Tras 5 años de éxito con su unipersonal, Martín Campilongo, que desde chico pasó a ser Campi, estaba planeando sus vacaciones familiares cuando recibió el llamado de Juan josé Campanella: "Vacaciones chau. En otro momento será". El vínculo con el prestigioso director comenzó cuando le pidió a Rottemberg que lo invitara a verlo en el teatro. Dos años después sonó el teléfono y sin necesidad de leer la obra aceptaba protagonizar la exitosa Qué hacemos con Walter: "No me lo esperaba, yo solamente deseaba. Hay que desear y pedir con más fuerza, por lo general funciona" Cuando recibió el llamado no dudo y aceptó sin haber leido la obra.
Así Denise Dumas, su mujer junto a Francesca (5) y Ema (10) emprendieron las vacaciones familiares junto a Santino (14) e Isabela (15), hijos del primer matrimonio de la conductora, y el humorista debió quedarse en Buenos Aires ensayando.
—¿Llevan trece años de pareja seguís enamoradísimo?
—Absolutamente, mucho más. La admiración es la base del amor, admiro muchos aspectos de mi mujer. Y tengo entendido que a ella le pasa lo mismo conmigo. Entonces funciona.
—¿Te molestó cuando tuvieron que salir el año pasado a desmentir en algún momento una crisis?
—No. Estábamos los dos mirando Vikingos en la tele y le dije: "Sabés que me dijeron que estamos separados, jua ja" y seguimos mirando Vikingos (Risas). Al día siguiente salió esa noticia, es parte del oficio.
—¿Como papá cómo sos?
—Muy estricto, soy conservador. Me sorprendí a mí mismo porque vos pensá por todos los lugares donde yo anduve y me encontré ahora un padre conservador. Me encuentro con mi mujer que es un chico más en casa, entonces alguien tiene que tener cordura.
—¿Es más difícil hacer reír que llorar?
—Yo supongo que es más difícil para un actor dramático.
—Imagino que hacer reír debe ser muy difícil, a veces pareciera que está subestimado el trabajo del humorista.
—Está subestimado, sí. Seinfeld decía que un arquitecto va caminando por la calle y ve el edificio en falsa escuadra, y yo le dediqué muchos años de mi vida al humor entonces a mí no me cuesta mucho verle la parte graciosa a la cuestión para laburar.
—¿En la vida tampoco?
—En la vida tampoco.
—¿Así como te veo ahora sos en tu casa?
—Soy así, sí, seguro. Pero no ando contando chistes y esas cosas, soy un tipo normal que labura de esto.
—Por qué falta humor en la tele.
—Existe el humor, está desparramado encapsulado en otros programas. Y hay humor, el humor que la sociedad necesita. La televisión es un negocio del espectáculo y si falta es porque la sociedad no debe necesitar. Si abunda es porque debe ser negocio. Si no hay más es porque no debe ser negocio, porque la gente que maneja la televisión sabe mucho más que nosotros de esto y no se van a perder un buen negocio. Y si no es negocio es porque la gente no estará necesitando, debe haber lo necesario.
Cuando empezamos a hacer humor nos reíamos del maricón, pero era otro momento de la sociedad
—¿Cuál es el límite, con qué te parece que no está bueno hacer humor?
—Eso es muy personal. Yo tengo mis límites pero no son los límites de otra gente.
—¿Vos qué evitás?
—Los desaparecidos no me causan gracia, el humor antisemita no me causa gracia. El homosexual no me causa gracia. Sí en otro momento, yo me acuerdo que cuando empezamos a hacer humor nos reíamos del maricón, pero era otro momento de la sociedad. Y es genial que junto con la sociedad fui madurando porque a mí ahora no me causa gracia, me parece agresivo. Cuando empecé en esto ponías Olmedo y te reías. Tengo cuarenta y ocho ahora, a mí no me causa gracia y a la sociedad tampoco. Me encanta ir por el mismo camino en esta línea madurativa, me encanta.
—Qué pasa con el momento en el que estamos del feminismo, de la cosificación de la mujer ¿Se va acomodando el humor a eso también?
—Sí. Estoy convencido que las vidrieras más expuesta de una sociedad son la música y el humor. Vos llegás a cualquier país y escuchas la música de ellos y ves de qué se ríen, y entendés esa sociedad. Estamos teniendo los que estamos de este lado demasiados cuidados para no molestar a nadie. Lo más interesante es lo que viene después. Venimos de no tener cuidado en nada, el gordo, el pelado, el maricón. Ahora estamos teniendo cuidado de mucho, por demás creo yo. Lo más interesante va a ser lo que viene después. Estamos teniendo cuidado por demás pero es parte de un proceso de crecimiento me parece.
—¿Qué pasa con el humor político, qué capacidad tiene de ayudar o de complicar a un candidato?
—Como punto de partida para una democracia que haya humor político es sanidad, es saludable y es obligatorio. En épocas hostiles no existe el humor político. Tiene que existir, te guste o no el político de turno tiene que existir, es parte del juego. Y después sí, el humor puede ser un arma, puede hacer pasar un buen momento, puede ser un momento romántico o puede ser un abrir los ojos también, según quién lo haga.
—¿Se enojó alguien con vos?
—Carlitos Tevez alguna vez porque le habían llevado cuentos de una imitación que después la vio y le encantó a tal punto que hice con él al lado.
Para una democracia que haya humor político es sanidad, es saludable y es obligatorio
—¿Alguien te pidió que lo imitaras?
—Me pidió Abel Pintos, lo empecé a hacer a partir de su pedido. Y me pidieron varios, políticos por dinero.
—¿No te morís de ganas de decirme quién?
— No, no, no me muero de ganas, no, no (Risas).
—¿Aceptaste alguna vez?
— No, no. A mí con el dinero no me movés, me movés por otro lado. Cuando te movés de un código que tienen que suponen que es desde el dinero, te corrés de ahí es como: "¿Cómo lo agarro entonces?" (Risas).
—¿Qué pasa con los personajes cuando termina un trabajo? El unipersonal por ejemplo.
—A mí no me gusta matarlos. Los guardo en cajoncitos y cuando tengo posibilidad de sacarlos a pasear los saco.
—¿Qué no te voy a ver nunca haciendo profesionalmente?
—¿Profesionalmente? Una película porno (Risas). No me veo, no, me daría mucho pudor.
—¿Te han convocado?
—No me convocaron, no. Ahórrense el trámite, no me convoquen.
—¿Te puedo ver conducir un noticiero?
—No sé, habría que ver la vuelta. Yo no me considero un conductor pero hice un personaje que era un conductor, Wilson y conducía NotiCampi. Él sí se la banca, yo no.
—En una charla acá José María Listorti que es muy amigo de la pareja, ecía que él estaba muy preocupado por qué iba a estar haciendo dentro de cinco años por el cambio en los medios, los números de la tele no son los que eran hace diez años.
—Me acuerdo con Marcelo un invierno en una reunión de equipo: "Chicos el programa se termina, estamos midiendo veinte puntos". Eso era un momento de crisis, medíamos cuarenta, y ahora…
—¿Creés que se va a reinventar la tele?
—Estamos en un proceso. Como cuando la radio era la radio y se inventó la televisión y dijimos: "Se termina la radio". Y la radio sigue presente, sólida y es un clásico en el mundo. Con la tele creo que estamos viviendo la misma sensación. Se inventaron las redes, internet y un estudio así, y se terminó. Estamos viviendo un momento que no sé para dónde va pero me encantaría verlo. Lo estoy viviendo. Y lo genial es que yo viví la tele cuando era un negoción y la gente se paraba a mirar la tele y si a la mañana vos te levantaste tarde te lo perdiste a Piluso y hasta el otro día no hay programa infantil. Yo viví esa y estoy viviendo esta y quiero vivir la que viene después ¿A ver, para dónde va esto? ¿Al cable, a la televisión internacional, a YouTube, en qué deriva? Me encantaría verlo.
— Al final manda el contenido.
— Sí claro. La vez pasada estaba viendo un analista norteamericano y el tipo decía que lo que va a seguir de la televisión son los programas de información y de deporte, el resto sucumbe. Y es bastante lógico porque vos ahí necesitás la inmediatez de poner y ver el gol, de poner y ver: "Uy, un incendio"
—¿Podés llevar a tu mujer si quiere a un recital de Ricky Martín o no puede suceder eso?
—Él ni se lo debe acordar y yo sí porque es Ricky Martin. Pero una vez casi nos agarramos a trompadas.
—Si te vas a agarrar a trompadas por lo menos que sea con Ricky.
—Sí (Risas). Me mandaron a hacer una nota con José María a Nueva York con Ricky Martín, empezaba Videomatch y Marcelo quería el saludo de Ricky Martín, buenísimo. Yo tenía una novia en España que venía a los tres días. La idea era: Voy, hago esto, vuelvo y recibo. Vamos a Nueva York, que a mí me encanta, llegamos y era estar en el hotel esperando el llamado de Ricky que llamaba en diez minutos supuestamente. No llamó Ricky. Una hora, tres, cinco horas llama su productor: "Ricky hoy no va a poder, tal vez sí, quédense esperando". Estaba en el hotel mirando por la ventana. Bueno, mañana llama Ricky. Un día menos, bueno, esperemos. Al otro día lo mismo, encerrados en un hotel todo el día todo el equipo a la espera de que llamara Ricky. Al otro día llegaba esta chica de España.
— Te tenías que volver.
—Me tengo que volver. Al otro día tampoco, le digo a mi vieja: "Mirá, es así, asa, andá a buscarla, no conoce Argentina y viene a casa. Bueno, mamá, estoy de novio" (Risas). Eso estaba resuelto y Ricky Martín nos seguía pateando en un Nueva York donde yo estaba mirándo por una ventana. Esto duró cinco días. A los cinco días de estar comiendo comida adentro de una habitación nos juntamos en Sony con Ricky Martín y ahí estaba él, su séquito de productores y qué sé yo, yo vestido de Jorge y José María. Entonces lo veo que habla y el productor se acerca y me dice: "Va a hacer la nota pero con vos no", "¿Cómo que conmigo no?", "No, no quiere humor en la nota". "Bueno, pero yo hace cinco días que estoy acá…", "No, pero no quiere", "Decile que quiera". "No, no quiere". Entonces yo ya ahí lo sorteé al productor y le dije: "Escuchame Ricky Martín, hace cinco días querido estoy acá, tengo un quilombo en Buenos Aires por tu culpa, cinco días". Yo estaba sacado y me le iba al humo, y me empezaron a separar. Al final no aparecí en la nota (Risas).
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