Se llama Fernando Javier Luis Hortal, pero su DNI debería decir Bahiano: aquí y allá, así es como conocen a este cantante, compositor y conductor de radio y televisión. Aunque mucho antes de todo eso, y de haber alcanzando la fama como líder de Pericos, la banda de reggae argentina más popular, su primer trabajo fue atendiendo la panadería de su familia.
Quiso el destino que justo al lado de ese local hubiera una disquería. Esa coincidencia hizo que un adolescente Bahiano (hoy, de 55 años) descubriera un mundo lleno de música. "Hacía el reparto y el conteo del pan. Un día fui con un puñado de billetes a comprar un disco. No sabía muy bien cuál. La empleada me recomendó uno de los Beatles: Rubber Soul. Ese fue mi comienzo", recordó una vez.
Alejado de Pericos desde 2004, el precursor del reggae en nuestro país regresa a los escenarios porteños con una propuesta que sale de los estándares del género, redoblando la apuesta con Bahiano Big Band. La cita tendrá lugar el jueves 16 de agosto a las 19.30, en la mítica sala Marquee Session Bar, en Scalabrini Ortiz 666, Palermo.
—¿Te imaginabas que ibas a llegar a tanto?
—No, no, no. A mí la música también me agarró mientras cursaba los primeros años de Arquitectura en la UBA.
—¿Cuántos años de la carrera hiciste?
—No… Dos, nada más: el CBC y el primero. El tema era que en paralelo venía con la música, con Pericos principalmente, y la mayoría empezaba a ver como una explosión. Te estoy hablando del año 87, de lo que pasaba con nosotros. Y nada… tuve que dejar la Rotring, mirá lo que te digo, la Rotring la tuve que dejar… y ya me embarqué directamente en la música. Este 2018 se están cumpliendo 31 años y esperaba solamente un par de años, y después retomar, de alguna u otra manera…
—Igualmente tu primer trabajo fue en una panadería.
—Sí. Hacia el reparto de pan en la panadería de mi papá, que estaba en la avenida Córdoba, entre Montevideo y Rodríguez Peña.
—¿Estabas preparado para el éxito de los Pericos?
—No, no estaba preparado por el hecho de que era nuevo, era otro mundo diferente al de hoy. Y creo que nadie está preparado para lo que nos pasó: recibir equitativamente el aplauso y la crítica. Cuando uno saca la cabeza a la superficie, se muestra, se da a conocer o resalta por alguna u otra cuestión, hay mucha gente que te está mirando y criticando, para bien y también para mal.
—Dejas de ser anónimo…
—Dejas de ser anónimo. Entonces tenes que entender lo que te rodea y lo que es el ámbito, es la escena de la música y el espectáculo, no ya desde el under ni de lugares donde te venían a ver 10 o 15 personas, ¿no?
—¿Cuál es el lado negativo de la fama?
—Aprendí a que no me afecte porque realmente lo iba disfrutando. Mi verbo era disfrutar: "Vamos a disfrutar de esto que alguien nos mandó". Creo en Dios, y he tenido la oportunidad de planteármelo como forma de vida: la carrera como cantante y llevarlo adelante profesionalmente. Y también desde un lugar tranquilo, ningún lugar complicado ni con los medios, ni policiales, ni nada…
—¿Sentís que se te pasó muy rápido ese tiempo?
—¡Uff! No, no lo sentí tan rápido. Tuve mis épocas, tuve muchísimos estados. Muchas alegrías, mucho trabajo también. 30 años no pasan muy rápido. Los disfruté, y hoy los estoy disfrutando todavía más, porque tengo esa experiencia lograda, forjada, construida.
—Ya hiciste tu nombre.
—He construido ese nombre también. Y hoy por hoy tengo toda esa experiencia. Los medios también tienen su forma de trabajar y uno va aprendiendo de ellos. Al principio, cuando tenía que trabajar y dar a conocer lo que hacía, en los 90, era otra forma distinta a la de hoy. Entonces ahora, con toda esa experiencia, no me siento incómodo ante una cámara, ni ante un medio de comunicación, ni las preguntas, ni ante una crítica.
—¿Antes sí te pasaba?
—uno va madurando en ese sentido… " ¿Por qué no les gusta lo que hago? Si yo lo hice con todo cariño, ¿por qué me tienen que decir esto?". A lo mejor, antes te sentías un poco escorado porque lo veías como personal. Pero aprendí de todo eso, y realmente hoy estoy súper cómodo.
— ¿Te molesta ser "el de los Pericos"?
— No, en este momento no. Pero sí tenía y tengo una personalidad en la cual lograba un destaque importante, y eso no lo digo de vanidoso ni nada, sino de que lo sentía y cuando me voy de la banda. A veces mucha gente preguntaba: "¿Y qué va a hacer?". "¿Cómo qué voy a hacer? Lo mismo que venía haciendo antes", decía yo. Pero al salir de un nombre conocido venían las dudas, los signos de interrogación. Y yo seguí haciendo lo que venía haciendo, entonces era tiempo al tiempo, esperar el momento de que tu nombre crezca. Tardó más porque no estuve metido en ningún lío: si hubiera metido en algún lío tal vez mi nombre ya era más conocido…
—¿Fue como un volver a empezar?
—Sí, claro. No fue fácil. Tampoco fue "Bahiano tenía un disco bajo el brazo". Hablo en tercera persona, ¿no? "Tiene un disco bajo el brazo y sale de ahí y ya sacó el disco". No, tardé un año en ver qué quería hacer realmente, y es en ese tiempo donde decido encarar un poco los medios de comunicación y arrancar con Mp3, el programa de televisión de documentales de música.
—¿Sos de ponerte todo el tiempo proyectos, cosas que te vayan motivando?
—Sí, soy el anti Homero Simpson: no puedo estar en un sillón opinando de otros, por ejemplo. Siempre trato de tener cables a tierra que me dispersen porque la música en cierta forma es rutinaria, no la parte creativa, sino la parte del post disco. Y necesito eso porque de muchas cosas me aburro pronto, rápido, entonces siempre tengo ir tejiendo en la cabeza un proyecto, o tratar de diferenciarme con lo que venía haciendo: mis discos no son todos iguales. De hecho la presentación en el Marquee es con una big band, es un proyecto que quise armar hace unos meses. Venía pensando qué podía hacer diferente desde mi lugar, y me encontré con Daniel Camelo, músico uruguayo, director de Big Band, y empezó a armar todos los arreglos sobre las canciones que yo elegía para armar un espectáculo así. Ya lo habíamos presentado en el Interior, anduvo muy bien, y vamos a presentarlo acá.
—¿Cómo te acompaña tu familia en estos 30 años con la música?
—Mi familia es lo más grande que tengo. Tengo tres hijos. Candela, que es mayor, ya vive en Israel, en Jerusalén. Después tengo a Tadeo, que ahora cumple 16, y Santino, de 11 años.
—¿Sos un papá presente?
—Sí, sí, estoy y siempre estuve. Lo dirán ellos después, ¿no? Pero yo creo que estuve y seguiré estando. Siempre estoy pendiente de sus necesidades. Tadeo, que está entrando ya en la pre adolescencia: "Papá, voy a salir a tal lado, ¿me llevás?". Entonces estoy llevando y trayendo, una de la mañana, dos de la mañana.
—Con la imagen de un músico, entre las giras, los viajes o ese estilo de vida, uno quizás piensa que no está tanto en la casa…
—Sí, ese es un pensamiento muy común. Eso pasa cuando uno tiene menos años. Cuando uno es soltero no tiene más responsabilidad que salir de gira con sus amigos y no en el volver porque nadie te está esperando. Yo hice ese cambio a los 32 años cuando nace mi primera hija: ahí empecé a organizarme un poco más mi vida. Antes de los 32 años sí, era la bohemia total, pero después a mí me centró el nacimiento de mis hijos. Me fueron ajustando como papá, como persona, como todo eso…
—¿Qué te ajustó como persona?
—Todo. Me parece que uno también cuando va madurando, va creciendo y entendiendo muchas cosas que en otros tiempos o por diferentes situaciones no las entendía. Nada puntual. Pero yo sentía como ajustes, en el buen sentido, de calibrarte, de alinearte.
—¿Tus papás pensaron que ibas a llegar tan lejos, o no confiaron en vos?
—Ya fallecieron los dos, pero ellos siempre pensaron que iba a ser médico o arquitecto, algo más tradicional. Familia de clase trabajadora: les costó mucho todo, también mi educación les costó mucho porque querían educarme de cierta manera y en cierto lugar. Ellos pensaban otra cosa. Es más, no confiaban que la música fuera para mí un medio de vida, sino que confiaban que iba a ser un fracaso, a pesar de ver que… Pero bueno, era ese pensamiento de esa época.
—¿Te trasladaban a vos ese miedo al fracaso?
—Sí, en algunos momentos sí. Pero de chico yo tenía claro que era muy creativo. Mi primer sueldo en la panadería me lo gasté en un cassette. A mí me gustaba la chica que atendía al lado de la panadería, entonces mi papá me paga, yo voy con toda la plata en la mano y me pongo en el mostrador. Ella era más alta, rubia, me miraba de arriba para abajo, y yo le mostraba el dinero. "¿Qué puedo comprar con esto?". Ella agarra y cuenta. "¿Qué te gusta?". "No sé", porque en mi casa estaba el disco de María Elena Walsh, ponele, otro tipo de música. Y yo la miro: "No sé". "¿Escuchaste a Los Beatles?". "No". Y compré Rubber Soul. Y lo ponía en el grabador y estaba todos los días al palo…
—Y volviendo a la época de los Pericos, ¿te molesta que te pregunten de esa época?
—En cierta forma, es noticia de ayer: después de 14 años tener que andar comentando algo que ya pasó… Ambas partes hicimos borrón y cuenta nueva, cada uno está enfocado en lo suyo, y está bien que así sea.
—Es parte de tu historia.
—Sí, también, pero hay tres pasos delante de mi historia y voy siempre tratando de mutar. Si bien dentro de la listas de temas que hago en los conciertos obviamente hay canciones de la vieja época, porque fui el autor de esas canciones, no las voy a dejar de cantar porque no esté más yo en un lugar, trató siempre de que esté equilibrado entre lo que hago, lo que hice durante estos 14 años y lo que hice anteriormente.