Quiere seguir en el escenario, pero cambiando de personaje. O más bien, tomando el rol que más le gusta. Porque Benjamín Amadeo hará a un lado la actuación para hacer lo que tanto relegó: música.
El hombre detrás del disco Vida lejana se presentará el 14 de abril en el Teatro Ópera. Contará nada menos que con Abel Pintos oficiando de telonero. Y fue el propio Abel el encargado de brindar la noticia en un divertido video.
—¿A qué creés que se debe tu crecimiento tan rápido con la música?
—Yo pienso que, más que rápido, se dieron como pasos sólidos: se hizo un disco muy en serio, con mucha honestidad y con cosas que realmente tenía ganas de decir. Se hizo un disco que ganó cierto respeto, y eso me interesa mucho porque el respeto dura mucho más que la atención: es más fácil ganar la atención que el respeto. Pero el disco se respetó. Y fue muy reconocido también por los músicos, y estoy muy agradecido de eso porque me da mucho respaldo y también con la gente, que mira con prejuicio mi proyecto, que sé que existe…
—¿Generás muchos prejuicios?
—Sí, sí, obvio. Está ahí y es natural.
—¿Por qué? ¿Por la actuación?
—Claro. Igual, me parece natural, no lo veo como algo malo. Me encantaría que escuchen las canciones.
—¿Eso lo recibís mucho en las redes?
—Sí, lo veo en todos lados. También están los que celebran el proyecto y les gustan las canciones que voy sacando, lo que van escuchando. Para algunos que leo en las redes soy como un placer culposo porque se asocia, digamos, a lo que viene del lado de la actuación, y entonces tiene como un tinte quizás más fashion: creen que por ahí es algo del momento y demás. Pero lo bueno es que las canciones van haciendo su trabajo, y de a poco…
—Pero no es algo del momento, ¿es a lo que te querés dedicar toda tu vida?
—Claro. Hago música desde siempre pero lo muestro hace poco. Entonces, es natural que la gente mire con cierto reojo; siento que a mí me pasaría lo mismo. Cuando te involucrás en un proyecto, o vas a un recital, después tenés ganas de que eso siga para siempre o durante mucho tiempo. Porque uno, como espectador, también pone mucho corazón, atención y expectativa en lo que viene. Entonces pueden sentir que "el actor se aburrió de la profesión y entonces se pone a cantar", qué sé yo. Pero como lo veo así, no lo encuentro como algo negativo.
—Pero, ¿qué mejor que ser multifacético?
—Bueno, es lo que yo disfruto. Pero entiendo que a las personas les cueste, o no tengan ganas. El disco se lanzó hace un año y un poquito más, y las canciones emocionan y gustan, y hay gente que se tatúa frases de mis canciones. Y los subo (a las redes) pero con mucho pudor de compartir algo que me asombra y que me pone muy feliz: que alguien elija una frase para tatuársela o para dedicársela a alguien.
—¿Sos un poco roquero?
—Mi música tiene fibras de rock, sin duda. Escuchás el disco y hay temas como "Perdí la cuenta", "Ornamentales" o "Ya no hay más" que son salidos del rock.
—Las letras son más románticas, hay más poesía.
—Sí, no hay tanto reviente digamos. O no hay… Me he raspado de otra manera, ¿viste?
—¿Por qué creés que tardaste tanto en destapar tu lado musical?
—Porque no me animaba.
—¿Miedo a qué?
—Miedo a todo: a cómo salga, a qué van a decir, a cómo se va a ver, a si yo realmente… Suele pasar que cuando vos sabés de algo, en mi caso de música, porque yo sé de música y sé producir, tocar instrumentos y demás, a veces la vara propia se pone muy arriba, ¿no? Y se vuelve como un camino imposible de lograr. Y simplemente es miedo que no existe, que no se puede tocar. Simplemente son expectativas, fantasmas. No me animaba, literalmente. Y estaba muy enfocado trabajando como actor y haciendo un montón de cosas que disfruto y que voy a seguir haciendo por siempre también.
—¿Cuál fue el despertador que te hizo animarte?
—Fue un proceso. Y estuvo bueno como proceso porque me conectó con una parte mía que estaba ahí, esperando salir. Venía cantando en los programas de televisión o iba a los Martín Fierro y armaba el show en determinados momentos musicales, o hacía la cortina de ShowMatch, o de una obra de teatro. Estaba el músico ahí, dando vueltas. O sea, estaba tocando y escribiendo para otros. Llegó el momento de tocar para mí.
—¿Hubo alguien que te dijo que el momento era ahora?
—Quizás tenga que ver con una cuestión colectiva de mi generación, post 30: siento que muchas personas tienen pudor de que, a determinada edad, las vean empezando de cero ciertas cosas. Y eso es una locura que hay que erradicar de alguna manera. Tenés que hacer lo que quieras, cuando quieras, mientras no le hagas mal a nadie…
—A los 30 recién empieza la vida.
—Yo creo que sí, pero hay como una sensación, ¿viste?, que después del colegio, si estudiaste tenés que arrancar con algo y después no podés pegar un volantazo. O que te vean empezar algo de cero. Y yo no tengo ese pudor.
—Es cierto esto que decís de la vida lineal: el colegio, trabajar o estudiar, casarse, tener hijos.
—Escuela, universidad o algo, ya empezar a trabajar y demás. Y bueno, hay que tratar de conectarte con tu verdadera pasión, si podés, porque no todo el mundo puede. Y ahí, cuando lográs eso, hay algo que se ilumina: sentís que no estás trabajando. Eso es increíble.