Hace calor, es verano en Inglaterra. La chacra al este de Sussex parece de cuento, y lo es. Perteneció al autor de Winnie The Pooh, Alan Alexander Milne, y no es difícil imaginar a los tiernos personajes pululando por ahí, dejando estelas de color pastel a su paso. La piscina se torna tentadora y el efecto del alcohol se empieza a sentir. Una estrella de rock, su novia, un contratista que trabaja en la casa, otra chica. El grupo se zambulle, juega. Horas después, todos duermen, menos el músico que flota inerte en el fondo del agua.
Mediaba 1969. Brian Jones estaba muerto y nadie sabía explicar qué había sucedido.
"Pasó todo muy rápido. Después de hacer un par de apariciones en la televisión, Brian se convirtió en una especie de engendro insaciable que devoraba estrellas, fama y atención. Mick (Jagger), Charlie (Watts) y yo nos lo tomábamos con cierto escepticismo. Esta mierda es lo que tenemos que aguantar para grabar discos. Pero Brian –y no era ningún estúpido- se lo tomó en serio. Amaba la adulación", cuenta Keith Richards en su libro autobiográfico Vida (Editorial Planeta), y no se guarda nada la opinión que tenía de su ex compañero de banda.
Brian Jones había formado The Rolling Stones en 1962 junto a Richards, Jagger, Watts, Bill Wyman y Ian Stewart. Le había puesto su impronta, su talento, su curiosidad de imponer nuevos y extraños instrumentos, pero la fama se lo devoró. Las drogas también hicieron lo suyo. En la segunda mitad de la década del 60 Brian vivía abstraído y "colocado", gustaba de codearse con estrellas, era amigo de Bob Dylan, Jimi Hendrix, John Lennon.
El ego y el rock and roll terminaron convirtiéndolo en un ser indeseable
Mientras tanto, se alejaba de los Stones y seguía teniendo hijos con distintas mujeres a las que abandonaba. Al parecer, fueron cinco sus hijos naturales (de los cuales varios se llaman Julian), pero no está claro si hay más por reconocer ya que los padres de Brian no estuvieron dispuestos a realizarse ningún tipo de análisis.
Es que esta familia de clase media de Cheltenham, que lo había llevado por el buen camino del jazz y la cultura, ya no podía lidiar con este hijo al que el ego y el rock and roll terminaron convirtiendo en un ser indeseable, aún para sus pares. Richards no tuvo empacho en referirse a Brian como "un incordio, un accesorio podrido". Este desprecio incitó a que, junto a Jagger, terminaran por hacerle bullying: "Brian tenía un coche enorme, un Humber Super Snipe, pero como era bajito tenía que sentarse encima de un almohadón y así ver por dónde iba. Mick y yo le robábamos el almohadón para reírnos un rato. La clásica y cruel broma de colegio".
La bronca venía porque en los últimos años que compartió con los Stones, Brian apenas aparecía. Y como la marca del grupo eran las dos guitarras, Richards tenía que terminar aprendiéndose su parte y la de Jones, además de buscar con qué artilugios reemplazar la ausencia del otro instrumento.
Fue en septiembre de 1965 cuando el stone rubio conoció a Anita Pallenberg, en el backstage de un concierto en Munich. La modelo los había seguido hasta Berlín y, después de unos meses, empezó a salir con Jones. Como viajaba mucho, intentaba pasar por Londres para alimentar esta relación, que enseguida se vio teñida de violencia.
Brian sentía que el ácido lo hacía parte de un grupo de elegidos, ya que por ese entonces sus compañeros de banda sólo lidiaban con la marihuana y, a veces, con las anfetaminas. A fines de 1966, Brian había empezado a alejarse del grupo de un modo informal y pasaba sus días con Anita en Courtfield Gardens. Al no estar trabajando juntos, Keith Richards se acercaba bastante a la casa de la pareja, en la que nunca estaban solos porque la fiesta era continua. Richards la describe en su libro como "Anita, la muy sexy hija de puta".
Esta modelo que hablaba tres idiomas y era dueña de una belleza cautivante mantenía un vínculo muy violento con Brian. "Algunas noches podía escuchar los golpes y ver salir a Brian con un ojo morado. Brian era un golpeador de mujeres. Pero la única mujer en el mundo a la que no te convenía intentar pegarle era a Anita Pallenberg. Cada vez que se peleaban, Brian terminaba vendado y lleno de moretones", cuenta Keith.
Brian y Anita tenían una relación violenta. La modelo terminó quedándose con Keith
Anita venía del mundo del arte, se había criado en Roma y había estudiado en Munich, fue amiga de Andy Warhol en Nueva York y tenía los mejores contactos de Londres. "La relación de Brian con Anita había llegado a un callejón sin salida por culpa de los celos cuando ella se negó a renunciar a sus trabajos como actriz para dedicarse a estar en casa como una geisha, una fan, un puching-ball y cualquier otra cosa que se le fuera ocurriendo a Brian, incluida la participación en orgías, cosa a la que Anita siempre se negó rotundamente", confiesa Richards en su libro.
En medio de esta crisis constante, Brian, Keith, Anita y una modelo amiga emprendieron un viaje por Europa. Fue en Toulouse donde Brian queda internado en el hospital local debido a una neumonía y los otros tres siguen camino. Bajan por España y, según Richards, fue entre Barcelona y Valencia cuando se dieron cuenta de que estaban enamorados, aunque algo de culpa lo carcomía: "Yo no podía avanzar sobre la chica de mi amigo, ni siquiera con ese amigo convertido en un verdadero idiota".
El hecho que terminó de unir a Keith con Anita no fue un beso: "En el asiento de atrás de aquel Bentley, en algún lugar entre Barcelona y Valencia, Anita y yo nos miramos y la tensión era tan grande que para cuando me quise dar cuenta ella me estaba haciendo una mamada". Después de este acercamiento íntimo, la relación quedó en pausa hasta que todos llegaron a Marrakesh, Brian incluido, más pegado al ácido que nunca. También eran de la partida Mick Jagger y su pareja de entonces, Marianne Faithfull.
Aunque trataron de frenar el impulso, Anita y Keith seguían enganchados y la última jugarreta de Brian para con su novia fue la gota que rebasó el vaso. "Brian invitó al hotel a dos putas muy tatuadas, las paseó por el pasillo y las metió en su habitación, mientras intentaba obligar a Anita a sumarse a la escena, humillándola adelante de esas dos. Empezó a tirarle la comida que estaba en las bandejas que había pedido que les subieran". Así describe Richards la última escena del músico y la modelo como pareja.
Los recientes amantes decidieron entonces huir y vivir su amor en libertad. Volvieron a Londres, gracias a la complicidad de Tom Keylock, un asistente de los Stones, de esos que arreglan cualquier lío. Cuando Brian se dio cuenta de que ya no había nadie en el hotel –todos los miembros del grupo se habían marchado– enloqueció, y pronto él también regresó a Inglaterra.
Allí el descontrol de drogas, el despecho y la soledad hicieron estragos, iniciando una caída sin retorno. Fueron años de autodestrucción y bastante alejado de los Stones. A comienzos de junio de 1969 Mick Jagger y Keith Richards se acercaron a la granja Cotchford. "Hey, Brian, se terminó, man", fueron las pocas palabras que pronunció Keith, mientras Mick hacía las veces de policía bueno y le dejaba en claro el porcentaje que le correspondería por las regalías de la banda, de ahí en más. Poco pudo gozar de ese dinero: un mes después, Jones estaba muerto.
Los Stones ya estaban grabando en el estudio con Mick Taylor, el reemplazo de Brian que ya se venía probando desde antes, cuando sonó el teléfono y la noticia pegó fuerte en el seno del grupo. Estaba drogado y alcoholizado antes de caer en la piscina, pero entonces, ¿por qué se sospecha que pudo haber sido un asesinato?
Lejos de echar un manto de piedad, Richards se ha encargado de sembrar más dudas alrededor de este caso: "Conocí a Frank Thorogood (el contratista que estaba trabajando en la casa de Jones), que en su lecho de muerte confesó que él había ahogado a Brian en la pileta, donde lo encontraron muerto pocos minutos después de que otra gente dijera haberlo visto todavía con vida".
De todos modos el guitarrista reconoce que tomar sedantes y disponerse a nadar no suele ser la mejor combinación. Pero insiste en la posibilidad del asesinato: "Por ahí (Thorogood) lo empujó, pero su intención no era matarlo. Seguro terminó hartando a los obreros, quejoso hijo de puta. Más allá de que ellos hayan estado o no ahí, su vida había llegado a un punto en el que nada tenía sentido".
Pese a todo, la noticia de la muerte de Jones pegó fuerte en el seno del grupo
Con 27 años cumplidos, la historia de Brian Jones terminó abruptamente. Pocos días después los Rolling Stones utilizaron el show en Hyde Park de Londres como homenaje para despedir a su compañero, ese 5 de julio. Lo cierto es que el concierto ya estaba previsto de antes y el motivo era presentar a Mick Taylor como nuevo guitarrista de la escudería más importante del rock and roll.
No sólo los Stones siguieron (y vaya que lo hicieron); también el romance de Anita con Keith prosperó: juntos tuvieron tres hijos (uno falleció poco tiempo después de nacer) y si bien se divorciaron, fueron amigos hasta la muerte de la rubia, el 13 de junio de 2017.
Aunque haya pasado casi medio siglo, ese verano de 1969 sigue siendo una herida abierta para la banda de rock más grande del mundo que, además de una centena de canciones, también dio a luz a la primera leyenda del "Club de los 27".
Por Marianela Insua Escalante
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