Marcelo Moura de Virus y la muerte de su hermano: "Era aterrador, tenía sida y el médico no quería darle la mano"

El músico habló con Teleshow sobre su dura historia personal, que está atravesada por la dura agonía de su hermano Federico

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Marcelo Moura, con un apellido que en el rock argentino cotiza… ¡mucho! Reconocido compositor, músico y cantante de la banda Virus, ahora con un camino como solista que demuestras su vigencia. Es así como vuelve a ocupar un lugar en la música. Y si bien no tiene una gira programada, disfruta recorriendo el país con sus presentaciones bajo un solo lema: amar hacer lo que hace.

Pero además, Moura abrió el debate por su libro que lleva el nombre de la legendaria banda que marcó la década del 80. En sus páginas se refiere en profundidad a cómo transitó la muerte de su hermano Federico Moura, un ícono de la escena nacional que en sus últimos meses se había alejado de los escenarios para poder transitar el periodo más grave de su enfermedad.

—¿Cómo arrancaste el año?

—Ayer, por otra cosa, estaba haciendo una especia de resumen: a los 17 años empecé a tocar, y todos los fines de semana estoy en un lado y en el otro. Hice más de 3800 vuelos de avión, por tierra di más de diez vueltas al mundo, anotaba más de 1600 notas. Así es mi vida.

—¿Es algo que seguís disfrutando?

—Sí, absolutamente. El 28 de diciembre paré de tocar porque finalizaba el año, y a los dos días tenía los equipos en un auto y fui a un bar de la Costa a pedir si me dejaban tocar. Es como mi vida.

—Aparte, si ya a los 17 años empezaste…

—Sí, es un montón. Mi mamá tocaba el piano y todos cantábamos con ella. Estoy hablando de cuando yo tenía cinco años. Después se decantó más que Federico, Julio y yo, que somos los tres menores, y puntualmente nos dedicábamos a eso. Bueno, ya sabrás: fueron muchos años de mucha resistencia. Los primeros años fueron muy difíciles. Siempre que sale algo nuevo es muy resistido, agredido. A nosotros nos habían matado un hermano el 8 marzo del 77. Yo fui a una de las primeras marchas de Plaza de Mayo, tenía 16, 17 años, y le dije a mi mamá: "Esto es político, a mí no me sirve tirarle una piedra a (el entonces presidente de facto Jorge Rafael) Videla. Pienso que puedo hacer desde otro lado". Entonces hacíamos temas como "A la vida hay que hacerle el amor", "Hay que salir del agujero interior", y las críticas eran: "Qué banales son estos tipos, en una situación así y hablando de estas pelotudeces". El que lo escribía no había sufrido ni la milésima parte de lo que sufrí yo, pero no había que responder "A mí me pasó esto" porque esas cosas no se dicen.

—Justamente en el libro contás el episodio de tu hermano, que vos lo viste.

—Sí. Fue muy fuerte. Igual, de golpe, hay momentos que cada uno recuerda de otra forma. Algunos dicen "No fue eso", "No sé si fue tal cual así" o "Lo viví".

—¿En algún momento trataste de borrar ese recuerdo de la memoria?

—Cero. Yo soy partidario de que nunca hay que meter las cosas debajo de una alfombra, es lo peor que uno puede hacer. De hecho nosotros todo el tiempo con una sonrisa de Jorge, mi hermano desaparecido, y de Federico. Obviamente, no es una sonrisa cínica sino el recuerdo que tenemos de una nobleza increíble.

—¿Cuánto tiempo te llevó superar ese dolor?

—Mucho. Y te da efectos colaterales. Es decir, para bancarme esos dolores tuve que ponerme como una armadura de acero, que no es gratis. Me doy cuenta de que con mis hijos soy poco afectivo, poco de tocar, de abrazar. Es que si yo no me ponía una coraza de acero no podía superar esa situación. Y eso también trae sus efectos secundarios no deseados.

—¿Te hizo más resistente?

—Claro. Todos tomaban una actitud distinta. Uno se iba a una zanja a tomar ginebra, otro sentía que estaba enfermo; yo sentía que lo que tenía que hacer era estar ahí. Para eso tuve que ponerme algo que me cubra el dolor.

—Y encima transmitir alegría, porque los shows siguieron y vos pasaste a ser el frontman de Virus…

—Sí, pero el transmitir alegría no es intencional. No es una postura. De hecho yo no podría vivir nada de lo que hago como una postura. Lo único que tengo claro es que hay una sola persona en el mundo a la que yo no le puedo mentir: a mí. Entonces, a partir de eso… Si yo no me miento a mí, no le miento a nadie. Y a mí no me miento nunca. Me tengo mucho respeto.

—¿Estas cosas las fuiste aprendiendo a lo largo de tu vida o siempre tuviste esta personalidad fuerte?

—Siempre tuve una personalidad fuerte. Me agrando mucho ante la adversidad y me derroto mucho ante las pequeñas cosas, pero nunca pierdo el humor. Lo cual no quiere decir que sufra más dolor que vos, que no tenga más dudas y más miedos que vos. También tomaba todo frente al público, frente a los fans; como recién, que alguien me dijo: "Te molesto por una foto". "Me molestás si me tiras un piedrazo. Si me pedís una foto es porque me querés, y lejos de molestarme me estás dando cariño". Me decía: "Nadie reacciona así". Pero a mí no me importa cómo reaccionan los demás; yo reacciono como tengo que reaccionar. No soy mejor que vos. Al contrario, puede ser que sea mucho peor que vos. Seguramente tenga muchos más miedos, más incertidumbres. Pero lo que tengo claro es que no hago las cosas por interés: no hay nada que me pague más que el afecto que vos me estás demostrando.

—Leí en tu libro que Virus, en la definición que ponés, "es lo que nos hizo conocer el Cielo y lo que nos hizo conocer el Infierno". Si querés vamos por la parte más linda: el Cielo.

—Ahí te voy a hacer un paréntesis, porque el libro lo escribí con Ana Naón, que fue mi mujer y ahora sigue trabajando conmigo. Muchas veces en la radio, en un programa, me leían frases y decía: "Qué lindo lo que escribí", y lo había escrito Ana. Y la frase que nombraste la hizo Ana a partir de algo que dije yo. Es decir, Virus me hizo conocer el Cielo en un sentido artístico, y también me hizo sentir el Infierno en el sentido que he vivido cosas. La muerte de Federico. Fueron dos años de enfermedad, en la cual cada uno tomó su natural posición ante la situación. Había mucho desconocimiento de la enfermedad (SIDA). Yo preferí, casi egoistamente, ponerme al lado de Federico porque era la forma que me sentía más útil y sentía menos el dolor. Era aterrador porque lo llevaba al médico, y el médico me daba la mano a mí y a él no: "No nos des la mano a ninguno de los dos", le decía yo. El otro día me pasó algo muy loco. En mi familia no tenemos fechas, cosa que agradezco. No nos importan esas cosas. Estaba en Río, me levanto y empiezo a caminar. Sentía que caminaba con un gps que no había programado nada. De golpe me quedé parado. Y de golpe veo la puerta de la clínica donde fui a buscar el examen de Federico. Ahí me di cuenta que ese día era el cumpleaños de él.

—Me imagino ese diagnóstico…

—Tremendo. En un momento donde era una sentencia de muerte. Nunca me gusta develar esas cosas pero la mayoría de las canciones del disco "Superficie de placer", que fue grabado en ese contexto, fueron escritas por Federico sabiendo que se moría. Si vos ahora escuchás las letras sabiendo lo que te estoy diciendo, vas a encontrar significados que por ahí no entendías. "Encuentro en el Río Musical", por ejemplo, es un tema de él. En ese disco Federico le pide a unos letristas de Virus una letra despidiéndose del público. Siempre hubo muchas sutilezas en las letras de Virus. Pero ahí dice: "Por los parlantes te iré a buscar", como que Federico siempre va a estar presente con su público a través de un parlante.

—Uno nunca se podría imaginar eso porque las canciones son tan alegres, con letras que le cantan a la vida.

—Absolutamente. Es que es una energía. Vos recibís un dolor muy fuerte y ese dolor es una energía fuertísima. Lo de las piedras a Videla: esa energía que yo recibo puede cambiar la polaridad y tirarla en una canción de amor. Está en mí ver cómo canalizo esa energía. Nunca la voy a realizar con odio.

—¿Las personas que te siguen te piden consejos? ¿Sos como un ejemplo? Porque no es fácil lo que decís.

—No. Primero, no me siento en condiciones de aconsejar a nadie. Siempre me bajo a tierra. En todo caso a veces me siento peor que los demás, nunca mejor.

—¿Por qué?

—Porque me parece una condición esencial para crecer. Yo me siento un ignorante pero no porque lo sea, sino porque sentirme un ignorante me hace crecer y buscar cosas. Cuando yo veo a un flaco que no sabe ni la mitad que yo y se siente Gardel, digo "Este flaco no existe". Se cerró una ventana adelante de él. Lo que te digo es cero pesimista, lo dijo Sócrates: solo sé que no sé nada. Es un principio para empezar a crecer.

—¿Qué te da satisfacción hoy?

—Cosas muy pequeñas. Mis hijos. A veces vuelvo de gira, durmiendo pocas horas, a las siete de la mañana, y como el menor juega al rugby, voy a la cancha quemado, al rayo del sol. Y ver que me mira, y la sonrisa que me hace, no se paga con nada.

—¿Cuántos hijos tenés?

—Tres.

—¿Muchas mujeres en tu vida?

—Pocas y largas. Cinco, siete, 14 años duraron mis relaciones.

—¿Y te era difícil mantener la relación con tantos viajes?

—Muy. Imposible. Supongo que debe ser muy jodido estar al lado de un tipo que está viajando todo el tiempo. Soy muy seguro de mí, y si en todo caso mi mujer encuentra un tipo mejor, bienvenido. Eso es el amor: querer lo mejor para ella. Pero nunca fui paranoico. Creo en la libertad, no el libertinaje, de "Voy a salir con mis amigas", y no la llamo. Ahora, yo llego a salir y son 250 mil mensajes que no puedo hablar con nadie…

—¿Crees que al ser más conocido eso genera celos?

—Puede ser que yo sea un desamorado y sea muy frío, como te dije, producto de transitar dolores tan fuertes. Ahogar a una persona es lo menos que podés hacer. No hay nada más seductor que encontrar a una persona que está segura y que no tiene miedo de vos. Yo quiero una mujer que tenga su vida y que no dude de mí, porque si no estoy en el horno.

—¿Cómo manejás el tema del ego? De repente, tener cantidad de fanáticos: en su momento, Virus era uno de los grupos más populares de Sudamérica. ¿Cómo se hace para no creérsela?

—En mi caso yo creo que la vida se encargó. Las cosas no son casuales. Siempre que estábamos por llegar a lugares muy heavys la vida nos dio una piña. Yo creo que fue intencional. Cuando se enferma Federico teníamos una gira por todo Estados Unidos y México como de tres meses, es decir, el espaldarazo de Virus, que éramos número uno en Latinoamérica. Se enferma Federico y se suspende todo. La vida se encargó de bajarnos. Yo siempre lo sentí como una protección porque tengo muchos amigos, Andrés Calamaro, Charly (García), y es muy jodido manejar situaciones y es muy fácil caer en todos los quilombos. Y siempre están rodeados de gente que te dice que sí, aunque digas la mayor barbaridad. Yo no llegué a ese lugar, por suerte. Sentí que cada vez que estábamos por subir, caía una ficha.

—¿Era difícil volver a levantarse después de esa caída?

-Empecé diciéndote que yo me agrando ante la adversidad. A mí no hay nada que me haga más power que saber que tengo que luchar. En el libro cuento eso, que pasábamos de golpe de camarines que eran un banquete romano con gente a tocar para 15 personas y que el camarín sea un galpón con lamparita y el baño sea un balde. Pero a mí, eso me agrandaba.

—¿Cansador?

—No. Sería injusto si digo cansador. El último mensaje que pretendo dejar es el de víctima. Yo soy un agradecido de lo que me ha tocado vivir, con todo lo que me ha tocado vivir, con lo malo y con lo bueno.

—Cuándo tu mamá te escucha así, tan fuerte, tan parado, tan agradecido con la vida, ¿qué te dice?

—Te leería un mail que me mandó hace unos días que me conmueve. Somos demasiado abiertos. Ya está todo jugado. A mi madre se le han muerto tres hijos. Está todo dicho. Entonces, los mensajes que nos mandamos lejos están de ser caretas. Son muy de corazón. Te digo porque hace unos días me mandó un mensaje que me partió al medio…

—¿Se siente orgullosa?

—Muy. No orgullosa por la trascendencia que pueda tener sino por lo íntimo que es lo que ella más valora y lo que ella me ha enseñado. No le importa si yo soy una persona conocida o trascendí; le importa ver los valores que ve en mí, que son producto que me enseñó ella.

—Cómo padre, ¿qué es lo primero que le enseñás a tus hijos?

—Lo mismo. Mi hija de 19 años ahora vive en Río, en una edad de la adolescencia muy compleja, con muchas cuestiones existenciales. Y si alguien leyera el mensaje que le envíe diría "Qué mal padre", pero le estaba diciendo que era su momento de libertad, que ya era grande, que no tenía que depender de nadie, que tenía que ser libre. Al final le puse: "No quiero que entiendas que no te quiero ver más". Estaba con la idea de si vuelve o no de Brasil, y le digo: "Obedece a tu corazón". Era para, al mismo tiempo, sacarle esa presión.

—Es un poco el doble filo: querer tener cerca a los hijos y, a la vez, que vuelen solos.

—He llegado a estar híper enamorado de una mujer que sabía que su destino era mucho mejor lejos de mí, no por mí, sino porque eran mejores otras cosas que le pintaban. Y llegué a decirle que no la quería, muriéndome de amor. Años después triunfó en otra posición del mundo, y le confesé que le había mentido, que me moría de amor, pero que sabía que lo que le convenía era eso.

—¿Qué te dijo?

—Que nunca en la vida le habían sentido tanto amor. Tiene a su pareja y está embarazada. Me manda fotos desde Los Ángeles, y acá podría haber sido una moza de un bar dependiendo de mí.

—Siempre pusiste al otro antes que a vos…

—Amar es eso. Yo no amo para mí. Amo para el otro.

—Pero en general se ven otras ideas del amor: hay un preconcepto de querer tenerlo para uno.

—Eso me parece hasta egoísta. La otra vez me fui a un negocio y me enamoré de un equipo de guitarra maravilloso y lo compré. Después llegué a mi casa y le dije a mi hijo: "Me acompañas", y fuimos a la casa del guitarrista que toca conmigo. Hice que mi hijo le deje un mensaje diciendo que le habían dejado una encomienda abajo. Me escondí atrás de un árbol, toda una pelotudez. El flaco bajó, vio el equipo y a los cinco minutos me llamó y me dijo: "El único que haría esto sos vos". Para mí es diez veces más placentero que quedármelo yo. A la semana me llaman de la portería de mi edificio y me dicen que había un paquete para mí. "Feliz cumpleaños", decía, cuando era mi cumpleaños. Me parece que está bueno alimentar eso.

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