"Tengo 110 millones de visitas en Youtube, y mis jefes en la fábrica donde trabajo me piden autógrafos para sus hijos"

XXL Irione es el fenómeno del rap argentino con más de dos millones de vistas por video en Youtube. Pero tiene una historia de vida muy dura que le contó a Teleshow. "Así como hago música, también sé desarmar motores", dice quien, con su arte, logró salir de la pobreza

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Oriundo del partido de Avellaneda, con tan sólo 31 años XXL Irione es uno de los fenómenos más extraños de la música nacional: es desconocido para quienes mueven la industria, pero es extremadamente viral, con más de 110 millones de reproducciones en su canal de YouTube. Además, rapea ante más de ocho mil personas si las circunstancias se lo permiten. Y sin embargo, todavía se ve obligado a trabajar en una fábrica para llegar a fin de mes.

XXL Irione se impone como uno de los artistas más escuchados de la Argentina, igualando -y cuando no, superando- las reproducciones de algunas bandas históricas, y de esas nuevas súper estrellas teens del pop que acribillan con marketing los corazones de los pequeños y abren las billeteras de los mayores.

Sin discográficas de por medio ni campañas de publicidad, este working class hero del hip hop argento se gana la vida trabajando en una central termoeléctrica a orillas del Riachuelo, poniendo bombas de achique, cambiando filtros y quemadores de calderas.

La paternidad le llegó a una temprana edad: su primer hijo nació cuando Juan Manuel Fernández Maciuk (tal el nombre de XXL Irione) tenía apenas 19 años. Y más allá de ese cambio en su vida, nunca abandonó el hobby por la música y las letras. Como todos, tuvo que ganarse el pan de cada día, por lo que trabajó como bachero, repartidor de volantes, auxiliar de limpieza, cuidando autos en la calle y hasta abriendo puertas de taxis. Pero siempre con sus sueños por delante.

Es así como logró fusionar su trabajo y su pasión por el rap. Y cerrará un gran 2017 para recibir el año próximo con distintas presentaciones en Capital y la Provincia de Buenos Aires: 7 de enero en el Centro Cultural Konex, 21 Bahia Blanca, 22 Tandil y 23 Azul.

—¿Cómo te introdujiste al mundo de rap?

—Hace muchos años ya: 98, 97 y 99. Era muy chico en esa época del Buenos Aires hardcore: skate a morir. Te hablo de las calles porteñas, las viejas juntadas en la galería Bond Street, el Correo Central. A través del skate conocí el rap, el hip hop, las bandas noventeras del momento. Ahí empezamos a curtir lo primero que había de rap en Argentina.

—¿Qué encontrabas en el rap? ¿Por qué el rap y no otro género?

—Desde los ocho, nueve años que iba a los recitales de punk. Me llevaba mi hermana que escuchaba toda música punk, toda esa onda hardcore. Pero en el rap encontré más profundidad en las canciones, en las letras. Y de entrada me pegó mucho más la música. Había bandas de punk que cantaban y contaban sus rebeliones, sus inquietudes, pero en el rap se profundizaba mucho más, era más crudo. Y la voz pasaba al frente.

—Recién hablábamos de la cantidad de visitas, de los seguidores, de las chicas que te van a ver. ¿En qué momento se da ese salto entre querer hacer rap y lograr todo este éxito?

—Desde lo personal sigo siendo alguien que vino desde abajo realmente, independiente, sin tener padres músicos o productores, entrando al medio absolutamente de cero, a la música, de tocar de la nada. Uno no piensa que va a trabajar (de esto), que va hacer arte para llamar la atención de la gente; uno lo hace porque le gusta. Y si a la gente le gusta lo que hago será bienvenida.

—¿Qué te destaca del resto?

—Creo que el carisma, la forma como digo las cosas y mi sinceridad. Tengo un sincericidio brutal, y eso hace que muchos pibes se sientan identificados con lo que digo. Hoy en día se está buscando gente que hable y que opine lo que la juventud quiere decir, y no puede.

—¿Qué cosas, por ejemplo?

—Por ejemplo, el simple hecho de que la música está cambiando, los barrios. En el conurbano se escucha rap, se escucha trap, y eso los medios no lo reflejaban hasta hace un tiempo. Recién ahora empezaron a abrirse las puertas de medios grandes, que se están dando cuenta de lo que está pasando.

—¿Por qué se dice que sos anti discográficas?

—Ese cartel se me puso por ser un tipo que consiguió lo que consiguió de forma independiente. Pero el rap es calle, es buscar la moneda porque hay mucho hippie con Osde. Acá cada uno debe buscarse la moneda. Yo la conseguí de forma independiente. Pero me parece perfecto si uno tiene que hacer contratos y cosas legales para poder posicionar su música, y que sea valorada mucho más, y se pague lo que se tenga que pagar por ese arte que es genuino, que la gente compra porque existe un mercado para eso. En cierto modo, todo es negociable. Yo digo que soy independiente con lo que yo escribo, no como yo comercialice mi música, porque entonces para eso no tendré un canal de Youtube, no tendría Spotify, no tendría nada.

—Y nadie te vería…

—Y nadie me vería si fuera tan independiente, sacara la guitarra y me pusiera a tocar en Plaza Serrano sin hacer discos. Pero yo lo hago con la responsabilidad de saber que quiero que mi arte esté en el medio porque creo que mi arte le hace bien a la gente.

—Al empezar solo no tuviste publicidad, ni el apoyo de un productor. Eras vos solo subiendo tus cosas en Youtube.

—Sí. Exacto. Sin apoyo de nada.

—¿Hasta que te vio algún mánager o un publicista?

—No fue tan así. Fue todo a pulmón mío hasta el día de hoy. Y el de mis amigos, de mi familia, sí, mucho mánager que han pasado. "Mánager", porque nunca tuve un mánager. Primero fueron mis amigos siempre y después yo les decía: "Dame una mano porque se me van las cosas fuera de control". Hago un show en Bahía Blanca y vienen 500 personas. Hago un show en la provincia de San Juan y vienen 500 personas. Y todo sin publicidad de nada. Ni un afiche pegado en una calle. Todo en un Facebook y con una historia en Instagram.

—¿Qué fue lo más difícil que tuviste que transitar?

—No entendía por qué no podía sonar en las radios. Yo siempre quise que mi arte sea escuchado, valorado. Me encanta vivir de mi arte. Es como los chicos que juegan en el potrero, les encantaría poder jugar en Primera y poder vivir de esto.

—¿Es fácil vivir del arte ?

—En el rubro que yo hago recién ahora se están abriendo las puertas. Hubo que bancar la toma muchos años pero como dicen, el que abandona no tiene premio.

—¿Vivís de la música o tenés un trabajo paralelo?

—Vivo de la música y tengo un trabajo paralelo. Tengo las dos cosas.

—¿Cuál es el otro trabajo?

—Soy operario en una fábrica. Soy electromecánico. Cambio filtros, desarmo motores. Es algo que hasta en cierto punto me gusta y me hace bien porque me hace descolgar un poco del hombre de las 110 millones de views.

—¿Te piden fotos tus jefes?

—Todo el tiempo. Eso es muy loco porque viene mi jefe y me dice: "¿Le podés filmar un saludo (a mis hijos)?", y yo, con la ropa de operario. Gracias a mi trabajo yo también pude realizar todo lo que estoy haciendo por la capacidad de tener dinero, de poder invertir, de poder comprarme equipos mejores en mi casa o de grabación.

—¿Cómo hacés con los horarios?

—Los horarios son rotativos. Tengo horarios de jornada francesa: cada seis días voy cambiando.

—¿Y en los horarios que no trabajas estás tocando?

—Estoy tocando o me voy de gira. Y la verdad que en el laburo también me bancan un montón. No sería posible esto si Grupo Enel no me bancaría, en el buen sentido: "Acomódate las vacaciones como te vengan". De hecho, tres giras nacionales las hice así.

—¿De chico soñabas con esto o se fue dando naturalmente?

—No soñaba con esto. Me fui mandando porque me expresaba, porque me siento bien, porque me gusta hacer música y rapear. Hago eso, así como también sé desarmar motores.

—Muchas de tus canciones tienen este mensaje de superación, de que se puede conseguir una vida mejor. ¿Buscás motivar a los demás? 

—Sí. Porque eso lo expreso en el arte como algo muy íntimo, cuando estoy solo en mi casa y digo que se me puede caer un foco en la cabeza y sí, me muero, puede pasar, es un accidente. Me cuesta olvidarme de que la vida es una. Y eso lo expreso en las canciones porque quizás hay gente muy estructurada, que por ahí es feliz así, de esa manera. Pero estructurada en el sentido de que no toma riesgos en su vida, ni decisiones. De decir: "Bueno, ¿qué hago me voy de vacaciones a tal lugar? Pero no me alcanza, no sé… ¿Pero si saco un préstamo?". Yo tampoco soy la locura pero tomé conciencia. He visto tantas cosas malas en la calle, he visto cómo la vida se acaba en un disparo. Y eso me hizo reflexionar y decir: "Levántate, camina". ¿Te duele la espalda, te operaron, estás postrado de por vida? Bueno, búscate un amigo y que te levante y te pare a mirar el atardecer. Es hermoso. Vivilo. Yo tengo esa forma de ver la vida y trato de ser feliz así.

—¿Qué otras cosas malas o qué otras cosas podés contar que viste en la calle, que te marcaron?

—La miseria la hemos pasado todos, pero me sensibilizó mucho cuando tuve hijos. Tenía como esa mirada típica de adolescente autodestructiva, y dejé la autodestrucción un poco y pasé a ver la vida de otra manera, a cuidarla y a disfrutarla. Ese fue un clic en mi cabeza. Si mis hijos no hubieran nacido yo no estaría acá. Me generó tanto amor un hijo…

—¿Cuántos hijos tenes?

—Dos: Valentín de 11 y Jazmín de seis.

—Los habrás tenido alrededor de los 19, 20 años…

—Claro. Pero me generó tanto amor, tanta locura por la vida. Yo ni me cuidaba. Cuando uno es joven vive a todo color, a todo ritmo, y no tomaba conciencia. Y cuando ya nacen mis hijos, digo: "No todo es así".

—¿Cómo haces para dividirte tu tiempo entre ser músico, ser operario, ser padre y ser esposo?

—Nadie entiende, pero lo hago. Y para mí, es lo que me motiva, lo que hace levantarme. Estuve festejando porque Independiente salió campeón, estuve en Avellaneda al lado de la sede, con mi hijo y con mi sobrino, que ya tiene 20 años. Y a las ocho o nueve de la mañana estaba haciendo una sesión fotográfica para una marca de ropa y ahora estoy acá. Eso lo disfruto, lo vivo y la paso bien.

—¿Qué les pasa a tus padres cuando ven todas estas cosas que te están pasando?

—Es loco porque a ellos les costaba apoyarme: "Este es un hobby que el pibe hace". Y se dieron cuenta cuando los invité a un show y la gente lloraba, se moría, los pibes tatuados con mi nombre. Ahí flashearon.

—¿Tatuados con tu nombre?

—¡Una barbaridad! Te diría que más de 500 personas en el país he visto con mi nombre. Una locura.

—¿Y a qué creés que se debe? ¿Los emocionás?

—Mi secreto es que supe aprovechar el rap. El rap es para la juventud, te hablo de la gente de 30 años también. Y si vos sabés tocar fibras sensibles de la gente, cambia todo. El rap es para es eso, no solo para protestar sino también para hablar de cosas de la vida y sufrimientos y miserias que todo el mundo siente, sin importar la condición social. Así como el amor es un idioma universal, el dolor también es un idioma universal, pero nadie quiere hablar de eso. Y después, cuando uno está solo en la noche, te da angustia y no te podés dormir. ¿Quién habla de eso? Duele. ¿Y sabés lo que pasa cuando hablás de locura, rozás la locura? Si hay gente que se tatúa mi nombre, es porque tuviste que acercarte al problema de esa persona. A veces me dicen: "Irio estás cada vez más chapa", y les digo que puede ser porque rozo la locura muchas veces para poder entender esa gente.

—¿Rozar la locura significa que vivís locuras?

—No. De sumergirte en estados para poder componer esa canción. Imaginate esto: "Quise morirme de un infarto al corazón, quise morirme pero no encontré otra opción, sacar mis penas, mi dolor en la canción, lo siento amigo yo soy pura confesión. Está lloviendo pero no puedo dormir, estoy pensando si parar o seguir, fantasmas quieren que me vuelva a deprimir, el pecho duele y se me vuelve a oprimir. El mundo es mierda y me sentó un bicho extraño, pienso en amigos que murieron, los extraño, ya casi tengo como treinta y pico de años y me encierro solito a llorar en el baño". Esos parámetros de rap mafioso no van conmigo si soy un tipo amigable. Lo mío pasa por bondad y ser amable. No quiere decir que sea un tipo boludeable.

—Una poesía…

—Claro.

—¿Eso te sale de una?

—Sí. Baja.

—¿Pero de una sentada vos lográs eso?

—Sí. En 30 segundos.

—¿Y leés algo antes para hacerlo?

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