En su última visita a Teleshow, cuando todavía no era ni un proyecto, mencionó el sueño de protagonizar Sunset Boulevard: "Lo hizo Glenn Close. Estoy madura para encarar un personaje tan dramático. Si hay algún productor que se atreva…", desafiaba Valeria Lynch, quien fantaseó muchos años con realizar este musical en la Argentina. Y siempre se topaba con la misma respuesta: "Es carísimo".
Fueron Lino Patalano y Gustavo Yankelevich quienes se animaron, y convocaron a Claudio Tolcachir para la dirección del espectáculo que le permitió a la popular cantante convertirse en Norma Desmond: "Agradezco a Dios y a la vida el hecho de poder lucirme", dice Valeria sobre la obra que se despide el 5 de agosto.
—¿Norma te hizo pensar en tu vínculo con el público, la fama y el paso del tiempo?
—Por supuesto. Lo hablamos todos los días con mis compañeros: es un poco la vida de cada uno de nosotros. Soy muy querida por la gente. Y el artista necesita alimentar el buen ego, ese que te hace sentir que estás haciendo las cosas bien, que estás dando todo de vos, y la gente lo recibe de esa manera.
—¿Da miedo de que en algún momento eso se termine?
—Sí, claro que da miedo. Uno se acostumbra fácil al éxito, al aplauso, a que te quieran. Esta es una vida que nos puede tocar a cualquiera. Mirá la Casa del Teatro, por ejemplo: tantos actores nuestros que han sido grandes, grandes, grandes, y que ahora están olvidados, por suerte contenidos en este lugar, pero la verdad que debe ser tremendo. La soledad y el olvido no queridos deben ser tremendos. No quisiera llegar a esa instancia. Dice Antonio Porchia, el poeta: "Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo". Los artistas somos eso.
—"Me das cada día más" es una canción que se ha convertido en un himno hasta en el fútbol. Estuviste en el Colón, volviste al rock, escribiste un libro… Te diste los gustos.
—Sí, me di todos los gustos pero soy una artista muy inquieta. No puedo quedarme sentada y decir: "Ay, ya está, ya cumplí, ya hice Sunset Boulevard". Ya estoy pensando, tengo dos Gran Rex programados para diciembre. También de eso se trata, de darle siempre cosas nuevas al público. A mí me gusta sorprender al público.
—Con Cau Bornes llevan 11 años y medio en pareja, y diez de casados. ¿Cómo están?
—Estamos bárbaros. Formamos una nueva familia, vino Tais (la hija de Cau, de 15 años) a mi vida y no me imagino la vida sin ella. Ahora mirando para atrás digo: "Gracias Dios mío por todo lo que me estás dando porque yo tenía una familia formada, tengo a mis hijos maravillosos que adoro, mis dos varones, Santiago y Federico, o Federico y Santiago, y llegó esta nena que me vino a cubrir un lugar en el corazón que yo no sabía que lo tenía vacío". Estoy feliz: la amo, me ama, nos elegimos mutuamente.
—Hay un vínculo con Tais que va más allá de Cau.
—Sí. Supongamos que yo me separo de Cau en algún momento: esa chica es mi hija igual y se viene conmigo. Me lo dijo ella, se lo dijo al papá cuando era chiquita: "Papá, si vos por esas cosas de la vida no llegás a estar más al lado de mamá, te aviso que yo me quedo con mamá" (risas). Es fantástica. Yo soy muy mamera, estoy mucho apachurrándola y agarrándola y besuqueándola, y ella: "Ay, mamá".
—¿Y los miedos?
—Miedos tengo muchísimos, pero hablo mucho con ella. Creo que hablo más con ella que lo que hablé con mis hijos.
—¿Qué te pasa cuando alguien le rompe el corazón?
—Me muero. Se me rompe el mío, sin dudas. Además ella es muy compinche en ese aspecto, y habla mucho conmigo de su desazón, de todo lo que le pasa, de esa adolescencia que es tan difícil.
—Hay un vínculo ahí entre ustedes que se dio naturalmente y que fue creciendo. A Tais le pasó algo muy doloroso: perdió a su mamá cuando era muy chiquita.
—Sí, a su mamá biológica, Tamara Castro, cuando tenía cinco años. Los papás de Tamara, sus abuelos maternos, nos trajeron a Tais. Yo de un día para el otro me convertí en mamá de Tais, una bebé que había pasado por una situación tremenda, espantosa. Al principio fue muy duro, pero ella es divina. Es muy sensible, canta, actúa, estudió en mi escuela siete años.
—¿Tiene ganas de dedicarse a algo de esto?
—Sí, tiene muchas ganas. Es muy buena actriz, y tiene ganas de hacer un curso en la Berkeley en Estados Unidos. Ya me está preparando para irse el año próximo, que ya termina la escuela.
—Te tiene que convencer más a vos que al padre.
—Totalmente. El padre es más permisivo. Se hace el recio pero la realidad es que yo soy la que más miedos tiene.
—Si le pregunto a Cau, ¿en qué momento me va a decir que sos insoportable?
—Siempre soy insoportable, pero nosotros aprendimos a respetar nuestras individualidades. Aprendimos a querernos pero a dejar libertad al otro. Eso lo podés hacer solamente si sos una persona adulta. Nos respetamos mucho: él se duerme a las 11 de la noche, yo me duermo a las tres de la mañana, por ejemplo.
—¿Comparten habitación o tienen dormitorios separados?
—En mi casa cerramos una puerta y tenemos los dos cuartos divididos por un pasillo. Cada uno tiene su baño, nos juntamos, obviamente, pero cuando nos vamos a dormir cada uno se va a su lugar. Aprendimos que de esa manera nos respetamos más. Cau a las 11 de la noche: "Amor, me voy a dormir", y yo me quiero matar: a esa hora empiezo, llego del teatro y estoy con la adrenalina a full, quiero ver la tele, qué pasó con las noticias, estoy con la computadora. No puedo dormirme a esa hora. Él duerme con todo cerrado, hermético; yo necesito tener aire y luz. Así que imaginate. Nos llevamos muy bien por eso.
—Y se visitan, cuando quieren…
—Sí, obvio.
—¿Quién visita a quién?
—Los dos. Pero mi cuarto es un poco más grande, entonces…
—Te quedaste con el mejor dormitorio.
—Obvio, por supuesto (risas). El mejor dormitorio y el mejor baño, porque también tenemos baños separados.
—Estamos en un momento que las parejas se permiten encontrar sus propios códigos.
—Sí, porque es una forma de respetarse también. Una de las chicas que trabaja en casa me dice, cuando íbamos a hacer el otro cuarto que era un vestidor: "Señora, no la quiere más". Le digo: "No, no es así, al contrario, como nos queremos mucho queremos respetarnos nuestros tiempos". Cada uno es un individuo, cada uno tiene sus distintas necesidades, sus libertades. Para mí tiene que ser así. Cada uno tiene mañas diferentes. A mí no me pidas dormir en cucharita porque me muero (risas). Yo quiero dormir sola, despatarrada.
—¿Qué te pasa con este momento que estamos viviendo las mujeres?
—Es un momento de denuncia, de tomar el toro por las astas y decir: "Basta", porque después puede ser mucho peor. La mujer que sufre un acoso debe denunciarlo. La mujer está en ese camino de liberarse. No soy feminista, eh, pero sí creo en la igualdad entre el hombre y la mujer. También hay hombres acosados. No hay que demonizar al hombre pero sí, si te ha pasado algo, aunque sea de palabra, de mala palabra, de tener un roce, uno no puede permitirlo.
—¿Sentís que te costó más el recorrido por ser mujer?
—No tuve ese escollo. No me costó mucho porque siempre tuve un hombre al lado. Cuando era chica mi papá fue mi primer admirador, era el que me acompañaba a todos lados. Y después fue Héctor Cavallero, que estuvo 20 años al lado mío y fue mi mánager. No tuve ningún tipo de problemas de esta naturaleza, por suerte, porque no sé cómo hubiera reaccionado. Aplaudo a las mujeres valientes, a las mujeres que realmente ante un pequeño y mínimo problema de esta naturaleza, de violencia de género, de bullying, de lo que sea, antes de pasar un mal momento dicen: "No, esto no es así". Hablar facilita mucho, el diálogo es muy importante.
—¿Qué opinás del debate que se está dando en el Senado sobre la legalización del aborto?
—Estoy a favor de la legalización del aborto porque hay muchas muertes de mujeres por no tener información sexual. Estoy a favor de la educación sexual en las escuelas. Estoy a favor de la elección de la mujer. Pero cada caso es particular: no es lo mismo una violación que un acto sexual consensuado. Es muy difícil, y creo que cada caso particular debe ser atendido muy bien. Pero estoy a favor de la legalización.
—La última vez que estuviste acá hablábamos de tus hijos y de dos posiciones ideológicas que daban algunos dolores de cabeza en las mesas familiares.
—Sigue igual. Pero decidimos con Cau no hablar más de política.
—Uno estaba más cercano al gobierno actual, y otro al anterior.
—Sí señora. Así sigue siendo, que no me parece mal. Lo que me parece mal es no poder disentir y no poder charlar y dialogar. La efervescencia es muy grande y la grieta sigue existiendo, para ambos lados, eh. Entonces con Cau decidimos que cuando nos reunimos familiarmente no hablamos de política, y lo pasamos bárbaro. Es una lástima, pero la verdad es así.
—¿Cómo estás viendo el país?
—Muy difícil. Muy pero muy difícil. Yo soy apolítica en el sentido de que no hay un gobierno que diga "este es el que me gusta o este otro". Sí voté a Macri, pensé que iba a ser una salida, ahora me da mucho miedo. Pero me da miedo toda la situación. No le veo salida, y mirá que soy esperanzada, y de los que se quedan, apuntalan y siguen trabajando. Creo que esa es una buena forma también de salir adelante, de seguir trabajando. Pero es una situación muy difícil. La pobreza es muy grande. Si seguimos con la locura de remarcar los precios y pensar tanto en el dólar… Es muy difícil la economía en este país, pero desde que yo tengo uso de razón es igual, con cualquier gobierno.
—Trabajar en lo que a uno le gusta es una fortuna enorme.
—Sí señor, por eso yo agradezco tanto. Hay que mirar para adentro y ver que estoy haciendo lo que me gusta, me están pagando, lo estoy pasando muy bien. Tengo que estar agradecida a la vida, sobre todo en un momento tan difícil como éste.
—A qué político le dedicamos "Qué ganas de no verte nunca más".
—(Risas) A muchos, no tengo uno en especial, pero a muchos. Sobre todo a los que destruyen este país tan maravilloso. Nosotros tenemos un país de una riqueza natural maravillosa. Y tenemos gente que pone el hombro y gente que trabaja, gente que sigue apostando a este país. Yo creo que hay que ver a esa gente, a los que trabajamos, a todos los que estamos en distintos sectores apuntalando al país.
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