre todo por su honestidad brutal, Romano es una de las personas más interesantes para analizar el fenómeno, que se emite cada martes a las 22 por la televisión abierta y se puede ver online en Cont.ar (la plataforma de contenidos on demand del Sistema Nacional de Medios Públicos).

—¿Te sorprendió el éxito de El Marginal?

—No me sorprende el éxito, no. Los éxitos son antes. Uno no tiene la fórmula del éxito pero hay síntomas claros que te indican que va a serlo.

—¿A qué se lo atribuís?

—A una adicción que tiene Sebastián Ortega, que le tiene que ganar al papá. Supongo yo. Por qué papá Ortega (por Palito) hace canciones que vendieron millones y Sebastián hace ficciones que generan millones.

—¿Quién de los dos te gusta más como creador?

—No, eso es una subjetividad que no me calienta. Sebastián es un artista, tiene sensibilidad, talento. ¿Para qué va a competir con el padre? Que vayan de la mano, hombro con hombro.

—Cada crisis tiene su respuesta en el arte. Pienso en el nuevo cine argentino a fines de los 90, por ejemplo. ¿Creés que este tipo de ficciones, sobre todo las de Underground, son hijas de esta nueva crisis?

—Las historias carcelarias son la confluencia cloacal de una sociedad. Esto como metáfora de lo cotidiano, de lo verdadero, de la luz del sol, del poder. Sí. Por ejemplo, Edvard Munch pintó El Grito en 1908… Pintó ese grito de espanto 30 años antes del horror más grande de la Humanidad. El tipo estaba gritando, adelantándose a la historia.

—Últimamente se habla mucho de los malos, de cómo son cada vez más humanos, más confundibles con un tipo común. ¿Cómo trabajaste a Antín?

—No pensé en nadie para mi personaje. Está a la vuelta de la esquina la hipocresía. Creo que hay gente a la que le gusta pelearse: es una forma de vida, necesita expulsar esa adrenalina. Yo trabajé mucho tiempo en mi personaje. El mejor actor es el que tiene un montón de posibilidades de identificación. Si uno se pone en el lugar de observador y está curioso y callado (porque uno ve cuando calla, si uno habla no ve, la palabra enturbia lo visual), entonces ese momento de captación, de cosecha, en algún lugar del inconsciente queda.

Romano como “Antín”, en una escena de “El Marginal 2”
Romano como “Antín”, en una escena de “El Marginal 2”

—¿Es un método general de trabajo?

—No sé si es un método. Es algo más bien que va de suyo. Si el arte imita la vida, observá la vida y sabrás cómo tenés que hacer el arte.

—¿Sos de tomarle cariño a tus personajes? ¿Te encariñaste con Antín o es solo un trabajo más?

—Me encariño con todo. Sé que me voy a morir.

—¿Por qué saber que te vas a morir hace que te encariñes? Uno creería que es al revés.

—No. Me da pena todo lo que veo. Ahora tengo esta charla pelotuda con vos y me da pena saber que ni te conozco, que formamos parte de una infinitud.

—Me encantaría que hiciéramos lo posible para que no sea una charla pelotuda.

—Bueno, pero lo es. Si lo mirás desde cualquier lugar de la grandiosidad del Universo, esta es una charla pelotuda.

—¿Cómo lidiás con la idea de que, teniendo en cuenta la infinitud del Universo, la mayor cantidad de las cosas que hacemos son pelotudeces?

—La arena es un puñadito, pero hay montañas de arena. Si uno le da la importancia al puñadito que tiene delante y con el cual se quiere conectar, la vida empieza a cobrar más sentido.

—¿Cuál fue la última serie o película que te conmovió mucho?

—Nada me conmueve mucho. Me conmueve la realidad.

El Marginal pareciera tener ese peso de la realidad, ¿no? Pareciera reflejarla mucho.

—No, no es mucho. Es bien poco. Es la justa realidad. Lo menos que uno puede atreverse a soportar ver.

Por Lucas Garabento

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