"A lo mejor nací así… Hay personas a las que les gusta drogarse, a otras emborracharse y no saben por qué. Yo no hago nada de eso. Me gusta ir a los velorios y entierros, despedir a los muertos y acompañar a los familiares. Es simple".
María Eleuteria Quiroz, más conocida como Mari, admite su obsesión por estar presente en los funerales, las misas por el último adiós y los homenajes a distintas personalidades del ambiente artístico, la política y el deporte, y también de casos que conmocionaron al país.
Tiene 74 años, es oriunda de Perugorría -provincia de Corrientes- y vive en Buenos Aires desde 1983. "Soy soltera, no tengo marido ni hijos a quiénes darle ninguna explicación. Me entero que alguien murió, y voy", le cuenta Mari a Teleshow.
"Pero soy prudente: mi intención es acompañar y tratar de no molestar a la familia. Me gusta manejarme bien. Si puedo los saludo, y me retiro", aclara quien vive en un hotel del barrio de Constitución "para no pagar los impuestos".
Soy una gran seguidora de los artistas y me gusta despedirlos
Hubo misas, velorios y entierros que fueron multitudinarios, y Mari -como firma en los carteles que lleva en sus manos cuando se acerca a brindar sus condolencias- logró escabullirse entre la gente con su diminuta figura. Así, más de una vez alcanzó al coche fúnebre, llegó a tocar el cajón e, incluso, saludó a los familiares del personaje despedido.
En los 35 años que lleva viviendo en Buenos Aires, estuvo presente en los velorios y entierros de Leonardo Simons, Daniel Mendoza, Jorge Porcel, Carlos Monzón, Jorge Guinzburg, Lydia Lamaison, Julio Grondona, Alberto Nisman, Jorge Ibáñez, Romina Yan, Sandro, Mercedes Sosa, Raúl Alfonsín, Caloi, Irma Roy, Alfredo Alcón y Débora Pérez Volpin, entre muchos otros.
Cuando escucha que murió alguien, no puede contener los nervios, trata de averiguar adónde es el velorio, arma un cartel o busca una foto de quien va a despedir, y sale
"Yo quiero estar. Soy una gran seguidora de los artistas y sufro mucho cuando se mueren o cuando les toca despedir a algún familiar", confiesa, y explica que elige como fuente de noticias a la radio y la televisión: "Veo las novelas pero también los noticieros, así me entero de todo. Además, duermo con los auriculares puestos y la radio prendida".
El accionar de Mari es, por lo general, el mismo: escucha que murió alguien, no puede contener los nervios, trata de averiguar adónde es el velorio, arma un cartel o busca una foto de quien va a despedir, y sale. En el camino -que a veces es corto, cerca de Constitución, y en otras muy lejos: Lanús, Avellaneda o Tigre- compra una flor para entregarle a algún familiar.
No pude ir a los velorios de Néstor Kirchner ni Alberto Olmedo
"A veces hay cola para entrar. La hago, paso, saludo y me voy. Otras, me quedo esperando afuera", continúa María Eleuteria, que comenzó con esta tradición a sus 18 años cuando murió el vecino que vivía a la vuelta de su casa en Curuzú Cuatiá. "No lo hago porque están las cámaras. Voy a respetar, a despedirlos -aclara-. También me acerco a los entierros cada vez que escucho que muere un policía".
El primer velorio al que asistió en Buenos Aires fue el de Irineo Leguisamo, el reconocido jockey que murió en diciembre de 1985. "No lo conocía mucho pero me dijeron que era en el Club Hípico. Y fui", señala Mari, que trabaja como empleada doméstica.
Los casos que más la conmovieron
Mari, que está sola en Buenos Aires pero tiene sobrinos en La Plata, se conmueve a la hora de recordar los velorios de Rodrigo Bueno y Walter Olmos: "Son los que más me impactaron". El día que despidieron al cantante catamarqueño, fue prudente con la familia al acercarse a saludar. "Pero traté de no molestar porque estaban todos muy mal… Se había matado", lamenta.
Por El Potro Cordobés, cuyo velorio fue en Lanús, estuvo toda la noche esperando junto a cientos de fanáticos. Y destaca que Beatriz Olave, la madre de Rodrgio, la ayudó con dinero. Pero entre tantos a los que asistió, hubo varios que se perdió. "A los de Néstor Kirchner y Alberto Olmedo no pude ir", dice, casi con pesar.
El caso de Emiliano Molina, el arquero de Independiente que falleció en 2005 a los 17 años, después de 12 días de agonizar tras un accidente automovilístico, también le generó consternación: "Era tan chico… ¡Mirá si no iba a despedirlo y acompañar a su familia!".
Su fascinación por los famosos
"Soy una persona grande: hago lo que quiero y nadie me maneja. Soy muy buena y ayudo a la gente, pero tengo mi carácter", advierte Mari, que no se limita a los velorios y funerales: también estuvo en las puertas de los hospitales donde fueron internados Diego Maradona y Alejandra Pradón, ambos luchando por su vida en distintas circunstancias.
"También fui al Fernández cuando llevaron a Juan Castro. Saludé a la familia y, después de que murió, fuimos directo al cementerio. No hubo velorio", informa.
Mari no solo fue a entierros de famosos sino que también acompañó a personalidades cuando murió algún integrante de su familia. Estuvo en el de Carlos Menem Junior, en 1995, y también en el de Ana Caputo, la madre de Carmen Barbieri, dos semanas atrás. No faltó al del padre de Pablo Echarri, y despidió a la nieta de Raúl Alfonsín y a la la hija de Tití Fernández. Además, participó de la despedida de la ex mujer de Pipo Cipolatti.
"Llevo carteles acompañándolos y dándoles mi pésame. A Carmen le quise dar unas flores pero me dijo que se las dejara a alguien que lo necesitara, así que puse el ramo en la tumba de un nene que había en el cementerio. También saludé a Enrique Sacco, y a la mamá de Débora Pérez Volpin le di un ramo", cuenta Mari, quien -quizás con orgullo- explica que es conocida por "todos los empleados" de La Chacarita.
Mari titubea: se pone sensible al contar que un día fue hasta Tigre al velorio de un chico que murió en un accidente cuando viajaba a Bariloche en el micro escolar. Mari infla el pecho: se enorgullece al contar que recibió el 2005 "junto a los chicos que murieron en Cromañón", el 30 de diciembre de 2004. "Ese Año Nuevo no lo pasé con nadie, me quedé toda la noche con ellos".
No conoce Nueva York y tampoco Estados Unidos, pero cuando fue el atentado de las Torres Gemelas en septiembre de 2011 no dudó en sumarse a la marcha que hubo en el Obelisco en homenaje a las víctimas. "Mis condolencias de la Argentina", decía el cartel que llevaba en sus manos.
Su popularidad
Mari se convirtió en La señora de los velorios por las reiteradas veces que aparece en televisión cuando algún noticiero cubre la muerte de un famoso. También salió en revistas, y sus fotos han sido seleccionadas para las tapas de los diarios que la eligieron entre los cientos de fanáticos que asistieron al últimos adiós de artistas internacionales.
"Los chicos que me conocen me cargan y me cuentan que me vieron en todos lados. A veces escucho que dicen: 'Ahí va la señora de los velorios'", bromea Mari. Y se queda atenta a la radio. Más temprano que tarde la conmoverá otra trágica noticia.
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