"Me moría de ganas de volver al teatro, de tener al público tan cerca y hacer esta obra que es tan importante porque ayuda a fortalecerte", dice Soledad Silveyra, una de las protagonistas de Lo que nos une.
La obra habla de los vínculos y de cómo recomponerse a las perdidas. Allí, Solita encarna el papel de madre del personaje de Gabriela Toscano. Es quien, por momentos, trae aire fresco y risas en medio del dolor más terrible que cualquier persona puede imaginar: la muerte de un hijo de cuatro años.
—¿Cuál fue tu peor miedo en la vida?
—Obviamente, la pérdida de un familiar. Eso como miedo. Y como realidad, la pérdida de mi hermano, que para mí era como un hijo. Me acuerdo siempre que la Piccio me dijo: "Vos estás así porque no se te murió un hermano, a vos se te murió un hijo". Yo le llevaba 10 años.
—Son dolores impensables.
—Los otros días vino una amiga que perdió a su hijo a los 25 años en un accidente, y me dijo: "Sabés que me la banqué muy bien, me hizo muy bien (ver la obra)". Más allá de eso, es un hecho dramático, y no en el sentido de la tristeza sino de que es una buena obra de teatro, es un premio Pulitzer.
—Y no apela al golpe bajo.
—Tiene sobre todo una estructura. Personajes como el de Maida y el mío pueden aportar un poco más de aire en el sentido que es donde más aparece el humor. Yo me divierto mucho y al mismo tiempo caigo. Es una gimnasia del alma: estás en la risa, y a los tres minutos ya estás en la emoción, o al revés.
—Tomás Kirzner fue criticado en un momento en las redes sociales, y vos lo respaldaste fuertemente.
—Para mí está muy bien. Yo le pregunté a él porque no estaba al tanto, pero fue muy escueto. Le pregunté a mis compañeros y me dijeron que fue un comentario de Twitter y Araceli (González) salió a contestar. Y bueno, yo como madre tal vez hubiera hecho lo mismo (risas). Porque es injusto: está muy bien el pibe, muy bien.
—A vos, cuando te tocaban a los tuyos, ¿qué hacías?
—Lo que pasa es que la historia de mis hijos, tal vez como a tantas madres actrices, pasa más por los besos o por lo que le puedan decir en los colegios. Por ejemplo, he hecho desnudos en el cine y un día mi hijo mayor con 12 años, 13 años, hoy tiene 46, me dice: "Vieja, en el colegio me cargan". Ahí empecé a tomar otro perfil. Como me pasa ahora con el abuelazgo. Me dicen: "¿Tuviste algún episodio en tu vida con todo esto que nos está pasando. y toda esta lucha de las mujeres y la violencia?". A mí me pasó de todo, pero yo no podría contar hoy las cosas que me pasaron porque tengo dos nietas mayores, de 10 y de 9 años. Si no se los digo a ellas, que no llegó el momento, no me gustaría que lo escucharan. Los chicos en los colegios comentan, hablan. Entonces reconozco que a mí el abuelazgo me ha cambiado muchísimo (tiene cinco nietos: Inés, Clarita, Milo, Simón y Río).
—Y en ese amor que es el abuelazgo, ¿de qué quisieras protegerlas a Inés y Clarita?
—Cuando vine de España les traje unas bolsitas que compré en una librería feminista de Madrid que dicen: "Princesa, vos sos dueña de tu destino". Quiero que ellas sean independientes, que sepan manejar su independencia. Que sean educadas por sobre todas las cosas. Sensibles. Que tengan sentido del otro. No hay momento, no me pierdo pie cuando la tengo calentita a Inés en la cama y me dice: "Ay, que lindo Tatita estar así, calentita con vos en la cama"; y le digo: "Pensá en todos los chiquitos que no tienen la camita calentita". "Ay, Tatita".
—Vos fuiste una mujer muy cercana a la política por distintas cuestiones en la vida, por parejas, por algún rol tuyo como candidata.
—Sí, un equívoco. El cual asumí.
—¿Vamos a llegar a dejar otra Argentina para tus nietos?
—Mientras sigamos teniendo la cantidad de jóvenes sin estudios, sin preparación, va a ser difícil. Si no trabajamos las raíces va a ser muy difícil. Más allá de las economías, y si ponemos la maquinita, si sacamos la deuda. Acá hay un Estado que tiene que reunir a todos sus políticos. El otro día escuchaba los millones de dólares que de golpe tienen algunos argentinos. Es muy dispar la cosa. Son tantos millones que no te alcanza, agarrás la calculadora y no te da. Vos decís: "¡Guau, tantos millones y tanta disconformidad!". Tenemos que ser ciudadanos, tenemos que elevarnos nosotros, tener el sentido del otro, darnos cuenta.
—¿Creés que tenemos que enojarnos más como ciudadanos con los políticos?
—No, el enojo no sirve de nada. Creo que no sirvió de nada tampoco en el momento del "Que se vayan todos". Las democracias se manejan con partidos políticos: los que tienen que modificar son los partidos, son las estructuras, las campañas, la guita.
—Hoy, ¿a quién le creés?
—Hoy creo en el teatro, creo en mí, creo en mi familia. Espero que podamos salir de esto, por sobre todas las cosas. Pero la verdad que estoy muy preocupada, como todos. Es que es lógico que lo estemos, además.
—¿Por qué estás soltera, Solita?
—(Risas) No hay tiempo para un hombre ahora.
—Tenés un montón de candidatos.
—No. No se me acerca ninguno (risas).
—No te creo.
—Tampoco yo doy mucha oportunidad. En cuanto puedo voy a ver a los nietos, y no tengo tampoco la necesidad hoy en día de tener una pareja. No te voy a negar que cada tanto el abrazo masculino se extraña, por supuesto: me encantaría. Pero bueno, tengo buenos amigos que me abrazan (risas).
—¿Touch and go sí?
—No tengo edad para touch and go. No, no. Estás hablando con una anciana, Tati (risas).
—Soledad Silveyra, tenés montón de candidatos. Te van a venir a buscar al teatro. No te creo nada.
—(Risas) Bueno, que vengan.
—¿Que vengan con flores, con bombones, con joyas?
—¡No! No, no, nada de joyas por favor. Jamás pude aceptar. Obviamente sí, que me paguen una comida. La cortesía, sí. Pero yo no sé pedirle plata a un hombre, no tengo la menor idea. No sabría. Es un momento de mi vida que no lo podría resistir. No sé, vendo lo que tengo, le pido a una amiga, pero no le puedo pedir plata a un hombre, no puedo…
—Siempre trabajaste.
—Desde los 12 años, desde chiquita sin parar. Y hay que juntar para las expensas.
—¿Estás al día hoy con las expensas?
—Sí, sí, estoy al día, gracias a Dios. No he dejado nunca de estar al día, por suerte.
—Es interesante romper ese mito: hay gente que piensa que los actores son millonarios.
—No somos millonarios.
—Una actriz de tu trayectoria, ¿puede dejar de trabajar, si quiere?
—No. Tendría que vender lo que tengo e irme a un departamento de 2 ambientes. Yo tengo dos casas: una en la que vivo y otra que alquilo. Hay que renunciar a todo lo que hiciste hasta ahora. Esperemos que no.
—Entonces que no vengan con joyas al teatro: vengan con bombones o con flores.
—Con nada. Con educación. Y hacerme reír, nada más. La risa es lo más importante de la vida.
—¿Te salvó alguna vez la risa?
—Sí, muchas veces, sí. Es una gran aliada. Y además, lo bueno es que cuando uno se ríe es espontáneo. Solo los actores podemos mentir con eso (risas).
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