Como si el cielo se hubiera emparentado con el sentir de todos aquellos que aprendieron a quererla, ya sea por haber trabajado con ella o por haber sido parte de los miles de "remolones" que se levantaban a través de Arriba Argentinos, la mañana del día en que se le iba a dar cristiana sepultura a Débora Pérez Volpin amaneció con una lluvia torrencial.
Sin embargo, ni la lluvia de hoy ni los casi 40° de sensación térmica de ayer lograron frenar el peregrinar casi constante de los miles y miles de anónimos que, conmovidos por la noticia, se acercaron a la Legislatura porteña para-ayer entre las 12 y las 22, y hoy de 10 a 12- brindarle el merecido último adiós a la periodista y legisladora.
Entre ellos, Santo Biasatti, a quien tanto durante el velatorio como en el entierro se vio visiblemente conmovido y quien evitó hablar con los medios presentes en el lugar.
El que sí lo hizo fue José Antonio Martínez Suárez, el hermano de Mirtha Legrand y amigo personal de la familia. "Hace más de 20 años que los conozco, tengo los recuerdos más bonitos de ella, era simpática, cordial, inteligente y solidaria", afirmó el director y guionista, quien agregó que el encuentro con Quique Sacco fue "como corresponde a estos momentos dramáticos, con más silencios y abrazos que palabras".
A las 12.30 horas, los empleados de seguridad le pidieron a todos los medios que desalojaran el lugar y esperaran en la entrada de la misma la palabra de Enrique Sacco, su última pareja.
"Todos en la familia queremos agradecerles inmensamente el afecto, el respeto y la consideración que han tenido, son momentos de mucho dolor", arrancó su testimonio el periodista deportivo.
"No podemos entender todavía cómo nos ha cambiado la vida de un momento para el otro. Hemos hecho lo que seguramente Débora hubiera hecho si tenía que actuar por alguno de nosotros. No tenemos rencores, no tenemos deseos de venganza, lo único que queremos saber es la verdad", agregó.
"Le agradecemos infinitamente a todos: a los colegas, a los políticos, a los ciudadanos comunes, sobre todo a esos 'remolones' que se han venido de Florencio Varela o de Lanús, de Gerli o hasta alguno de Salta", destacó.
"A Débora no la vamos a despedir, sino que vamos a celebrar su sonrisa y su hombría de buena persona. Era como quería que la recordaran. Yo soy su compañero de este último tiempo, estaba profundamente enamorado y lo estoy. Es muy difícil entender lo que ha pasado. Pero les puedo decir con dolor, pero con mucha satisfacción, que estaba enamorado de una mujer maravillosa", expresó, mientras tanto para él como para todos los cronistas, camarógrafos y fotógrafos que lo seguían con atención se hacía casi imposible poder contener las lágrimas.
"El país está conmocionado, gente que vive afuera del país y que no nos conoce nos está llamando, desde ilustres profesionales hasta ciudadanos comunes. Les puedo asegurar lo maravillosa que era, esto es superlativo. Creo que es nuestra tranquilidad, nuestra fuerza para seguir adelante. Están Agustín y Luna, son la continuidad de su sangre. Les voy a decir una frase que alguien me escribió entre todas las que leí: 'El cielo se equivocó o se apresuró o el tiempo nos dirá la verdad'. De verdad queremos agradecerle por esta felicidad que tendría Débora por el reconocimiento de todos ustedes y de toda la gente", concluyó.
En ese momento resultó muy fuerte ver a Marcos Barroca, compañero suyo del canal, abrazarse luego a Sacco y a otros colegas con los ojos empapados en lágrimas.
Cerca de las dos de la tarde, el cortejo fúnebre inició, entre aplausos, flores, pañuelos, gritos de aliento y sollozos desgarradores, su largo recorrido hacia la Chacarita, previo paso por Canal 13, donde Débora recibió el aplauso de la que fue su segunda casa durante un cuarto de siglo. Allí, sobre esa calle Lima que tantas veces la debe haber visto pasar, empleados del canal, periodistas y gente común salieron a la vereda para despedirla. "Y acá nos quedamos todos, Todos Nosotros, extrañándote", fue el mensaje que TN publicó en su cuenta de Twitter junto a un video con las emotivas imágenes de ese momento.
Apenas habían pasado unos minutos de las tres de la tarde cuando el auto patente HOY 252 que trasladaba el cuerpo de Pérez Volpin irrumpió en el cementerio precedido por la custodia de las motos de la Policía de la Ciudad. Sin detenerse en la capilla ardiente, como se había barajado en un momento, la larga hilera de automóviles que formaban parte del cortejo se dirigió hacia el Panteón de los Asturianos, donde está también enterrado su padre.
Nuevamente, el panorama era similar, sólo que con una geografía diferente. Mucha gente -con caras famosas que ya habían pasado por la Legislatura como Santo Biasatti, Martín Lousteau, Carla Peterson y Marcelo Bonelli– pese al calor que nuevamente se hacía sentir a esa hora de la tarde esperando estóicamente para darle, ahora ya sí, el último adiós a la recordada periodista.
Con Marcelo Funes, su ex marido y padre de sus hijos; Enrique Sacco, su acrtual pareja; Agustín, uno de sus dos herederos, y sus hermanos Alejandro y Sergio (también estuvo presente Solange, que completa el clan familiar) sosteniendo llevando el féretro, iniciaron el lento descenso hacia la bóveda familiar para que Débora pueda descansar en paz junto a los restos de su amado padre.
Nuevamente conmovió ver a Marta Lea Volpin, esa madre que casi no resiste el primer impacto de la muerte de su hija y debió permancer durante algunas horas internada en la misma Clínica donde su hija perdió la vida y que ahora se encuentra envuelta en dudas y allanamientos.
Sin embargo, acaso esa fuerza única de madre le posibilitó seguir de pie junto al resto de sus hijos y sus nietos, y ofrecerle una despedida de puño y letra. "Siempre estarás conmigo. Te amo. Mamá", rezaba la escueta pero conmovedora nota que la mujer dejó sobre el féretro que transportaba los restos de su hija.
El dolor incomensurable fue el denominador común en una familia destrozada, pero al mismo tiempo unida como nunca, como ya dieron muestras sobradas a través de las palabras y los gestos, como los abrazos de sus dos grandes amores, el padre de sus hijos y su última pareja.
Es que Débora irradiaba eso y, como dijo el propio Quique Sacco en la puerta de la Legislatura, era como quería que la recordaran. Por eso, desde algún lugar del cielo, debe estar velando por sus seres queridos con esa sonrisa que siempre la distinguió y que de alguna forma fue una de sus credenciales para que por estos días todo un país lamente su pérdida y la llore como si fuera parte de su familia.
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