Son las 7 de la tarde del martes 6 de febrero de 2018. Tengo los pies hundidos en la arena y me estoy riendo junto a mi mujer y unos amigos en la playa de Miramar. Uno de ellos me alcanzó un parlante: "Poné algo de música con tu celu", me dijo. Y sí, yo soy el enfermito del grupo que no puede soltar el teléfono ni siquiera en vacaciones, como cualquier otro periodista.
De pronto un mensaje me sorprende en el celular: "Ariel, fijate porque alguien en Twitter está diciendo que murió Débora Pérez Volpin". Mi cara se transforma, la verdad es que me cansa estar llamando a los famosos, sobre todo cuando son amigos, para contarles la broma de mal gusto que les están haciendo en las redes sociales. Hay uno por mes, mínimo. "No te preocupes, ya le escribo a ella". Y lo hice.
"Hola, Debi, ¿estás?", un mensaje simple que esperaba una simple respuesta. "Si". Eso solo me bastaba. Después veía en todo caso si le contaba o no lo que se estaba diciendo de ella en Twitter… Sin embargo los chats no le llegaban. "Estará de viaje", pensé.
Pero no me quedé tranquilo y la llamé, una, dos, tres veces, pero sonaba y sonaba y nunca respondía. Por primera vez sentí miedo de que el rumor fuera real. Miré al cielo y juro que no me alcanzaba el aire para respirar. Decidí llamar a Melina Fleiderman, una periodista amiga que está casada con Marcelo Funes, el ex marido de Débora -y padre de sus hijos-, con quien también trabajé en TN. Ella me confirmó la noticia que nadie esperaba.
¿Cómo fue?, ¿qué pasó?, ¿qué tenía? Mi esposa y mis amigos empezaron a hacerme preguntas, todas al mismo tiempo. La verdad, casi no los escuchaba, y poco me interesaban esas respuestas. Nada cambiaría la realidad.
Con el paso de las horas y de los días fuimos conociendo un poco más de lo que le sucedió. Sin embargo, aún tenemos dudas y esperamos los resultados de la autopsia. ¿Estaba mal de salud? ¿Hubo mala praxis? Sea lo que sea, necesitamos saber la verdad.
Estoy convencido de que ninguno de los médicos que participaron del estudio que terminó con la vida de Débora tuvo intenciones de lastimarla. Nadie estudia medicina ni se prepara tantos años para matar. Salvando la familia, no creo que haya personas más tristes en este momento que ellos. Pero aun así, es importante conocer los detalles, las posibles fallas… qué pasó.
Esta nota no tiene ninguna noticia, ni aporta datos importantes a la causa. Quise escribirla con el solo fin de recordar a una amiga y compañera a un mes de su muerte.
Siempre se suele hablar bien de las personas que ya no están junto a nosotros, y quizás está bueno recordar solo las cosas buenas. Pero les aseguro que no se podría decir nada malo de Débora.
La sonrisa que ustedes conocieron a través de la tele era genuina. Su bondad también, e incluso la sensibilidad que transmitía en cada una de sus notas. Casi no conocí su trabajo como legisladora, fue muy poco tiempo, pero estaba seguro de que iba a trabajar con total honestidad y poniendo todo de ella. No conocía otra forma de trabajar.
Pasó un mes. Sé que jamás responderá a los mensajes que le mandé aquel 6 de febrero. Pero siempre estará en mis recuerdos, como seguramente les ocurrirá a ustedes que pudieron conocerla, al menos desde una pantalla de televisión.
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