"Estoy mejor porque el cimbronazo inicial, el estupor, se convirtió en otra cosa". La reflexión de Ricardo Darin llega un mes y medio después de las denuncias públicas de Valeria Bertuccelli. "La pasé bastante mal durante como quince o veinte días -confiesa-, no solo por mí: por mi mujer, por mis hijos, mis amigos. Todo el mundo estaba conmocionado por esto, y la gran pregunta era: 'Esto es, ¿para qué?'".
A días de estrenar El amor menos pensado junto a Mercedes Morán, el actor más querido por el público argentino habló con Teleshow. "Soy muy obsesivo del trabajo, y todos los lugares en los que tengo que hacer foco ahora son los mismos lugares en los que hacía foco antes. Estoy detrás de cada cosa. Solo que hay, por supuesto, un poco más de responsabilidad en muchos otros términos", explica sobre su nuevo rol en Kenya Films, la productora en la que se asoció con su hijo, Ricardo Chino Darín.
"Es una movida de él, que me introdujo en la idea de que sería bueno que nos empezáramos a ocupar de nuestros propios proyectos -cuenta Darín padre sobre Darín junior-. La verdad que empezamos bastante más fuertes de lo que yo esperaba porque la idea era empezar con una cosa más tranquila: despacito, chiquito, con amigos, presupuestos acotados y pequeños. Y de pronto apareció El amor menos pensado".
La comedia que los Darín producen junto a Patagonik es dirigida por Juan Vera, y cuenta la historia de Marcos y Ana, quienes tras más de 25 años en pareja, y con la partida de su hijo a estudiar a Europa, deciden separarse. Ese es el comienzo de una búsqueda de un camino individual que tal vez vuelva a unirlos.
Pero la productora de Ricardo y el Chino ya tiene nuevos proyectos, y la próxima película los encontrará juntos delante y detrás de cámara: interpretarán a un padre y un hijo en la pantalla grande. "Es un rubro desconocido para mí el de ser socio con mi hijo, que además es un muchacho que tiene un temperamento importante y tiene una mirada y una visión muy concreta sobre las cosas. Sabés que las cosas no se hacen como dice papá: vamos a discutir un rato largo", reconoce Darín, adelantando en exclusiva para Teleshow que el filme que rodarán en octubre sucederá en plena crisis de 2001.
—Los personajes El amor menos pensado se preguntan si están enamorados. ¿Qué es estar enamorado?
—Es esa especie de puñetazo, de golpe que recibís en medio del estómago ante el encuentro, el primer contacto, que puede incluso ser solo visual con alguien que te produce una especie de revolución química. No necesariamente creo yo debe ser amor. El enamoramiento forma parte de algo así como una atmósfera muy enfocada que hace que todo se trastoque y se revolucione. Y a lo mejor esa misma revolución es mínima, es instantánea, y no tiene mucho futuro, pero sí se produce, es importante y es un impacto muy grande. El amor es otra cosa.
—¿El enamoramiento se mantiene en el tiempo?
—Eso depende de cada uno, de cada relación.
—¿Vos estás enamorado?
—Sí. Cuando todos los días te sorprendés, eso va a alimentando la sensación permanente de "Esta persona… no la puedo creer". Y a mí me pasa todos los días con ella (por Florencia Bas).
—En alguna de las entrevistas previas que tuvimos, me dijiste: "No hay un solo día que no la vea y no sienta exactamente lo mismo, la admiro, la quiero, la adoro, la molesto, soy cargoso".
—Sí, sí, sí, yo soy pesado.
—¿Qué le hacés?
—Ella es muy independiente, es muy libre en sus movimientos… Ya es como un juego en realidad: la cargoseo, yo soy el que la busca, y ella es la que se saca de encima al tipo todo el tiempo. Adhiero completamente a eso que te dije porque es lo que pienso. La admiración, la sorpresa. Ella todos los días nos sorprende, no solo a mí, a nuestros hijos también, a la familia.
—Hay algo que pasa en la película que tiene que ver con el disparador de cuando los hijos crecen y hacen su recorrido. Los educamos para que sean felices, para que puedan elegir, para que tengan herramientas, a algunos les cuesta más a otros menos.
—Nosotros estamos educados para agarrar, para acaparar. Y eso incluye también los sentimientos y las personas. No estamos muy educados para soltar, para permitir, para liberar. Eso incluye un poco la relación de los hijos. Hay una discusión en la película que habla de eso.
—Tiene que ver con lo que creemos que queremos para ellos pero a la vez las expectativas que les ponemos encima.
—Sí, incluso las expectativas de los padres pueden ser distintas: uno puede tener unas y otro otras dentro de un mismo matrimonio. Podés adherir a una filosofía de educación en pareja y después, como casi todo está en movimiento, podés cambiar de parecer. Hay una realidad posesiva con respecto a los hijos que a veces te impide soltar como debería. Yo soy un poco posesivo en ese sentido; Flor es muchísimo más suelta.
—¿Cómo fue para vos el crecimiento de dos hijos que están haciendo su propio camino?
—Tratamos de ser lo más ecuánimes posibles, lo más justos con los dos en el sentido de que no hubo diferencias de género. No es fácil, porque la vida, sobre todo en las ciudades grandes, está plagada de tensiones y de cosas extrañas. Entonces, con respecto a los cachorros uno se pone un poco intenso con los cuidados y las prevenciones. De lo que yo te hablaba del sentido posesivo es posterior a eso, que es esta sensación de síndrome del nido vacío, de cuando empiezan a partir, a irse de a poco, y hay que soltarles la cuerda obviamente para que vivan la vida. Hay diferentes formas de pararse frente a eso.
—¿Cómo te encontró que Clara se vaya a vivir sola?
—No lo terminé de digerir (Risas). Ya es una especie de broma interna en casa. Cuando se va, digo: "¿Dónde vas?", y ella: "A mi casa" (risas). Ya no me queda más remedio y lo entendí, lo asumo, pero me costó. Me costó mucho más que con el Chino. El Chino movió antes que ella. Pero de todos modos ellos han sido muy inteligentes en ese aspecto porque si bien es cierto que están haciendo su camino y se fueron a vivir solos, tienen mucha recurrencia con la familia. Están permanentemente en contacto. No se transformó en una ausencia.
—Y de suegro, ¿qué tal sos?
—Ahí todavía me tengo que probar. Tengo que dejar de hacer chistes: eso lo tengo ya entendido porque no siempre son recibidos de la forma en que los hago. No lo puedo evitar. Está en mi ADN, es mi composición cromosómica.
—En la pelicula tu personaje recurre a Tinder. Vos estás en pareja hace muchísimos años, ¿te imaginás vinculándote de esa forma?
—No, no tengo la menor idea de cómo funciona y no lo puedo creer.
—¿Por qué?
—Agradezco que no haya existido Tinder cuando yo tenía 20, 25, 30 años.
—Y estar en pareja hoy…
—Es que estaría en una bolsa negra con cierre ya, olvidate. Es casi un cita a ciegas, y como yo tuve un par de experiencias con las citas a ciegas y no me fue muy bien, no me siento muy amigo del sistema. Pero por lo que me cuentan, funciona, y están todos muy contentos.
—¿Cómo fue eso de las citas a ciegas?
—Imaginate, estamos hablando de la prehistoria, no existían los celulares y ese tipo de cosas. No es que te mandaban fotos como ahora. Algún amigo pasaba a buscarme por mi casa porque estaba con dos chicas y venía. El típico caso de: "Acompañame, aguantame, haceme la gamba", como se decía en ese momento. Y encontrarte con una situación por lo menos complicada y tener que remarla…
—¿La remabas o huías?
—No, había que remarla por dos motivos fundamentales. Primero por ella, porque te guste o no te guste eso no se le hace a alguien, y además por él, por el turro que te pasa a buscar y que cuenta con tu bonhomía.
—Él estaba chocho con su cita.
—Obviamente, lo que está necesitando es alguien que se haga cargo del perno.
—Cuando hay que estar como amigo, Ricardo está.
—He estado todas las veces que pude.
—"Estable como el dólar", dicen en un momento en la película en cuanto a cómo está una relación, y la gente en la sala se ríe muchísimo.
—Es una de esas películas en las que yo creo que el inconsciente colectivo, el folclore popular, va a resignificar muchas de las escenas de la película, porque cada uno tiene su propia mirada, su propia experiencia. Ya está medio ligado a nuestro ADN. Lamentablemente nuestra cultura económica y social siempre estuvo demasiado supeditada a los vaivenes del dólar, a la relación al dólar. Tenemos que admitirlo: tenemos una economía dolarizada. Por ejemplo, si vas a Brasil te das cuenta de que no tienen idea de cuánto vale un dólar. Por contraste te das cuenta que nosotros estamos intoxicados de esa relación que dolarizó nuestra economía.
—Hoy buscás alquileres y muchísimos siguen estando con el precio publicado en dólares.
—Sí, porque siempre la cobertura fue esa. Una economía como la nuestra que ha pasado por diferentes estados siempre buscó un refugio en el dólar como metro patrón. La gente se ha refugiado en el dólar para no perder, y no siempre nos salió bien.
—Hubo varios momentos, con distintos presidentes, en los que ahorrar en dólares dio perdida contra el peso.
—Mirá el corralito de 2001. La próxima película está centrada en esa época, exactamente en el 2001.
—¿La que van a hacer con el Chino? ¿Podemos contar algo de los personajes?
—Todavía no. Te lo dije porque mencionaste el tema.
—Cuando vienen estos saltos cíclicos respecto al dólar, ¿te importa o no te preocupa?
—Sí, sí, me preocupa. Me preocupa porque estamos encerrados dentro de un sitio que es muy perverso, que no nos permite liberarnos, soltar amarras. No soy un entendido en el tema, es una sensación que tengo solamente ante la que creo que todo el mundo tiene su mirada, su forma de pararse frente a eso. Es un cimbronazo que siempre está latente y es como una daga que pende sobre nuestras cabezas, permanentemente. Ojalá un día pudiéramos liberarnos de eso.
—¿Te invitaron a formar parte de la Academia de Hollywood?
—Sí.
—Vos tenés que aceptar, tenés que responder.
—Sí, de alguna forma sí. Hay una especie de formalismo que hay que cumplir, que tiene que ver con si querés o no querés.
—¿Y querés?
—A mí no me produjo lo que le produjo a los demás en el sentido de: "¡Guau, que bárbaro!". Forma parte de una política de ellos para contrarrestar un poco la política nacional de levantar muros. Tengo la sensación de que lo que quieren es abrir fronteras, ir en contra de la sensación térmica actual de la administración Trump. En ese sentido es donde más me enganchó porque es como una apertura, me hizo dudar y dije: "Tampoco puedo ser necio, esto puede significar algo bueno para nosotros, para nuestro cine, para nuestra industria, para todos los grupos independientes que son de habla hispana que han sentido un poco de freno a la hora de entrar en algunas situaciones". Así que eso es lo que me hizo dudar un poco.
—No era algo que a vos te encandilara de por sí.
—Para que se entienda bien: que te ofrezcan formar parte o ser miembro no significa que tengas ningún tipo de privilegio, al contrario, lo que te están sugiriendo es vas a tener una serie de obligaciones como, por ejemplo, ver todo lo que te envíen para poder dar tu opinión, tu voto y demás. Es un trabajo extra. En una zona de la vida en la que yo quiero trabajar menos. Acabo de debutar con una productora y me acaban de invitar a ser miembro de la Academia.
—¿Querés trabajar menos, de verdad?
—Claro, claro. Yo no he parado de trabajar desde los 10 años. Estoy un poco cansado.
—¿Pesa a veces ser tan querido?
—No, ser querido nunca puede pesar. Al contrario te diría: he sentido la maravillosa sensación de ser rescatado por el cariño, en muchos casos. Y no, no pesa eso. Supongo que en la medida en que sientas que se corresponde un poco con tu forma de ser, estás más habilitado a aceptarlo y a abrazarlo. Mucho pienso en ese sentido con respecto a los chicos que de pronto se encuentran con una situación de híper reconocimiento social, y son catapultados a la categoría de ídolos; eso es muy desestabilizante. Yo lo viví cuando era pibe y es muy desestabilizante. Ahora, con el paso del tiempo, si pensás que se corresponde un poco con tu forma de ser, con tu forma de llevarte con los demás, es algo para agradecer.
—Cuando habló Valeria Bertuccelli, muchísima gente de la industria y de afuera salió a apoyarte. Sé que a muchos les dijiste no se metan.
—Empecé a darme cuenta de que algunas personas que me defendían, no se sabe muy bien de qué pero me defendían, terminaron siendo atacadas por cosas que no tenían nada que ver con el tema en sí. Y ahí me di cuenta de que esa es la forma más perversa de que una cosa se extienda, se expanda y termine saliendo del eje, del curso, y se convierta en otra cosa. Me duele mucho cuando la gente es atacada injustamente; por supuesto, cuando yo soy atacado injustamente también. Pero con los demás también me pasa, sobre todo con la gente que quiero, con mis amigos, con los que ponen el cuerpo, con los que a pesar de la sensación térmica circundante dicen: "No, esperá, paremos un poco, yo lo conozco, yo sé quién es". Entonces me empezó a preocupar un poco el hecho de que los atacaran.
—¿Cómo estás ahora, que pasó algo de tiempo?
—Estoy mejor porque el cimbronazo inicial, el estupor, se convirtió en otra cosa. Bajaron un poco los decibles, tuve oportunidad de hacer alguna descarga, no sé si apropiada o no, pero contar un poco qué era lo que me pasaba frente a esto, y eso hace que se descomprima un poco la situación. La pasé bastante mal durante como quince o veinte días, no solo por mí: por mi mujer, por mis hijos, mis amigos, todo el mundo estaba conmocionado por esto, y básicamente yo creo que es porque la gran pregunta era: "Esto es, ¿para qué?". Porque lo puedo llegar a entender: te sentiste mal, te sentiste desatendida, o destratada como se dijo, o maltratada, llámenlo como quieran, ¿pero para qué es esto, para qué se hace esto ahora?
—¿Y le encontraste alguna respuesta a eso?
—Tengo varias, pero me parece que lo mejor en este caso, básicamente porque no quiero volver a la situación anterior, la de sentirme, realmente mal, es permitir que el tiempo ponga las cosas en su lugar. A veces la verdad puede tardar más tiempo en aparecer, pero generalmente aparece. Hay que ver si tenés el cuero duro como para esperar ese momento. Yo creo que sí, que lo tengo.
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