Frente a una torta con velitas y macarons, y una mesa de dulces con cupcakes, golosinas y donas, Diego Maradona sacó de su bolsillo un anillo de diamantes y le propuso casamiento a su novia Rocío Oliva.
Hubo lágrimas, emoción, brindis con champagne Dom Perignon y un "sí quiero" de la rubia que comparte la vida con el Diez desde 2012. Ocurrió el sábado 21, cuando la pareja celebraba los 28 años de la joven -que cumplió el 14 de julio- en el country Los Berros de Bella Vista. Al menos eso dijeron los testigos.
"Estoy feliz porque este es mi último cumpleaños de soltera", le dijo Rocío al periodista de la revista GENTE.
Pero hoy el astro desmintió la noticia. En el programa Confrontados, de Rodrigo Lussich, por El Nueve, disparó: "No es un anillo de compromiso, yo voy a casarme cuando se me cante".
Más allá de las marchas y contramarchas, para Diego esta no sería su primera vez. Él ya celebró -y a lo grande- su casamiento con Claudia Villafañe. ¿Organizará una nueva e inolvidable fiesta como la del 7 de noviembre de 1989? ¿Invitará a sus amigos de todo el mundo y gastará millones en la celebración? Nadie lo sabe. Entonces, vale recordar cómo fue aquella inolvidable noche en el Luna Park donde el mundo del deporte, las celebridades, la política y el poder se reunieron para festejar junto a Maradona uno de los grandes momentos de su vida.
Mi gran casamiento futbolero
La novia entró a la iglesia del Santísimo Sacramento, a las nueve y media en punto, mientras un coro entonaba el Ave María. Le costaba moverse en su increíble vestido bordado con 800 cristales de roca, 1500 piedras y 5 kilos de canutillos de cristal traídos desde Francia.
Lo había diseñado Elsa Serrano, la modista del momento, con una falda recta que llegaba al suela y una cola de cuatro metros. El vestido "había requerido treinta metros de organza comprada en Ginebra, ocho de encaje chantilly de Lyon, treinta metros de satén comprado en Italia, cuatro costureras y 30 mil dólares", según revelan Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en el libro "Luna Park" (Sudamericana)
Claudia Villafañe caminó hacia el altar, donde la esperaba Diego Maradona, luciendo una tiara de diamantes y perlas engarzadas en oro blanco. Ella se sentía una princesa.
Lejos había quedado aquel día en que, muchos años antes, se habían comprometido dentro de un pequeño auto detrás de la Escuela de Mecánica de la Armada. Diego había llevado una botella de Sidra Real para brindar y un modesto anillo para pedirle que sea su novia. Claudia siempre recordó aquel momento como uno de los más felices de su vida.
Pero ese 7 de noviembre de 1989 Maradona ya era una estrella internacional, y su boda, con fiesta para 1200 vips en el Luna Park de Buenos Aires, era un acontecimiento que atraía a todos los medios del mundo.
Las invitaciones a la gran celebración estuvieron firmadas por Dalma y Gianinna (2 años y medio y 6 meses entonces ) e incluyeron a todos sus compañeros del Napoli, al presidente del club Corrado Ferlaino y a los integrantes de la selección argentina campeona en México 1986, con Carlos Bilardo a la cabeza.
Esas invitaciones también les llegaron a dos jefes de Estado: Carlos Menem y Fidel Castro, pero ambos faltaron a la cita.
"Nunca se supo con certeza por qué el mandatario no quiso asistir. La excusa oficial fue el paro de transporte público que se realizó aquel día (…). Sin embargo, la negativa del presidente se debió realmente al diseño de la boda. Enviados de Protocolo y Ceremonial de Presidencia concurrieron al estadio para evaluar las medidas de seguridad y aconsejaron a Menem no asistir. 'Nadie en una reunión puede estar por encima del presidente', explicaron", se explica en el libro "Luna Park".
Lo cierto es que el diseño del salón tenía prevista una tarima-escenario, de 25 metros de largo y 15 de profundidad, a 8 metros del piso, para que todos los invitados pudieran ver al astro y su flamante esposa, pero que implicaba que la familia Maradona estaría a una mayor altura que el primer mandatario argentino, algo inadmisible para el protocolo.
Diego alquiló -por medio millón de dólares, se dijo- un vuelo charter para unas 250 personas que viajaron especialmente desde Italia. Entre ellos, el presidente de la Federación Italiana de Fútbol Antonio Matarrese.
Al Luna Park llegaron con sus mejores galas Susana Giménez, Mauricio Macri -directivo de Sevel en ese entonces-, Julio Grondona -presidente de la AFA-, Fito Páez, Sergio Denis, Carlos Calvo, Hugo Sofovich y figuras del poder como el intendente Carlos Grosso, el ministro de Trabajo Jorge Triaca, la interventora de EnTel María Julia Alsogaray y el secretario de Deportes Fernando "Pato" Galmarini.
Ausentes con aviso: Silvio Berlusconi, presidente del Milán y futuro premier italiano, y el presidente de la Fiat, Gianni Agnelli.
1200 invitados y millones de dólares
Los medios italianos se encargaron de provocar a Maradona diciendo que se casaba en "un galpón", en "un gimnasio de boxeo", dejando de lado que por el Luna Park habían pasado Frank Sinatra, Liza Minelli y hasta el papa Juan Pablo II. Pero se equivocaron: el estadio se convirtió en un fastuoso salón de fiestas decorado por el escenógrafo top del momento, Miguel Ernesto Caldentey, quien a último momento tuvo un disgusto mayúsculo: por un enojo de Maradona, a raíz de una entrevista que el diseñador le dio a la revista Gente contando detalles de la boda, se quedó sin poder entrar a la fiesta y ver su gran obra terminada.
"Nadie, ni siquiera Tito Lectoure se podía dar cuenta de que eso era el Luna Park", diría semanas después Maradona.
Tenía razón. Para cambiar la cara del mítico palacio de boxeo -donde un rato antes habían hecho una exhibición los Globetrotters– en solo 36 horas, 29 camiones habían transportado 4.200 plantas que se colocaron en las tribunas del estadio, 120 personas se ocuparon de colgar cortinados de acrílico y recrear la caída de una cascada, gracias a un espectacular efecto lumínico. También se pusieron telas plásticas, simulando mármol, para ocultar las superpullman.
Los invitados ingresaron a través de una manga, como la que se utiliza en los partidos de fútbol, hasta la entrada de la calle Bouchard.
"El piso había sido alfombrado en su totalidad en color gris; el baño de hombres, con un tapiz azul eléctrico, y el de mujeres, con uno rosa. En el medio de la pista se elevaba una plataforma en la que los novios bailarían el vals que tanto habían practicado en la intimidad. La pantalla que marcó tantas noches gloriosas de box y básquet se tapó con más acrílicos. Una gran araña central, que medía seis metros de alto y usaba doce mil lamparitas, era la principal fuente de iluminación", detalla el libro.
En ese entonces se aseguró que Maradona había vendido a la RAI los derechos de transmisión de su boda en 4 millones de dólares. Se hizo un pool de fotógrafos, y los profesionales de Editorial Atlántida -que armaron un laboratorio en una sala del Luna- se encargaron de revelar y enviar el material fotográfico a todo el mundo.
Regalos, el auto que soñó Goebbles y Odisea del Espacio
Los novios llegaron al Luna en un a bordo de un Dodge Panthom 1937 descapotable, conducido por Giorgio, el portero de New York City, la disco preferida de Diego en Buenos Aires.
El auto tenía una increíble historia detrás. Había pertenecido al traficante de armas alemán Fritz Mandll, pero como era tan espectacular, durante la Segunda Guerra, el ministro de propaganda nazi Jospeh Goebbles había quedado fascinado con el vehículo y mandó confiscarlo.
"Gracias a la intervención de Hitler, aseguraba la leyenda, Mandl había recuperado su auto y, para mantenerlo lejos de las garras del Tercer Reich, decidió enviarlo a la Argentina. Años después, la familia del empresario Adolfo Donati adquirió el automóvil, que ahora le prestaban a Maradona", cuentan Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en su libro.
Claudia fue la encargada de confeccionar la impresionante lista de regalos para la boda del año, que incluía compras en exclusivas tiendas de Italia y nuestro país.
La larga lista incluía una sopera de plata de 5.000 dólares, un juego de vajilla de porcelana de 4.300 dólares, cinco botellas de miniatura de Venini 3.200 dólares y cuatro platos de cerámica que representaban las 4 estaciones por 2.900 dólares. Pero el regalo más caro fue una cabeza de caballo tallada en cristal de de Laquique valuada en 11. 430 dólares.
A las diez y media de la noche los invitados ya degustaban los canapés de caviar, salmón ahumado, trucha, palmitos, jamón serrano, langostinos, pavitas, lechones, centollas y una mesa de quesos.
Los futbolistas, las personalidades de la política, las estrellas y hasta los barra brava del Napoli (los jefes de la Curva B, Gennaro y Giorgio) deambulaban entre las 100 mesas redondas que apretadas ocupaban el enorme salón.
"A las 23:15 por fin se abrieron los biombos y el Luna Park quedó a oscuras, salvo por las luces de los centros de mesa, mientras sonaba por los altoparlantes Así habló Zaratustra, de Richard Strauss —utilizada en la película 2001: odisea del espacio—, que el DJ estrella del momento, Alejandro Pont Lezica, había elegido para la ocasión. A medida que el volumen aumentaba, el Luna se iba iluminando. Ochenta mujeres vestidas con top de encaje negro y falda se encargaron de ubicar a los invitados en sus respectivas mesas", se describe en el libro.
Y detalla la espectacular entrada de los novios: "Por fin, a las doce de la noche, el matrimonio Maradona-Villafañe hizo su entrada triunfal en el Luna. Las luces se apagaron cuando la pareja avanzó por el largo pasillo revestido. Un solo haz los enfocaba, mientras de fondo sonaba el Himno de la alegría de Beethoven y el Aleluya de Händel. Los novios caminaron hasta la tarima mientras los invitados aplaudían de pie. Susana Giménez se trepó a su silla para vivarlos".
Banquete, Danubio azul y 100 anillos de oro
El banquete concluyó a las 2.15 de la madrugada cuando empezó a sonar la música para inaugurar la pista. "Start spreading the news/You're leaving today (tell him friend)/I want to be a part of it, New York, New York", se escuchó la voz de Frank Sinatra interpretando New York, New York, como lo había hecho en vivo ocho años antes en ese mismo escenario.
"Hugo Sofovich fue el primero en salir a bailar. Para el vals, los novios eligieron El Danubio azul. Flavia Palmiero, la estrella de la televisión infantil, en tanto, entretenía a los hijos de los invitados en otro salón", revela "Luna Park".
Y continúa: "El mejor jugador del mundo decía que quería un festejo sencillo e íntimo para su familia, pero en el estadio techado más grande del país lo esperaban mil doscientos invitados, cuatrocientos litros de vino blanco Castel Chandon, quinientos litros de tinto Saint Felicien, novecientos litros de espumante Baron B y mil litros de gaseosas, que servían ciento cincuenta mozos. 'Queremos una fiesta común de casamiento como cualquier pareja', insistieron los novios para justificar por qué ni Valeria Lynch ni los Pimpinela darían un concierto durante el festejo, como se había especulado".
Los rumores aseguraron que la fiesta costó más de 2 millones de dólares. Pero esta cifra nunca fue confirmada.
Una hora más tarde llegó el momento de cortar la torta de ocho pisos y apoyada sobre un pedestal, cosa que obligó a los novios a subir a una lujosa escalera instalada especialmente para el momento crucial, mientras de fondo se escuchaba Carrozas de fuego.
El pastel tenía 100 cintas blancas para las solteras de la fiesta. Al final de cada una de ellas, un anillo de oro. Pero había una cinta especial: la que tenia un anillo coronado con brillantes. ¿Quién se lo llevó? Cali (Claudia), la hermana menor del Diez.
"La fiesta siguió durante toda la madrugada. Uno de los presentes asegura que nunca más presenció el nivel de descontrol que vio allí. A pesar del desenfreno, el único episodio que hubo que lamentar fue que Gabriel "La Morsa" Espósito, uno de los cuñados de Maradona, terminara a las trompadas con otro de los invitados", cuentan los autores del libro.
"A las 7:45, Maradona y Claudia abandonaron el Luna Park por la salida de Bouchard en un Mercedes-Benz verde que salió marcha atrás. Un automóvil negro, de la misma marca, había sido estacionado en el acceso que daba a Corrientes para despistar a los fotógrafos".
Al día siguiente los recién casados, junto a sus dos hijas, partieron a Capri para su Luna de miel. Los acompañó un séquito de asistentes liderado por Guillermo Cóppola.
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