Alejado de la televisión, Mike Amigorena visitó Teleshow para hablar de otra faceta de su carrera como actor: el cine. El también cantante protagoniza la película No llores por mí Inglaterra, que se estrenará el 31 de mayo.
Pero además el mendocino detalla su nueva actividad, a la que llama Jubilandia. Consiste en ir cada semana a un geriátrico distinto para hacer música folclórica para los abuelos.
—¿De qué se trata No llores por mí Inglaterra?
—Es una película muy grande, con un presupuesto enorme, con mil extras. Y de alguna manera nos cuenta la historia de nuestro deporte: cómo el fútbol llega a nuestro país de la mano de los ingleses a modo de entretenimiento, para que lleguen los hombres. Mi personaje, el general William Beresford, implementa el fútbol para entretener a toda la comarca, a la Colonia, y así poder conquistar cuando fueron las Invasiones Inglesas al Virreinato del Río de la Plata. Es una película para toda la familia.
—¿Qué fue lo que más disfrutaste de este proyecto?
—Me gusta mucho interpretar a alguien que existió. Cuando Néstor (Montalbano, director del filme) me propone hacer de William Beresford, me llaman la atención determinadas características suyas, como que es muy apegado a su madre. Junto con el maquillaje: es un personaje que lleva dos horas de maquillaje. Tenía que tener el pelo corto, por eso me quedó así: ahora ya me lo empiezo a dejar largo, pero tenía una calva de dos horas para la preparación. Y mientras más tapado (por el maquillaje) estoy, más divertimento, más puedo volar: es el niño mágico sale a flote. Cuando es un poco más real, más lavado, es más complejo.
—Con una máscara, ¿te sentís más protegido?
—Claro. Y como yo no soy eso que se está viendo, cuando estoy así soy más impune.
—¿Cuánto te afectan las críticas?
—Sé discernir: la crítica objetiva, la subjetiva. La crítica la tenés que tomar para aprender, para saber lo que se ve. Es muy importante la crítica. Y como todo lo hago de la mejor manera posible, cuando no pasa eso soy consciente; o sea que me merezco la crítica negativa en el caso de… No me hace nada la crítica, solamente la tomo como aprendizaje, tanto que me alaben como que me denuesten. Las recibo pero ninguna de las dos las hago mías. Es para aprender.
—¿Como ves la ficción argentina hoy?
—La veo quieta, por ahora. Son momentos en donde no hay que mover mucho, salvo que tengas muy en claro lo que querés. Pero me parece que es un proceso largo, que las redes, los medios on demand, Netflix, vinieron a imponer un método al que no estamos acostumbrados. Entonces empieza a abatatarse el productor, y los guionistas. Pero nosotros somos una cabeza muy inteligente: somos indisciplinados pero muy creativos gracias a la desesperación. Así que en algún momento vamos a repuntar, como desde hace mucho lo está haciendo el cine independiente. Ahora no hay tantas obras de teatro porque la gente está quieta, está necesitando armonía. El mundo está como convulsionado, no solo el país.
—¿Lo ves a nivel global?
—Me parece que sí. Uno no tiene que esperar nada de afuera, de un gobierno: el mejor camino es empezar a hacerlo por motu proprio ¿entendés? ¿Qué puedo hacer yo para estar mejor?; no depende del Gobierno. No, no. Para mí, es mi punto de vista, ¿no?
Mi hambre no está más en sobresalir en un elenco o conseguir el papel de mi vida
—¿Es difícil hacer cine en Argentina?
—No. El punto es confiar en tu idea y no necesitar apoyo de afuera. El afuera viene cuando ya estás armado. Cada vez que hice algo, fue porque lo hice por mí, no es que me ayudó alguien. Después vienen y te apoyan las empresas, los canales… Pero si vos no tenés algo que proponer, por más que venga el mejor gobierno y te dé plata para hacerlo… ¿Cuántas cosas feas o sin sentido se hacen porque te ayudan? Bueno, ¿cuántas cosas lindas se hacen "a pelo", como se dice?
—Hiciste algo muy lindo los últimos meses: ir a cantar a geriátricos a tus tiempos libres.
—La idea nació porque llegué a ese momento en la vida en que ya tenés que empezar a dar, más que a pedir. Tengo mucha afinidad con los abuelos, con la gente grande, desde muy chico. Así que junto con amigos, con Gerardo Chendo y Andrés Dadamo, que son hermanos míos, actores, colegas, decidimos empezar a entretener, a darle una hora de alegría a la gente que por muchos de nosotros está olvidada. Y es justamente gente que ha llegado a la meta, que vive en la meta; o sea, no hay carreras para esa gente. Entonces, hay un intercambio muy noble y muy nutritivo para el espíritu, para el alma.
—¿Cuánto tiempo le dedicás?
—Es un show por semana. Tocamos el timbre y cantamos tangos, boleros, todas canciones que los abuelos conocen de toda la vida, y que vivieron. Marchas patrias, canciones de misa, chacareras, zambas. La música es una conexión universal de toda la vida, es un puente directo al alma. Entonces, para el abuelo es como agua para una planta sedienta. Y eso lo agradece. Y ese agradecimiento es el que nosotros necesitamos para ser, no sé… imbatibles, imbatibles por la decadencia de nuestra sociedad, por la pelea, y la pelea, la pelea, la pelea… Yo me limito no a pelear, sino a entretener.
—Cuándo salís de ahí, ¿qué te pasa?
—Es un antídoto, un combustible, que te hace valorar lo que tenés. Y que va a llegar lo que te va a hacer bien. Tenés que estar disponible.
—¿Esta acción apareció en este momento de tu vida por algo en particular?
—Debe ser por plenitud, por suerte. Porque ya no tengo más apetitos, objetivos por cumplir objetivos. Esto te tiene que nacer: no es fácil ir a geriátricos.
—El tiempo es lo más valioso que tenés.
— Sí, sí. Te querés mantener más joven, querés comer rico, ¿todo para qué? Siento que conseguí algo que ahora lo tengo que repartir. Mi hambre no está más en sobresalir en un elenco o conseguir el papel de mi vida. Y tengo proyectos: voy a sacar mi segundo disco solista, estreno otra película en septiembre, voy dos meses a España a hacer la obra de teatro El amor sos vos. Siento como que soy un comunicador de la mediación ¿no? Desde mi humilde punto de vista es posible vivir liviano, no vivir peleando. Cuando no necesitas más, irónicamente la vida te das más de lo que recibís.
Cantar para los abuelos es algo que te tiene que nacer: no es fácil ir a geriátricos
— Hoy estás en un estado más zen, más alejado de los medios, más calmo.
—En realidad, siempre fui así. Me ganaba el hambre que tenía para hacer lo que quiero, para que me conozca la gente, pero una vez que llegas ya está. No me puedo poner máscaras, ya hay cosas que no puedo hacer porque no me salen; solamente te salen a través de la desesperación, cuando tenés hambre, cuando querés que te conozcan… Ahora ya no. Entonces, hay un aparato tuyo que se apaga para siempre. Y todo lo que tenés, es la esencia.
— Y volver a eso.
— Y volver a eso. Estoy cada vez más mendocino, más de Maipú, de mi tierra, cada vez más hablo en la tonada. Volví a lo que soy.