La historia de Paz Ferreyra es de una continua ruptura de paradigmas. De una cadena infinita donde fue rompiendo eslabón por eslabón. Lo hizo con su familia conservadora cuando anunció su elección sexual. También cuando eligió casarse con un hombre, después de haber vivido varios amores con mujeres. O cuando, en una crisis profunda, sin trabajo y sin techo, decidió vivir de la música. Y así nació Miss Bolivia.
¿Cuál será el próximo eslabón? Paz -o Miss Bolivia- ya lo estará buscando.
—¿Te considerás feminista?
—Sigo al movimiento y me siento parte desde el primer día, de modo ético, político y militante. Y desde mucho antes de que existiese Miss Bolivia yo me siento una militante por los problemas de género, ¿no? Por la lucha que me atraviesa, por la desigualdad de derechos y de posibilidades, también por la violencia machista.
—¿Dónde notas mayor desigualdad entre el hombre y la mujer?
—La siento como una cosa atomizada que está en todos lados porque la sociedad está formateada de un modo desigualitario. Pero en las cuestiones laborales es uno de los lugares donde siento mayores desigualdades. Otro de los lugares donde veo mayor desigualdad es en el tema sanitario, en la salud. Bueno, uno de los ejes de la marcha fue la despenalización del aborto. Y creo que ese es el foco donde mayor se visibiliza ésta desigualdad: en temas de salud pública. Donde la mujer está realmente dañada y está puesta en un lugar de desventaja, de daño absoluto y de abandono de parte del Estado, y de la sociedad en su conjunto.
—¿Creés que Argentina está preparada para tocar temas como el aborto?
—Sí. Estamos listas y listos hace mucho tiempo. El aborto es algo que existe desde el principio de los tiempos, y cada vez es mayor la tasa de muertes por abortos clandestinos. Es un dato, y una realidad que existe. Entonces, cada vez se torna más urgente debatir y ponerlo en agenda a nivel epidemiológico, a nivel salud pública y tomar el toro por las astas. Yo tengo fe, esta vez…
—Muchos ponen la religión como escudo.
—La religión, sobre todo católica, es uno de los impedimentos máximos. También la asociación de las políticas de estado al estar atravesadas por la Iglesia. Y cuando la religión pone las creencias por sobre la realidad y por sobre la agenda de la salud pública, es un problema muy importante. Somos un Estado laico, la Constitución lo dice, y creo que eso habría que ponerlo en efecto y desvincular de una vez por todas la religión, porque atrasa, involuciona, genera daño. También hay muchas ideologías de derecha que traducen en las y los votantes que votan en contra de ésta ley.
—Trabajando de psicóloga, ¿te acordás cuando te llamaron para asistir a los familiares de Cromañón?
—Sí, estaba en una fiesta de fin de año justo con mis compañeros, con los que fuimos a trabajar después. Cuando trabajás todo el tiempo en situaciones extremas empezás a naturalizar un poco la urgencia, la emergencia, la muerte, el dolor. No es, por decirlo mal y pronto, que te chupa un huevo, sino que es como una herramienta para poder operar: trabajás con la disociación instrumental. Es como si un doctor se trabara al ver sangre o muerte. No, tenés que poder seguir. En ese momento nos llamaron y nos dijeron: "Hay un chico que falleció en un boliche". Trabajábamos en un sistema de guardia, y enseguida lo que pensé, honestamente, fue: "Pero no estamos de guardia… ¿Se murió un chico? Llamen a las personas que están de guardia". Y llamaron enseguida: "No, hay dos", "Hay tres", y así. Prendimos la tele y vimos que esto se iba de las manos, que no era un accidente puntual donde un chico había tenido un accidente, que es igual de horrible y de trágico…
—¿Cómo te cambio ese hecho?
—Fue muy duro. Te das de cara con lo antinatural, con el desastre y la tragedia. Con la injusticia. Comprendí en muy pocos minutos cuestiones parentales, como de la maternidad y de la paternidad, que de otro modo nunca hubiese comprendido. Comprendí la maternidad sin ser mamá, por ejemplo. Comprendí el impacto de lo real y la irrevocabilidad también de la muerte. Si bien mi papá se había muerto, había sufrido muertes cercanas, esto fue la bofetada más fuerte. Y me reorganizó muchísimo el paradigma de mis prioridades. Reprioricé en la vida.
—Hace poco te casaste…
—Me casé, sí. Con un varón encima. Tuve mi década de novias mujeres, concubinas. Y después de eso vino el amor, y fue un varón esta vez.
—¿Cómo fue ese cambio?
—Fue súper orgánico y natural. Porque en realidad no puedo decir que fue un cambio estructural dentro de mí. No te podría decir: "Ahora me gustan los varones". Me enamoré de una persona que es varón. Y qué sé yo… Tengo este resto de amor romántico bueno, de estar por los tiempos de los tiempos con mi marido, pero si algún día me separo yo no te puedo decir: "Bueno, me gustan los varones". A mí me encantan las mujeres. Me encantan, me fascinan. Y eso es algo que no cambió en mí. Simplemente que mi corazón y mi libido en este momento están con una persona varón.
–¿Lo pensaste mucho?
-Tuve un enrosque como de una semana, más o menos. Y me hice preguntas, porque me vivo haciendo preguntas. Como cuando tuve mi primera novia o mi primer amor mujer. Me pregunté: "¿Esto coincide con mi deseo? ¿Realmente quiero? Sí". Entonces, ahí que pegue la acción con el deseo.
—¿Cómo lo tomó tu familia?
—Tengo una familia de origen muy conservador, venimos del campo, bah, del Interior. Y también católica. Entonces, era como salir del canon, realmente. "Hola, ma, te presento a mi novia". Y sí, por supuesto, por dos semanas en mi casa hubo un shock porque estallé el guión de lo esperable. A mi mamá, por ejemplo, le habrá tomado diez días más o menos entender. Y vio que yo…
—Trabajaste también en el Canal de la Ciudad.
—Sí, después de Cromañón. Empecé de "che, pibe" en la producción. Estuve muchos años trabajando. Fui asistente de producción, después productora y al final ya escribí algo de contenidos para el canal. Me encantaba. Estuvo increíble. La producción es un oficio muy demandante.
—¿Por qué te fuiste?
—Me echan cuando asume la gestión de Macri. Entró en una gran ola de despidos porque no daba con el perfil.
—¿Cómo es no dar con el perfil?
—Quizás, para las políticas comunicacionales y estéticas que quería manejar la nueva gestión mis ideas y mi forma comunicacional no eran convenientes. Yo he vivido situaciones de censura en la pantalla porque no querían que haya dos hombres besándose. En una campaña, por ejemplo, había que explicar que el SIDA no se transmitía por la saliva. ¿Cuál era la mejor manera? Editar muchísimos besos plurales, de distintos tipos de perfiles, con una canción de fondo. Es lo más básico para comunicar. Bueno, ahí hubo censura de besos entre hombres, por ejemplo: "No quiero putos en la pantalla". Y yo, ante axiomas de ese tipo no me quedo callada, no puedo.
—¿Qué te dijeron? ¿"No venís más"?
—"No vengas más". Y dije: "Mándenme un telegrama". Me dijeron: "No, no, así está bien".
—¿Te llegaron a pagar lo que te debían?
—No, porque había un régimen de contrato de relación de dependencia encubierta, que es algo que se llamaba planta transitoria o algo así, donde vos tenés que facturarle al Estado en forma continua, y sos un proveedor en vez de un empleado en relación de dependencia.
—¿Como hiciste para pagar el alquiler y tus cuentas?
—Me había separado hacía un mes y estaba sin casa porque me fui yo. Sin casa y sin laburo. Era lo peor, lo peor… Pero siento que cuando estás en esos momentos de crisis total, absoluta, es el momento para barajar y dar de nuevo. Y así fue que hablé con una amiga, Paula Maffia, cantante de Las Taradas, que tenía una casa enorme en La Boca y se vivía en comunidad. "¿Puedo ir ahí?", le dije. Y me fui a lo que era una panadería en desuso, donde era la cocina. La pinté, puse un colchón en el piso, y viví un año y medio en esa cocina.
—Cuando empezaste con Miss Bolivia, ¿estabas sin trabajo?
—Dije: "Yo voy a trabajar de cantante". Me lo propuse. Era psicóloga, si quería podía volver, también a la producción. Y dije: "No, voy a producir y a realizar mi proyecto autogestivo", que es Miss Bolivia. Y fue rarísimo porque dejé atrás mi condición de asalariada y pequeña burguesa, por decirlo de algún modo, con vacaciones, aguinaldo, estabilidad. Cambié el taxi por la bici y el skate. Me fui a vivir a La Boca, pero en La Boca profunda, digamos.
—¿Y por qué sentías que eso era lo mejor para vos? Porque es un cambio, totalmente.
—De paradigma absoluto. Sentía algo vocacional que nunca lo había sentido antes, algo del orden del deseo absoluto, de lo animal ¿no? También una necesidad… No dormía, escribía canciones. Había una cosa que bajaba, de mucha información. Sentía el compromiso. "Tengo tres, cuatro canciones, quiero hacer un disco, ¿cuántas canciones necesito? ¿Trece canciones? Ok". Empecé a trabajar con un productor en Haedo y me tomé el Sarmiento desde La Boca todos los días, durante un año, ida y vuelta. Así hice mi primer disco, con los ahorros que tenía.