"Soy escrupuloso, maniático y puntual", aseguró Óscar Jaenada, el actor que interpreta a Luisito Rey, el padre de Luis Miguel en la popular serie. En una entrevista para la revista Quien, el artista contó que para componer su personaje tomó clases de baile, de acento y de guitarra.
El actor español, además, habló de lo difícil que fue instalarse en México durante casi seis meses para grabar la serie y alejarse de sus seres queridos y de él mismo, ya que durante ese tiempo se puso en la piel de Luisito Rey. "Fue un trabajo muy duro. Dándolo todo, apartado de mi familia, de mi vida y de mí", le dijo al periodista Enrique Navarro.
—¿Dónde estás en este momento y qué estás haciendo?
—Estoy en Donostia, en San Sebastián. Descansar, ahora mismo acabo de plantar cuatro melones y dos sandías.
—Y merecido, porque acabas de estar en Cannes y sabrás que en México el éxito de la serie está desbordado. ¿En qué momento de tu carrera estás? ¿Cómo te encuentras?
—Bien, como siempre, estoy en un momento de relajo (relajación), de aprendizaje, de empapar y vivir para luego volver a dar. Ha sido un año muy duro de trabajo. Han sido dos películas y esta producción de Netflix. Ha sido muchísimo trabajo y ahora toca descansar un poco para volver con las pilas cargadas, con mucho que contar y con ganas de afinar, de volver a estar en ese nivel, como llevar una película a Cannes en el número uno.
—Visitar Cannes termina por consolidar lo que has venido trabajando en 10 años. Hace 10 años te preguntaban por qué no habías hecho teatro y decías "quiero llegar a más gente". Cannes y la serie me imagino que ejemplifican la meta.
—Es la quinta vez que voy a Cannes, que es una maravilla. Intento, y uno hace esas películas, para ya no sólo llegar a la máxima gente posible, sino para hacer un cine más de autor. Uno lo que quiere es estar ahí, en los festivales y que el trabajo esté en ese nivel. Es la cuarta, quinta o sexta vez que voy, la verdad es que ya no me acuerdo. La verdad es que uno va con muchas ganas pero todo pasa muy rápido. Bueno, la meta está en seguir trabajando, en seguir confiando en los personajes y seguir dándolo todo: trabajar, que es para lo que uno está hecho desde hace muchos años.
—Es caprichoso el trabajo actoral. Cuando interpretaste a Cantinflas, en México todo el mundo te amó, y ahora Luis Rey es uno de los personajes más odiados. ¿Se logra entonces el objetivo?
—Ya cuando ve la historia, cuando (uno) sale a interpretar y estudia, sabe lo que tiene que hacer, sabe la crueldad y sabe lo que tiene, pero eso también es increíble. Hacer a un tío que tiene su lógica dentro de su caos y su mezquindad. Este era uno de esos personajes que me permitía provocar estas cosas en el público, que bueno, uno saca su maletín y las mejores herramientas para atornillar este personaje, que en su caso era Luis Rey. Sorprendido porque mis agentes y publicistas me enviaban imágenes de Enrique Peña Nieto hablando del personaje, piñatas, camisetas y demás. A uno le hace gracia y está contento de que haya llegado al público.
—¿Y cómo se vive este éxito a la distancia?
—Muy tranquilo, te digo que estoy aquí, en el campo, preocupado de que me salgan bien las alcachofas y las lechugas, ¿sabes? Uno ya lo ve a la distancia. Fue un trabajo muy duro de cinco o seis meses ahí, con el personaje y dándolo todo, apartado de mi familia, de mi vida y de mí. Y bueno, así es como trabajo: una vez que acabo el personaje, acabo, huyo y fuera. Y cuando venga el siguiente, pues ya, metidos en eso. El trabajo ya está hecho. Los sentimientos y eso a mí me vinieron el año pasado, en el rodaje, y ahora ya es la distancia.
—Cuando construías el personaje de Luis Rey, sé que sobre el guión ibas anotando la pregunta "¿por qué?". ¿Qué paso, encontraste respuestas?
—Cuando uno apunta "por qué", los apunta en el sentido de que tengo que justificar el personaje. El por qué hizo esto, el por qué hizo lo otro, y luego tú coges la partitura y haces que todo eso suene bien. Una buena melodía. Ese era mi trabajo; la empatía con Luis Rey estaba en ese momento, en decir por qué hizo ésto, por qué llegó a hacerlo, por qué traspasó la línea. Ese "por qué" es "vamos a descubrir esto" y, al final, uno tiene que encontrar la coherencia a todos esos "por qué". Una coherencia que al final uno ve que la tiene, cuando uno dice: "esto me cuadra", entonces voy a tratar de hacer esto, de interpretar mi representación e interpretación del personaje para ver si les cuadra a ellos también. Esa es mi partitura o mi cuadro y tengo que pintarlo de alguna manera en la que la gente reconozca ahí al papá de Luis Miguel. Pero bueno, ya te digo que lo mío es empatizar esos "por qué", hacerlos creíbles, por mucho que uno esté alejado de eso. Pero bueno, a mí me pagan por ponerme en los zapatos del personaje, vestirme como el personaje, hablar como el personaje y ser el personaje. Eso, al final, te lleva a entenderlo un poquito más.
—En ese sentido, tú no sólo haces una interpretación sino que incluso te mimetizas con el personaje, como te pasó en Camarón, Cantinflas y ahora Luis Miguel…
—Esa es la idea y ese es el trabajo. Ahí es cuando uno descubre y tiene un sentimiento o una verdad artística que a uno realmente le emociona y le pone los pelos de punta, aunque lleves 25 años de profesión. Eso es lo bonito. Ese compromiso tiene su recompensa, pero es duro, fuerte, muy laborioso, pide muchas horas de estudio, práctica, muchas clases de clases de baile, de acento, de guitarra, lo que sea. Soy escrupuloso, maniático y puntual, y necesito un ritmo, quizá, un poco alto, pero luego el tiempo de estudio suele ser más corto que el de rodaje o al revés, y para eso uno necesita herramientas, compañero, contratar gente que te ayude a llevar tu caja de herramientas. Quizá debería soltar algunas de ellas para andar más ligero, pero me gusta el peso e ir al detalle.
—La investigación para ti es muy importante y en ese sentido tuviste oportunidad de hablar con Luis Miguel. ¿En qué congeniaron? ¿Cómo fue esta plática?
—En ese caso fue una plática maravillosa. Además él vino a colaborar en el primero o segundo capítulo de la producción. Fue cordial, muy amable, pero sobre todo Diego era con quien tenía más trabajo de investigación y de charla, que la tuvieron. Conmigo era cordial y me dijo un par de cosas que necesitaba saber.
—¿Y cómo fue trabajar con estos "Luis Miguel"? Finalmente, tú tienes tu personaje construido y hay tres actores que están haciendo a uno mismo. Supongo que cada quien le meterá de lo suyo; ¿cómo se logra una continuidad entre eso y tu personaje?
—Con los tres Luis Miguel, dices…
—Sí…
—Bueno, la suerte también pues precisamente, cuando a veces eh, no sé, yo creo que en este caso no hubo tal complejidad. No hubo tal complejidad porque al primer, yo al rodar la serie, que son trece capítulos, como puedes ver va dando muchos saltos en el tiempo. Era complicado mantener para los compañeros, quizá, en qué tiempo estábamos, en qué año estábamos. Yo lo tenía más fácil. Yo tenía a los chavales. Cuando tenía a Izán era un tiempo, cuando tenía a Luis era otro, cuando tenía a Diego era otro. Y eso ya me facilitaba mucho las cosas. Yo creo que me ha ayudado mucho. Yo creo que los tres, tanto Izán, como Luis, como Diego están a un nivel altísimo. Creo que se han dedicado, vamos, de una manera brutal, brutal. Yo, la verdad, es que me quedo muy sorprendido también con la calidad de ciertos actores en sus trabajos. Bueno, de César Bordón, Martín Bello, y a Maya ya la conocía.
—En tu caso, ¿cuándo encontraste el arte y quién te impulsó?
—Yo recuerdo que la madre de mi madre tenía un piso en Barcelona, en la esquina de la calle Tíboli con la Meridiana, que era una avenida muy importante. Justo en la calle pequeñita había un cine, y le pidieron a mi abuela que si podían poner un cartel de cine en su ventana para que lo viera la avenida grande y supieran que ahí había un cine. A cambio le daban a mi abuela entradas gratis al cine para la gente que quisiera. Mi madre, trabajadora como mi padre, solían llevarme a casa de mi abuela, y mi abuela solía meterme al cine. Eran sesiones continuas y veía películas con seis o siete años. Sólo tenía que subir para estar en casa de mi abuela. Bajaba y me pasaba tardes enteras. Yo creo que ahí nació algo, pero bueno, saber el momento exacto en el que uno dice "es esto", no lo tengo tan claro.
—¿Y ahora cómo sabes que un papel es para ti?
—Suelen ser muchos factores. Cuando uno lee el guión y empieza a ponerle el color de las botas al personaje, ya se está metiendo de una manera y a empatizar con el personaje. A mí a veces me pasa, pero no lo sé. Depende de muchas cosas, pero tiene que ver que haya un trabajo. Que no hay que vender humo y que hay que vender algo. Yo tengo que vender algo de mi faceta o mi profesión y mi interés. Intento mostrar siempre algo. Lo he hecho y lo haré siempre, entonces algo debe tener el personaje que también a mí me ayude a mostrar algo y que el personaje me dé algo. Que me ponga en un punto de vista al que yo no podría llegar de otra manera, es decir, aquí está el límite o hasta aquí tengo que llegar. Experimento con ciertos personajes pero trato de que tengan esas cosas, que me ponga al límite en la investigación. Si la investigación es larga y dura, suele llevar a otros sueños, a levantarte con otras ideas, y eso te ayuda a empatizar y a conocer. Hay personajes que te levantan a las tres de la mañana y ya sabes qué acento va a tener y de qué color será su cinturón.
—¿Cómo logras empatizar con todo el mundo a través del trabajo actoral? Has dado vida a mexicanos, españoles, barceloneses y has actuado en inglés.
—Y a gitanos. De hecho, en Wikipedia sale que soy gitano, pero no lo soy. Supongo que sería por interpretar a un gitano. Eso es bonito, nos lleva a conocer muchas cosas de muchas culturas distintas. Te hablo de los gitanos y de meterte en esa cultura y después tener un conocimiento brutal y maravilloso, o del flamenco, o de México, en el caso de Cantinflas, o de los cómicos o la política mexicana, o ETA, como estoy trabajando. A uno le da un conocimiento que de otra forma no tendría, una empatía maravillosa para luego, cuando uno está en casa descansando, entender.
—¿Llegas a sentir vértigo ante un personaje? A veces implica valentía, como cuando en México se cuestionó que un español interpretara a Cantinflas.
—No. En ese caso uno intenta enseñar un poquito más. Y la gente también se dio cuenta de que los actores no tenemos ninguna nacionalidad . Con Cantinflas, la gente vio que un tipo que nunca antes había estado en México era capaz de interpretar a un mexicano o a su representante mexicano más popular. Eso también fue una lección a los más escépticos y como actor un reconocimiento a los compañeros actores que me hicieron sentir México y al director, Sebastián del Amo, que me mostró México como nadie, del imitador de Cantinflas, del foniatra…
Por Enrique Navarro
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