Un festival apto para todo público: cómo viven padres e hijos el Lollapalooza 2018

En el Hipódromo de San Isidro se desarrolla una verdadera fiesta donde la diversidad es una parte fundamental

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El Kidzapalooza del Lollapalooza 2018
El Kidzapalooza del Lollapalooza 2018

Combis desde Adrogué, remises de Vicente López, trenes desde el centro, colectivos por Panamericana, papás haciendo pool como en un día de colegio. No importaba el medio, solo importaba el fin: llegar al Lollapalooza. Esta nueva edición argentina (se realiza en el país desde 2014) atrajo a chicos, chicas, papis y abuelos cancheros que encontraron en el Hipódromo de San Isidro otro motivo para compartir en grupo.

 

"Nos vemos en la salida de Márquez", le decía un papá a dos chicos de unos quince años mientras se alejaban hacia un escenario opuesto al suyo. Es que papá quería llegar temprano para ver a Las Pelotas (¿se habrá animado al pogo?) y los chicos aún estaban hipnotizados con Dante Spinetta. Faltaban muchas horas para el final, pero los puntos de encuentro empezaban a hacerse oír… por las dudas.

La tarde sin un una nube y con mucho sol animó a los más chicos a divertirse en el Kidzapalooza. Desde un Dj acorde a los pequeños, hasta una orquesta loca, la acción no paró en el espacio montado especialmente para ellos. Con la caída del sol, muchos decidieron llevar a sus chicos a casa y volver (los adultos responsables pueden entrar y salir con los nenes, si es necesario). Los más aguerridos decidieron quedarse y a hombros de los papis y tíos observar los shows como en una platea de privilegio.

El atardecer también fue propicio para la cervecita en el pasto. Para los amantes de las pintas, el jardín cervecero fue una interesante opción. Los mayores de 18 podían pasar por allí, ingresar y beber a gusto mientras escuchaban los sonidos del escenario más cercano. Alejados por unos metros de las masas, los cerveceros gozaron de su oasis de malta.

Con carteles que decían "Temazo" y "Mamá llegué bien", varios adolescentes se divirtieron por un rato a toda selfie. Un pedazo de cartón y un fibrón fueron suficientes para que otros grupos se acerquen y se multipliquen los flashes. Esta escenografía improvisada desfiló junto a los diferentes maquillajes, prendas intervenidas y raros peinados nuevos, demostrando que la diversidad es parte fundamental del Lollapalooza y que, desde ya, están todos invitados.

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