Diego Maradona hace jueguitos con una pelota junto al mar y una multitud lo observa azorada. Susana Giménez y Moria Casán se lucen en la playa. Mirtha Legrand sale a comer de noche y dice que fue a La Feliz a descansar de sus almuerzos televisivos unos días mientras su esposo, Daniel Tinayre, trabaja. Graciela Alfano se sube todas las noches a un escenario junto a Claudio García Satur. En el verano de 1980, Mar del Plata se asemeja a una de esas fiestas que nadie se quiere perder. Hasta que en la madrugada del viernes 18 de enero todo cambió.
"Se comunica que en la fecha, a la hora 3, ingresó a este nosocomio el Sr. Claudio Levrino, víctima de un accidente, siendo su estado de extrema gravedad. Firmado: Dr. R. Distéfano", señaló un parte médico que conmovió a la opinión pública. Uno de los actores más populares de la época y una de las estrellas de la nutrida temporada teatral de aquel año, llegaba hasta la clínica marplatense Pueyrredón con una herida de bala en su cabeza que entonces nadie podía explicar.
Todo había comenzado en la tarde del día anterior, el jueves 17 de enero. "A esa hora el actor Claudio Levrino miró a su mujer, la actriz Cristina del Valle, y también sonrió resignado. Había apretado en vano el embrague de su auto Ford Taunus GXL chapa C921956 color crema y, al darse cuenta de que no funcionaba, había estacionado el auto a la altura de Playa Grande.
'Vas a perder el avión', le aseguró Levrino a su mujer", reconstruyó la revista Gente en su edición del 24 de enero de 1980. Y en efecto, así ocurrió: Del Valle no pudo viajar, el auto debió ser remolcado y reparado. La mujer se quedó en Mar del Plata sin saber lo que le esperaba unas horas después.
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Con 35 años y una carrera rutilante, Levrino era un actor de cine, televisión y teatro muy popular. Entre 1978 y 1979 había protagonizado Un mundo de veinte asientos, una telenovela con récords de audiencia que de alguna manera retomó el fervor que tiempo atrás había producido en el público la mítica Rolando Rivas, taxista. En Un mundo de veinte asientos el actor interpretaba a un colectivero llamado Juan Arregui, y tuvo como co-protagonistas a Gabriela Gili y María de los Ángeles Medrano.
"Cacho, en el 80 vas a tener que escribir más de la cuenta porque te aseguro que este año va a ser Claudio 80. Se me están dando todas y hasta tengo un poco de miedo; con la obra estamos matando, sabés que con Damián y Cecilia, la nueva tira, estamos en 21 de rating, que es como tener 30 o más en temporada. Con Cristina estamos pasando por una de las mejores etapas de nuestra pareja (…), ¿te parece que no estoy para Claudio 80? ¡Qué me vienen con que es bisiesto y es un año malo para nuestro ambiente!", dijo el actor entusiasmado, según recordó ante los medios al periodista Alfredo Cacho Rubio, un día antes del accidente que le costaría la vida.
En aquella temporada El galán de los ojos azules, tal como lo llamaban, trabajaba a diario junto a Rodolfo Bebán, Bárbara Mujica, Beatriz Bonnet, Alberto Martín, Carlos Rotundo y Gabriela Gili en la obra No pises la raya, querida, que se presentaba en el Teatro Provincial. Cerca de las 20 entró a la sala que pertenecía al entonces fastuoso Hotel Provincial y fue directamente al camarín. Antes de la primera función recibió, junto a sus compañeros, una noticia particular. En las primeras filas, cerca del escenario, estaría ubicado el entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, junto a su esposa Alicia Raquel Hartridge.
"Los ojos de Claudio Levrino, como los ojos del resto del elenco, se dirigieron al Presidente de la Nación y su esposa que aplaudían sonrientes. Había terminado la primera función. Horas después, cerca de la una de la madrugada del viernes 18 de enero, los actores repitieron el saludo. Había terminado la segunda función", detalló el periodista Alberto Amato de la revista Gente.
Se habló de armas y Levrino contó que llevaba la suya en el auto por si alguien le quería robar
Al bajar el telón el elenco fue a cenar, como de costumbre en aquella temporada, al restaurante del Club Mitre. También los acompañó la mujer de Levrino, y todos rieron con las ocurrencias del actor. Entre otros temas, hablaron de los asaltos que habían tenido lugar recientemente en algunas salas teatrales de Mar del Plata. Se habló de armas y Levrino contó que llevaba la suya en el auto por si alguien le quería robar. Decía que era por seguridad, porque la familia estaba alojada en Miramar aquel verano y, como siempre volvía de madrugada, el camino podía ser peligroso.
Según las crónicas de la época, cerca de las 2.30 los artistas se levantaron de la mesa y salieron. Levrino y su esposa fueron entonces hasta el Taunus del galán, que ya había sido arreglado luego del desperfecto mecánico que tuvo aquella tarde. El actor encendió el auto y enfiló por la calle Bolívar. "Cruzó Jujuy y llegó a España. Giró a la izquierda, enfrentó la ochava de una fiambrería que anunciaba en su vidriera Jamón cocido 1950 pesos, Sardo 5500; pasó por el frente del comercio de Eliseo M. García Automotores, frenó levemente al llegar al cruce con la Avenida Colón y metros antes de llegar a la esquina de España y Falucho estacionó el auto", detalló Gente.
Varios medios de la época coinciden en señalar que durante el trayecto la pareja discutió sobre lo que más asustaba a Del Valle: la pistola Beretta calibre 22 de Levrino, que la mujer consideraba peligrosa porque en algunas ocasiones quedaba al alcance de los pequeños hijos del matrimonio.
Según se publicó entonces, con la intención de demostrar la supuesta escasa peligrosidad del arma, Levrino la sacó de la guantera. "La empuñó en su mano derecha, habría accionado el dispositivo que libera el cargador y, cuando tenía el caño cerca de la oreja derecha, habría escapado un disparo", reveló la publicación.
Cerca de las 2.43 de aquella madrugada Levrino cayó sobre su costado izquierdo dentro del auto. Cerca de la oreja derecha tenía un orificio de 3 milímetros de diámetro por el que le brotaba sangre. Poco después, los gritos de Cristina del Valle retumbarían por las calles marplatenses. Se acercaron hasta el lugar un agente de policía y un taxista, quienes cargaron a Levrino en el taxi. De allí partieron el conductor y Del Valle, con el actor en estado crítico. El agente de policía se quedó en la escena de la tragedia para dar inicio a las primeras investigaciones de lo ocurrido.
Hasta la clínica donde permaneció internado el actor se acercaron sus compañeros de elenco y también los profesionales médicos más salientes del momento: desde Alfredo Cahe, que tenía un vínculo familiar con Levrino, hasta Raúl Matera, una eminencia de la neurocirugía, quien viajó desde Uruguay para atenderlo e hizo lo posible por salvarle la vida. Sin embargo, la muerte cerebral del actor era irreversible. Tras días de agonía, murió a las 2.30 de la madrugada del domingo 19 de enero. Su cuerpo fue sometido a una autopsia e incluso Cristina del Valle se prestó a la llamada "prueba de la parafina" para determinar si en algún momento la actriz había estado en contacto con el arma que terminó con la vida de su esposo. Los estudios determinaron que las huellas encontradas en el arma eran únicamente las de Levrino.
En los medios de la época todo fue conmoción. Y en aquella Mar del Plata que parecía festiva, el ambiente cambió de manera rotunda. Los restos del actor fueron trasladados al cementerio porteño de la Chacarita, donde una multitud se acercó a despedirlo. En las fotos y grabaciones de entonces se puede observar a una gran cantidad de personas, en su mayoría mujeres, que lloran sin consuelo y hasta se desmayan durante el último adiós al artista.
El show tuvo que continuar y el actor Claudio Corvalán fue el encargado de reemplazar a Levrino. La Justicia siguió investigando hasta que cerró la causa y determinó que lo ocurrido aquel 17 de enero se trató de un accidente fatal.
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