Monzón, Olmedo, muerte y fin de una era: a 30 años de una temporada trágica, cómo fue el "verano negro" de Mar del Plata

Con pocos días de diferencia y con “La Feliz” como telón de fondo, el asesinato de Alicia Muñiz a manos del boxeador y la muerte del humorista en 1988 conmocionaron al país y dejaron un recuerdo imborrable en la ciudad balnearia

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Una clásica postal de Mar
Una clásica postal de Mar del Plata

Muchos lo describieron como un "verano negro". Otros aseguran que algo raro se percibía en el aire desde fines de 1987, un año convulsionado para los argentinos. Algunos fueron más lejos y definieron a aquellos días como "la temporada de los balcones trágicos". Con el asesinato de la modelo Alicia Muñiz en manos del boxeador Carlos Monzón y la muerte del actor Alberto Olmedo, el verano de 1988 resulta, incluso 30 años después de aquellos episodios, una marca imborrable para la ciudad de Mar del Plata.

Carlos Monzón (Getty Images)
Carlos Monzón (Getty Images)

La expectativa sobre aquella temporada era enorme. La anterior, que comenzó en diciembre de 1986 y se extendió hasta marzo de 1987, había sido récord en todos los ámbitos posibles. Según un relevamiento del medio local El Marplatense, la ciudad había recibido más de 3 millones y medio de turistas, una cifra que no volvería a repetirse. Si los 80 fueron una década de oro para La Feliz, ese año lo fue todavía más para la cartelera teatral marplatense. Quien batió todos los récords fue Alberto Olmedo, con su espectáculo El Negro no puede, en el Teatro Neptuno. Según El Marplatense, "se vendieron 760 mil entradas, una cifra que nunca más logró alcanzar la ciudad en sus más de 140 años de vida".

Alberto Olmedo y su inolvidable
Alberto Olmedo y su inolvidable “Manosanta”

Con ese antecedente, 1988 parecía ser un desafío para el teatro de verano, en el que tradicionalmente rompían la taquilla grandes figuras del espectáculo como Susana Giménez, Jorge Porcel, Moria Casán y Juan Carlos Calabró, entre varios otros. Mardel se convertía entonces en un lugar atractivo para la farándula vernácula y era una ciudad donde no faltaban amores, salidas nocturnas, grandes apuestas en el casino y algún escándalo estival.

"Desde que salió el libro todo el mundo me pasa o me cuenta qué estaba haciendo en ese momento, o me manda fotos con los protagonistas de estas historias", cuenta a Infobae el escritor y periodista Camilo Sánchez, quien acaba de publicar la novela La Feliz. Aquel verano del 88 (Edhasa). En el libro, aunque se aclara desde el comienzo que el punto de partida "alude a ciertos personajes históricos" pero es ficción "de punta a punta", se recrea la atmósfera de aquellos días de Mar del Plata y los protagonistas (El Claun, El Campeón y El Langa) pueden ser fácilmente reconocidos por los lectores.

Olmedo y Jorge Porcel
Olmedo y Jorge Porcel

En su obra el autor, que nació en Mar del Plata y revivió mientras escribía sus días de la adolescencia, quiso rescatar "ese clima de derrota, de ciudad que vivió una fiesta, de resaca" que dejaba el aluvión de turistas que visitaba la ciudad. "La gente esperaba el verano para salvarse. Esos fueron los últimos veranos en los que el marplatense esperaba pegar un negocito que te salvara todo el año", apunta Sánchez.

Sin embargo, los comienzos de 1988 no serían nada fáciles para los veraneantes que hacían fila para deglutir los platos abundantes de los restaurantes clásicos de la ciudad costera, pretendían ver a las celebridades en los teatros o disfrutar de la noche de una ciudad en plena ebullición. En principio, se trató de un año en el que la inflación complicó los bolsillos de los argentinos (tiempo después, las cifras oficiales indicarían que se incrementó del 174.8% en 1987 al 387.7% en 1988, lo que derivó en la traumática hiperinflación de 1989). Y el panorama político, luego de los levantamientos carapintadas, tampoco era de lo más alentador. Justamente ese verano, el 15 de enero de 1988, Aldo Rico se rebeló y tomó el Regimiento de Infantería de la localidad correntina de Monte Caseros.

Con ese panorama, la temporada de todos modos parecía fluir. Hasta que el domingo 14 de febrero se desataría la primera de las tragedias.

El asesinato

El sábado 13 de febrero había tenido lugar una de las clásicas jornadas del jet set de aquellos tiempos. El actor Adrián Facha Martel, que se encontraba haciendo temporada junto a Alberto Olmedo en la ciudad, había recibido a varios amigos en una casa que alquilaba en el barrio de La Florida, un lugar alejado del centro, de casas amplias con jardines y piletas. Entre otras celebridades del momento se encontraban Carlos Monzón, retirado entonces y dedicado al mundo de la actuación y las presencias en distintos lugares del mundo, junto a la modelo Alicia Muñiz, que había sido pareja del boxeador y era la madre de su hijo Maximiliano, quien también estaba en el lugar. Si bien estaban distanciados, varios especularon con que podría haber una reconciliación entre ellos ese verano.

"Carlos y Alicia hicieron el amor esa tarde. En la casa también estaban Facha Martel con su hijo, Román, de nueve años; Maxi –hijo de Carlos y Alicia–; Daniel Comba, el dueño de una inmobiliaria, y María Alejandra Lato, una maestra de veinte años, más Guazzone, el casero", reconstruyó el periodista Carlos Irusta en su reciente libro Monzón. La biografía definitiva (Editorial Planeta). Luego el anfitrión se fue porque tenía función en el teatro y más tarde lo hicieron los invitados. Horas después, según escribió Irusta, el boxeador y su ex fueron al Hotel Provincial, donde se encontraron con el animador Sergio Velazco Ferrero y su entonces esposa, la abogada María Eugenia Zorzenón.

"Me muero si tengo que estar preso", le dijo casi premonitoriamente entonces el ex deportista a la abogada, recordando un momento en el que había estado detenido en su juventud. Muñiz y Monzón luego se fueron al Club Peñarol. "Hubo más champán –la cocina estaba ya cerrada– y a eso de las cuatro y media de la mañana pidieron un taxi (…). A eso de las cinco y media de la mañana llegaron a la casa de la calle Pedro Zanni 1517. Monzón pagó y ambos se fueron hacia el garaje. Monzón golpeó la puerta: no tenía llave. Carlos Guazzone, el casero, les abrió. El taxi partió en la madrugada. Carlos y Alicia quedaron solos", describe Irusta en su libro.

El asesinato de Alicia Muñiz paralizó a un país en el que la figura del femicidio todavía no existía. Se habló de un ‘confuso episodio’, del ‘final anunciado’ para una ‘historia de amor tormentosa’

Lo que ocurrió a partir de entonces, durante las primeras horas del domingo 14 de febrero, fue motivo de debate nacional y paralizó a un país en el que la figura del femicidio todavía no existía. Se habló de un "confuso episodio", de "una pelea que terminó trágicamente", del "final anunciado" para una "historia de amor tormentosa".

El 15 de febrero la foto de Alicia Muñiz muerta, cerca de una pileta, apareció en los medios más importantes del país y en algunos del mundo. Aunque en la primera versión que dio a la Justicia Monzón aseguró que él y la mujer se cayeron del balcón del chalet tras un forcejeo, lo cierto es que después de varias pericias la Justicia pudo determinar que antes de la caída ella había sido asfixiada por el boxeador.

La conmoción que produjo el hecho, que tenía como protagonista a un ídolo popular tan conocido, provocó todo tipo de reacciones. "Había algo interesante, que está en las coberturas de la época y se puede ver: cuando están trasladando a Monzón a la cárcel, había dos grupos de gente: unos gritaban '¡Dale campeón, dale campeón!' y otros le gritaban '¡Asesino!'", explica a Infobae el periodista y escritor Juan Carrá, quien se crió en Mar del Plata y trabajó en los diarios más importantes de esa ciudad como cronista policial.

Monzón, en la cárcel
Monzón, en la cárcel

Los medios locales y nacionales no dejaron de transmitir todo lo que pasaba por entonces, con móviles desde la puerta de la casa donde había tenido lugar el crimen. Algunos, sin la posibilidad de ingresar, se animaron incluso a traspasar las paredes desde las alturas, para lo que contrataron un camión que les permitía cubrir desde arriba cada segundo de lo que iba ocurriendo. Para entonces, Monzón tenía prisión preventiva y pudo salir para formar parte de uno de los episodios más resonantes del caso, que fue la reconstrucción de la muerte de Muñiz en el lugar del hecho.

Aparecieron hipótesis de todo tipo, referencias a drogas, pruebas que desaparecieron misteriosamente y hasta un personaje que luego pasaría a ser parte del folclore local: Rafael El Cartonero Báez, un supuesto testigo del asesinato quien, como si fuera un precursor de los mediáticos de la televisión de los años 2000, se paseó por distintas publicaciones y canales queriendo dar su versión de lo acontecido.

Hacia fines de ese verano el ex campeón fue trasladado a la cárcel de Batán. Allí lo visitaron distintas personalidades, entre quienes se encontraba Alberto Olmedo.

La prisión preventiva fue confirmada el 27 de mayo por la Cámara de Apelaciones de Mar del Plata y un año después, nuevamente con una impresionante cobertura mediática, se dictó sentencia tras el juicio oral.
Monzón fue condenado a once años de prisión, acusado de haber asesinado a su ex pareja. Sin embargo, la Justicia no consideró que hubiera "agravante por el vínculo" porque no estaba formalmente casado con Muñiz. El boxeador moriría en un accidente automovilístico en 1995, también en verano, poco tiempo antes de recuperar la libertad definitiva.

Así quedó el auto donde
Así quedó el auto donde viajaba el ex campéon del mundo (Gentileza El Litoral)
La multitudinaria despedida al ídolo
La multitudinaria despedida al ídolo (Gentileza El Litoral)

Otro balcón, otra muerte

Ocurrió apenas tres semanas después del asesinato de Muñiz. "En aquella cena del 4 de marzo del 88, sus amigos lo vieron animado, de buen humor. Olmedo venía de un año difícil. A pesar de que su popularidad no paraba de crecer, su escandalosa separación de Nancy Herrera, un año antes, lo había devastado", reconstruyó el Diario Clarín sobre las últimas horas del humorista. El actor, que por entonces llegaba a hacer hasta tres funciones diarias de su espectáculo Éramos tan pobres a sala llena en el Teatro Tronador, agradecía la fidelidad del público que lo acompañaba pese a los vaivenes de la economía y la inflación que no paraba de subir. Y también se ilusionaba: según recuerdan las crónicas de la época, todo parecía indicar que se reconciliaría con Herrera luego de un desencuentro porque a la vedette se la había vinculado sentimentalmente con el locutor Cacho Fontana.

Nancy Herrera y Alberto Olmedo
Nancy Herrera y Alberto Olmedo

Es por esto que nadie termina de comprender qué ocurrió aquella jornada fatal. Luego de la cena de rigor con el elenco, Olmedo se dirigió al departamento del piso 11 del edificio Maral 39 donde lo esperaba Herrera con una noticia: la joven estaba embarazada del humorista. Antes de salir, había contado a sus compañeros que al día siguiente iba a ir a visitar a Monzón a la cárcel para llevarle un televisor.

El balcón de la tragedia
El balcón de la tragedia de Olmedo

"Se encontraron a la madrugada, hablaron mucho y bebieron demasiado. Poco después de las 7, Olmedo salió al balcón, se montó sobre la baranda y patinó. Los motivos siguen siendo un misterio", reconstruyó Clarín sobre aquellas últimas horas del comediante, que cayó al vacío y murió al caer, apenas despuntaba el 5 de marzo.

Tal como había ocurrido con el crimen de Alicia Muñiz, nuevamente las especulaciones no se hicieron esperar: se habló de excesos, de una misteriosa bolsita rosada que supuestamente el artista quiso atajar antes de caer, de una broma fatal.

Al día siguiente Olmedo tenía pensado a ir a visitar a Monzón a la cárcel para llevarle un televisor. Cuando el ex boxeador supo de su muerte, no pudo contener su llanto desconsolado

Los curiosos y los admiradores del artista no tardaron de llegar al lugar para despedir al hombre que en más de una ocasión, con sus recordados personajes, había hecho reír a los argentinos. Quien lo esperó durante toda la mañana y no pudo contener su llanto desconsolado al enterarse de la noticia en la cárcel fue Monzón, que aguardaba impaciente la visita que su amigo nunca pudo hacerle.

Desde entonces, frente al lugar donde cayó el humorista, se erige un monolito que lo homenajea. Desde entonces, también, Mar del Plata recuerda aquel verano en el que todo cambió.

"En términos periodísticos, durante un tiempo largo, y después con los aniversarios redondos, ambos casos se convirtieron en efemérides que la ciudad recupera periodísticamente", asegura Carrá. "El del 88 fue el último gran verano de aquella Mar del Plata. Es el último verano de la gran farándula argentina ahí. Con los 90 aparecieron otros lugares de veraneo de famosos, como Punta del Este o Pinamar, y entonces Mar del Plata cambia rotundamente su forma de turismo".

Para Sánchez, "el marplatense sabe lo que sucedió ese verano, sabe cómo funciona su ciudad". "No sé si hoy se añoran esos veranos lustrosos. La ciudad se la rebuscó para no depender tanto de un verano bueno o un verano malo. Ya nadie más veranea dos o tres meses como antes. Cambió la mecánica del turismo en sí. Con todas sus contingencias, porque es una ciudad con altos índices de pobreza, se fue acondicionando para no vivir como en esos veranos exclusivamente de la temporada", analiza el escritor. Y concluye: "Fue como la luna llena; en algún momento empieza a menguar. Era imposible un lugar de veraneo de casi 4 millones de personas. Se transformaba en un karma también, era hacer cola para todas las cosas. Un delirio".

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