Tras el suceso internacional de Perfectos desconocidos, el director y guionista Paolo Genovese (51) viajó a la Argentina para estrenar su nuevo filme Los Oportunistas, en el marco de la tercera edición de la Semana del Cine Italiano.
En su segunda visita a Buenos Aires, Genovese fue a ver la versión teatral de su exitosa película, que dirige Guillermo Francella. Allí, nueve amigos que comparten una cena se dan cuenta de lo poco que se conocen al realizar un desafío con sus celulares: todo mensaje o llamada entrante deberá ser compartida con el grupo.
Aunque Los Oportunistas no está vinculada a Perfectos desconocidos, el film que tuvo 10 remakes y se vendió en 60 países, su creador sí observa una continuidad. La propuesta tiene que ver con cuestionar cuánto se conoce cada uno, y sus propios límites. Los oportunistas invita a preguntarse: "¿Qué estás dispuesto a hacer por conseguir lo que querés?".
"Es una película que versa mucho sobre el tema de la moral. Cómo actuaríamos nosotros si estuviéramos sometidos a determinadas circunstancias que nos pusieran a prueba", dice su creador, y plantea un hilo conductor. "En Perfectos desconocidos la pregunta es lo poco que conocemos a los que nos rodean; en cambio en Los Oportunistas la pregunta es lo poco que nos conocemos a nosotros mismos y nos lleva a descubrir cuáles son nuestros demonios internos".
"La idea era hacer una película que nos obligara a juzgarnos -agrega Genovese-, porque hoy a través de las redes sociales nos hemos transformado todos en jueces de los demás". Y se pregunta entonces qué pasa con la mirada propia: "Esto nos obliga a juzgarnos a nosotros".
—¿Cómo te llevás con las redes sociales?
—Me llevo muy bien. No sé si sirvieron para cambiar para bien o para mal, pero evidentemente cambiaron las relaciones entre las personas. Hay dos aspectos. Uno que es fisiológico, que hace que nos relacionemos con los demás, y otro patológico, que hace que nos excluyamos, en cierta medida.
—¿Cómo nacen las ideas? ¿De dónde viene la inspiración?
—Es muy difícil entender de dónde nacen las inspiraciones. Pero en realidad, son de la realidad. Soy un gran observador de esta realidad y hablo con muchísimas personas, viajo mucho, y en base a eso me surge la idea, la necesidad de contar una historia sobre todo lo que observé. Me pongo a escribir hasta que en algún momento digo: "Esta es la historia que tengo que empezar a contar".
—¿Y cuándo termina ese proceso? Porque uno siempre puede estar ajustando o cambiando algo.
—Siempre podrías cambiar una historia. En realidad te dan ganas de soltarla, cambiarla y modificarla constantemente, pero querés darla al público. Te surge esta necesidad de que sea conocida, y hay que presentarla.
—Es muy impactante lo que pasó con Perfectos desconocidos, y no sólo en Argentina: fue un fenómeno muy importante en el mundo.
—Fue un fenómeno mundial. La comparo con una sesión psicológica donde todos nos hemos puesto a pensar sobre un tema realmente muy profundo.
—10 remakes es muchísimo.
—La van a hacer en otros países. Y yo espero que no, porque un director no ama que se hagan estas remakes. Yo quiero mi producto.
—Debe haber una contradicción ahí. Por un lado fue tan exitosa que genera esto, y da una popularidad importante; por otro lado, es un hijo.
—Es un hijo, exacto. Es como si te trajeran una persona y te dijeran: "Mirá, es igual a vos". Y vos decís: "No, no, no, no es igual a mí", porque el alma de la persona es distinta, no puede ser igual.
—¿Sentís que puede pasar lo mismo con Los Oportunistas?
—En Italia tuvo un grandísimo éxito. Es una película distinta porque es mucho más dura. Cuando salís de la sala te quedás pensando, y esto te lleva a reflexionar sobre lo que viste. La historia gira en torno a 10 personajes. Todos tienen un deseo, y hay una persona que es capaz de cumplirles este deseo, que ellos pueden obtener, pero siempre tienen que dar algo a cambio para esto. Y les pide algo terrible.
—Son deseos muy diferentes los que tienen estas 10 personas, alguno más superficial, alguno absolutamente profundo, con la vida de su hijo en riesgo. Se juegan valores, creencias, límites.
—Quería que fuera una película que no se ocupara solamente de un argumento sino que se ocupara de todos, que fuera transversal. Que cada uno se puede identificar con alguna de las historias de estos personajes y que le hiciera reflexionar al respecto.
—Y uno piensa quién es éste hombre que puede cumplir los pedidos: si es la conciencia, si es Dios, si es el Diablo.
—Para cada uno es diferente: para uno puede ser Dios, para otro puede ser el Diablo, o puede ser el espejo de nuestra propia conciencia. Es algo o alguien con quien tenemos que vérnoslas cuando tenemos que tomar una decisión.
—¿Qué es lo más lindo de hacer cine?
—Permanecer niño. Renacés y vivís una nueva vida con cada película. Cuando yo escribo una historia y la cuento, la vivo. Hice una película sobre un grupo de amigos que iba de vacaciones a Grecia, y reviví mi adolescencia, mi juventud, cuando iba con mis amigos de vacaciones. O hice una película sobre la familia y a mí me evocaba, por ejemplo, la Navidad con mi familia.
—¿Y lo peor de hacer cine?
—Nunca hubo momentos feos, nunca. Me gusta hacer lo que hago. Y siempre tenés altos y bajos, ganás un premio o no, pero te permite viajar con la fantasía a todos lados.
—¿Qué opinás del cine argentino?
—Amo el cine de sentimientos, de emociones, y este es el punto de encuentro que hay entre el cine italiano y el argentino. Amé la película El secreto de sus ojos. Están llegando algunas películas argentinas en este momento a Italia. Me gusta mucho la actuación y la forma de trabajar de Ricardo Darín, también Relatos salvajes porque con una metáfora logra contar la realidad, los sentimientos y las emociones de una manera muy fuerte. Me gusta este cine pasional. Nuestro cine se caracteriza por la pasión, no por los efectos especiales.
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