A los nueve años comenzó a estudiar y a los 11 debutó en el teatro independiente. Mientras crecía en su profesión hizo todo tipo de trabajo. Y hoy, que triunfa en el circuito comercial, Luciano Cáceres mantiene sus propios proyectos en el off para no perder libertad.
"Tenemos un grupo muy unido, son buena gente. Es un elenco hermoso, que disfruto en el escenario y afuera. Es lindo compartir camarines con ellos", dice sobre Eleonora Wexler, Julieta Zylberberg y Fernán Mirás, sus compañeros en Dos más dos, la adaptación teatral de la exitosa película dirigida por Marcos Carnevale.
Al equipo no le faltan las cábalas previas a cada función: "Tenemos un dancing, como un boliche que organizan las chicas, y un abrazo colectivo antes de separarnos, porque ellas empiezan de un lado y nosotros por el otro", cuenta el papá de Amelia (ochos años), fruto de su relación con Gloria Carrá.
—¿Experimentaste alguna vez la situación swinger?
—No la experimenté en persona, pero sí fui a un club swinger una vez.
—¿Para preparar este personaje o antes?
—Hace como 15 años con una banda de amigos y amigas. Se había pinchado un plan y empezamos: "¿Qué hacemos?". Uno dijo: "¡Vamos ahí!". Y armamos parejas entre los que no eramos parejas. Fue realmente impresionante. Igual, lo que propone la obra es un poco más específico, un intercambio entre parejas amigas que se conocen desde hace mucho tiempo.
—La obra habla de cómo mantener la pasión en la pareja, y de los códigos. Apunta a que tal vez la fidelidad y la lealtad tienen que ver con otra cosa, y no únicamente con lo sexual.
—Exacto. Con acuerdos.
—Y a vos, ¿cómo te impactó la visita al club swinger?
—Para mí fue fuerte. También entendiendo que es una práctica que existe, y que a mí, en lo personal, no me sucedió nunca necesitar eso para alimentar una pasión.
—No te pasa por ahí.
—No, no me pasó nunca. Tampoco tuve parejas de 17 años como sucede con los personajes de Eleonora y Fernán. Que hasta que no saben que los otros están en esta práctica, no se lo habían cuestionado. Podían seguir, y eran felices. Los tiempos han cambiado mucho, las convenciones, los paradigmas. Si yo pienso hoy, estoy solo; pero si pienso en un modelo de pareja a futuro creo que reelaboraría mucho lo que tiene que ver con el deseo y ese compromiso… Se habla mucho de diseño hoy en día. Pensaría en diseñar…
—Una pareja para vos.
—Acuerdos para mí, y para la otra persona.
—Hoy estás soltero.
—Sí. Divorciado.
—Ahora también se habla más de las parejas abiertas. ¿Te imaginás en una situación así?
—No, no sé. Pero si es parte del diseño que acordamos puede entrar. La convencional no es para todo el mundo.
—¿Volverías a convivir?
—Sí, seguramente.
—¿Y tenés ganas de tener más hijos?
—También.
—¿Cómo estás como papá?
—Súper. Tengo una hija que es un gol. Es una maravilla, es un ser súper amoroso, inteligente, lúdico. Compartimos mucho tiempo y con mucha alegría, somos muy cómplices. Desde muy chiquita tenemos esta sensación de todo volverlo un plan. Para también tener acuerdos de convivencia. Llegamos, nos bañamos, la despiojo, y después hacemos la parte lúdica.
—¿Sos un papá que saca los piojos?
—Claro que sí.
—Estás separado y es interesante mostrar como se puede no perder lo cotidiano.
—Sí, la tenemos la mitad del tiempo cada uno. Compartimos eso.
—Es mitad y mitad.
—Sí. Y a veces un poquito más o al revés según los trabajos de los dos. En eso estamos muy organizados. Nuestra prioridad es nuestra niña.
—Hay un montón de parejas que terminan y les cuesta mucho poder priorizar a los chicos.
—No. En nuestro caso, Amelia es prioridad siempre.
—¿Qué no te voy a ver haciendo nunca?
—No. Lo que haga falta, siempre ahí. Esperaba el momento que empezara a tomar mamadera para poder… Envidaba esa teta. Y después sí, desde el día uno bañándola, paseándola, cambiándola. Me encanta, para mí es un re plan.
—Volviendo a lo profesional, ¿por qué siendo un actor que te va tan bien en lo comercial seguís teniendo un lugar muy importante siempre con la autogestión?
—Es mi lugar creativo. Depende mucho de mí, de los equipos de trabajo que armo, y me gusta compartir esa experiencia. Son otras aspiraciones a nivel resultado, otras búsquedas. Construí un mundito que a mí me divierte, me da mucha curiosidad, me vuelve expansivo. Hay algo ahí que disfruto mucho.
—El ardor se va de gira internacional.
—Sí, tiene invitación a festivales internacionales. Nos fue muy bien en Mar del Plata. Estamos viendo la posibilidad de hacerlo en Buenos Aires. Pero bueno, Pieza plástica, mi obra anterior, también giró. Y siempre estamos planeando cosas a futuro. Lo independiente es mi lugar de nacimiento, digamos. Yo fui concebido en un escenario independiente.
—En una relación un poco prohibida.
—En una relación prohibida, pero de mucho amor. Mis padres estaban casados, mi viejo trabajaba en la Municipalidad, mi mamá también, y mi viejo tenía un teatro independiente donde vivía durante la semana. Dormía en el escenario: sacaba el colchón de abajo para ponerlo arriba de las tablas. Mi vieja, casada con un ingeniero desde hacía nueve años, no quedaba embarazada. Un día, todos muy contentos: quedó embarazada. Pero no quedó del ingeniero, sino de mi padre. Y fui concebido en un escenario, el escenario de un teatro que se llamaba el Teatro de la Calle Rincón.
—Y desde ahí estuvieron juntos tus padres.
—Sí, se juntaron. Y mi mamá, que parecía que no podía tener hijos, al año siguiente un hermano y al otro, una hermana.
—Vos trabajaste desde muy chico.
—A los 11 empecé a hacer teatro independiente.
—Y más allá del recorrido actoral, tuviste otros trabajos también.
—Sí, un montón de cosas… Ayudante de albañilería, kiosquero, cartero. Mil cosas para ganar el mango.
—¿Era un tema de necesidad en tu casa?
—Era para poder hacer un montón de cosas. Pagar una entrada, libros; estaba todo el apoyo hasta donde podían mis viejos. Y después viajar: juntaba plata para irme de mochila. A los 14 fue mi primer viaje de mochilero, al sur.
—¿A qué edad fuiste ayudante de albañilería, por ejemplo?
—Empecé como a los 14, 15 años, después del colegio. Un poco de todo. En principio a nivel changa, laburar unos días y saber que con eso hacía tal cosa. Y después sí, laburos compatibles con todo lo que quería hacer. También quise estudiar, seguir la universidad, me anoté en Derecho dos veces, en Historia tres, y siempre me salía alguna obra, y no lo podía seguir. Nunca pasaba de iniciar el CBC de las carreras.
—A Amelia, ¿la imaginas actriz?
—Me imagino mil cosas porque ella puede ser mil cosas, te juro. Hay días que quiere ser científica, cocinera de galletitas. También le gusta mucho el arte.
—Tiene una familia muy artista.
—Muy. Está muy rodeada de esto, que también lo supo naturalizar.
—Además de actuar, la mamá canta, tiene su banda.
—La hermana (por Ángela Torres) también canta, baila.
—La hermana la está rompiendo. ¿Trabajarías con Ángela o con Gloria en un proyecto?
—Sí, claro que sí. Son excelentes.
—Con Ángela tuve oportunidad de charlar algunas veces, tenía clara su vocación y dejó el colegio. Si Amelia te dice que quiere dejar el colegio, ¿te lo bancás?
—Yo no.
—Que el colegio lo termine como terminaste vos.
—Y… me gustaría. Pero también hay edades y momentos. Es indiscutible que Ángela iba a ser lo que es. Tiene que ver con decisiones, y uno no se puede meter ahí. Hay algo, hay una fuerza de ese talento, de esa energía, que es obvio que iba a ir por ahí. Yo compartí el período hasta donde pasó a estudiar libre. Hasta ahí hice el seguimiento.
—Si Amelia tiene ganas de estudiar, sea cocina o teatro, que estudie, pero que empiece a trabajar un poco más tarde de lo que empezaste vos…
—Sí, no necesita laburar antes. Pero hay energías que son imparables. Es indiscutible que Ángela tiene que hacer lo que está haciendo.
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