La presencia de esta cantante de Nueva York se hizo sentir aún antes de que pise el escenario. Pero la magia surgió cuando enfundada en un equipo negro Lana del Rey hizo su aparición estelar.
Detrás de esas facciones de hielo, Lana logró transmitir calidez, aunque su estilo bucólico insista en confundir a los que no son sus fans más acérrimos. Esos sí que vibraron desde el minuto uno con cada uno de sus movimientos.
Después de interpretar la esperada "Blue jeans", Lana se bajó del altar en el que se encontraba (¿acaso no es un poco eso el escenario?) y compartió algunos comentarios con la gente, recibió regalitos, mimos y elogios. Todo esto en un clima de intimidad imposible. Toda la que podía ofrecer el campo del Hipódromo de San Isidro colmado de admiradores.
Luego llegaría el turno de "Lust for Life", tema que da nombre a su último trabajo discográfico en medio de una puesta audiovisual que emitían las pantallas, con paisajes desérticos y autos antiguos.
Ella vestida de negro, dos bailarinas en sendas hamacas y una sentida versión de de "Ride". Luego Lana misma se subiría a la hamaca para arremeter con "Video Games".
"Siento la energía de todos acá afuera y es algo que aprecio, gracias por estar acá mirándome, espero que la hayan pasado bien ayer y el resto del fin de semana", dijo la cantante y acto seguido, un pedido: "¡Por favor quiero un cigarrillo!". Finalmente se prendió el pucho, sonó "Of The Races", después de "Summertime Sadness" y pocos minutos después desapareció como había llegado, mágica y misteriosa en una noche de otoño que la hizo suya.
Por Marianela Insua Escalante
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