"No es casualidad que empecé a estar delante de cámara cuando mi viejo ya no estaba". Malena Guinzburg habla de prejuicios. Y de comparaciones. Que con ella van mucho más allá de la figura de su papá, queridísimo Jorge Guinzburg. Porque la comediante logró hacer su propio recorrido, y hoy reflexiona sobre el orgullo que sentiría su padre frente a su presente profesional.
Para finalizar el 2017, a su divertido rol en Morfi, por la pantalla de Telefé, se suma durante este mes El árbol que tapa el bosque, en Microteatro. Entre feliz y asustada: así se define. "Estoy muy contenta y muy cagada porque hace mucho que no hago un personaje. Estoy acostumbrada a hacer stand up o a estar en la tele haciendo de mí; entonces, esto me da miedo". En la obra escrita por Pablo Fábregas y Alejandro Turner interpreta a una madre que recibe a su hijo y su nuera en agosto, festejando Navidad, y a partir de eso se visibiliza el conflicto familiar.
—¿En la vida sos así, de buen humor, como te vemos trabajando?
—Soy eso y no soy eso. No es que es un personaje, pero tengo mis momentos de angustia y sentirme la peor del mundo. Trato de mostrar la parte más linda.
—Hubo una revolución a partir de tu dieta: todas quieren hacerla. ¿Pensaste que se iba a generar esto?
—No, ni loca. Me da pánico. Siento que si engordo un kilo me tengo que ir del país porque hubo tanto puesto en eso…
—Te volviste el gurú.
—Es muy gracioso: hice dieta toda mi vida, siempre fracasando, el tema del peso siempre estuvo ahí, y de pronto soy yo el ejemplo de la que hizo la dieta y le funcionó. ¡No la puedo creer! Tengo el miedo entonces a que me deje de funcionar y engordar de nuevo, y que me dé vergüenza salir a la calle.
Hice dieta toda mi vida, siempre fracasando, y de pronto soy yo el ejemplo de la que hizo la dieta y le funcionó. ¡No la puedo creer!
—¿De verdad sentís ese peso?
—Obvio que lo exagero un poco, pero también lo tengo, eh. Cuando se dio todo esto me empezó a agarrar como una ansiedad y empecé a comer más y dije: "¡Ay no, Dios!". Se me fue de las manos.
—¿La dieta la hiciste con libro o es con médico?
—Fue con libro.
—¿Tiene que ver con acelerar el metabolismo?
—A mí me gustó el título, me lo pasó una compañera de laburo que me dijo: "Che, voy a empezar esta dieta. ¿Te copa? ¿La empezamos?". Aparte, hacer una dieta estando en "Morfi" es muy difícil.
—Imposible.
—Es muy difícil. Imposible no porque la hice, pero muy difícil. Hay nutricionistas que se enojaron, defensores de las harinas. Porque hay defensores de todo y están los defensores de las harinas. A mí me sirvió esto, qué sé yo.
—¿Estás en tu casa todo el día desnuda, viéndote, o no?
—No. Y tengo re mambos con mi cuerpo. Subir, bajar, subir, bajar, tiene sus secuelas. Me gusto más, todavía siento que me faltan bajar unos kilos y me está costando volver a hacerla. Me lo estoy tomando con más calma. Pero no es que digo: "Ay, me amo".
—Siempre te vi súper segura, y cuando empezaste a hablar de todo esto me sorprendió leer que la pasaste tan mal pasando que seguís sufriendo frente a los micros escolares.
—Sí, la pasé muy mal con el tema del cuerpo y con las cargadas. Lo del micro escolar quedó como una fobia. El otro día por primera vez en mi vida me subí a un subibaja. Tenía el trauma de no subirme a un sube y baja porque tenía miedo de que el que se subiera conmigo quedara ahí arriba todo el tiempo. El tema del cuerpo era muy heavy, literalmente. El otro día que fui a pasear con unos amigos, había un subibaja, y me subí con una amiga y dije: "Ay, está buenísimo".
Tenía el trauma de no subirme a un sube y baja porque tenía miedo de que el que se subiera conmigo quedara ahí arriba todo el tiempo
—Y ahora quedaste como una loca de los subibaja.
—Ahora quiero ir a los subibaja con todos mis compañeros del colegio con los que no me animé a subirme, que ya no sé dónde estarán en la vida. Ojalá yo me viese divina con más kilos y dijese no necesito bajar. Admiro y envidio a la gente que no tiene mambos con su cuerpo y pesa cien kilos, y se sienten diosas y uno las ve diosas. Tengo ejemplos de minas con un montón de sobrepeso que sienten que se pueden levantar al que quieran; bueno, yo no. Por eso también lo planteaba desde un lugar muy personal: a mí me hizo bien pero no es solo bajar de peso, tiene que ver con todo un laburo que vengo haciendo más abarcativo. Cuerpo, mente, alma, si querés.
—¿De qué sentís que te salvó el humor?
—Es un estilo de vida y me la hace más linda. El humor es todo. Para estar con alguien me quiero divertir, me parece fundamental.
—¿Hoy estás en pareja?
—No.
Lloré mucho por amor. Pero después de hacerlo, me gusta mirarme al espejo porque los ojos me quedan re lindos
—¿Y qué más querés que tenga, además del humor?
—Que sea buen tipo. Necesito admirar a la persona con la que estoy, no importa desde dónde, no es que tiene que tener un laburo espectacular, tiene que tener pasión por algo. Esas cosas para mí son fundamentales. Pero fundamentalmente que sea bueno. Estoy harta de los tipos que no lo son.
— ¿Te topaste con muchos?
—Y… bastantes. Después, en general con mis ex quedé bien siempre. Con los que peor quedé son los que más me hicieron sufrir innecesariamente.
— ¿Lloraste mucho por amor?
— Uff. Pero me pasa algo: si estoy sola, lloro, lloro, lloro; si estoy con alguien empiezo a llorar, me ve y empiezo a reír. Hago todo como un showcito. Si lloré mucho me gusta mirarme al espejo porque los ojos me quedan re lindos. Prefiero igual no llorar, me gusta más cuando me río pero bueno, soy llorona, soy melodramática también. Soy un poco exagerada…
—¿Sos "Susanita"?
—No, soy re tranqui. No tengo la fantasía de casarme, hijitos y todo eso. Por un lado soy muy independiente, me gusta mantener mi vida. Me gusta mi vida, para estar con alguien necesito que me sume. Me cuesta el histeriqueo, me gusta que fluya y no me sale mucho, creo que por eso estoy sola.
—¿Qué pasa con el tipo histérico?
—Estamos rodeadas, no me pasa a mí sola, también a mis amigas Mucho por redes y después nada concreto. Mucho celular y después arrugan. Me molesta, sobre todo cuando empezás a estar con alguien. Me gusta que fluya, me gusta que si tengo ganas de escribirte te escribo, y no significa que me quiero casar con vos.
—No esto de salimos el domingo y entonces hasta el jueves no aparece.
—Ay, te juro que me cuesta un montón. Es algo que se usa y que se impone, y entiendo las reglas del juego, pero no me gustan. Entiendo que si te demuestro que está todo bien vas a salir corriendo, si me hago rogar vas a querer estar conmigo. Ay, qué hincha pelotas.
Me parece genial que ahora nos animemos (a denunciar el acoso), y es súper necesario irse a veces a un extremo. Están todos los tipos con miedo de saludarte
—Denunciaste hace un tiempo una situación de violencia de género y estamos en un momento en el que en el mundo del espectáculo todos los días aparece un caso nuevo. ¿Qué está pasando?
—Es súper complejo el tema. Por un lado está el abuso de verdad, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice. Cuando denuncié dudé un montón en denunciar. Dudé por la vergüenza. Dudé por exponer algo. Dudé por si era el método. Lo hice porque la persona que yo denunciaba había sido denunciada por Carolina Aguirre y me molestaba cada vez que veía algo de él: se hacía el feminista y me daba mucha bronca. Cuando vi que la estaban poniendo en duda a Carolina, dije: "No, pará, yo también". Lo hablé con muchos amigos, con mi familia, porque no había contado nada en su momento porque también, cuando pasa en la intimidad, porque no es que un tipo en la calle me acosó, dudás hasta dónde está bien hacer una denuncia. Me sentí aliviada de hacerlo y cuando muchas mujeres me dijeron "Gracias a lo que dijiste me ayudaste y me animé", sentí que valió la pena. Lo que yo siento ahora es que no es lo mismo… Me parece genial que los tipos empiecen a tener miedo y ahora no se animen a acosar a nadie porque no lo permitimos más, que antes era algo que estaba como aceptado que la mujer tenía que estar más sumisa. Lo único con lo que yo tengo muchas dudas y no tengo una opinión formada, es cuando hablan de hace quince años me hacía chistes fuera de lugar. Eran otros parámetros. No es lo mismo acusar a alguien de algo que hace ahora de algo que hizo hace quince años. No hablo de violar o acosar. Es una zona gris. El chiste fuera de lugar estaba en la tele; por suerte ahora cambió y se está revisando todo eso.
—Bienvenido sea.
—El acoso siempre fue acoso, acoso fue hace veinte años, hace quince, ayer y hoy. Que ahora nos animemos me parece genial, y me parece que es súper necesario también irse a veces a un extremo. Están todos los tipos con miedo de saludarte.
—También es difícil para las mujeres la mirada externa: pareciera que tiene que haber algo que sostenga la validez de lo que decimos. Vos decías que saliste a bancar a Carolina, a quien muchos estaban cuestionando.
—En realidad yo no salí a bancarla a ella. De hecho le escribí por privado preguntándole una cosa y dije: "No sé si me voy a animar", y no me contestó bien. Después igual lo hablé y está todo bien, pero cada uno tiene sus tiempos y a ella le llevó un año desde que le pasó hasta decirlo. Yo me sentí muy presionada también: "Tenés que contarlo, tenés que decir". Pará, pará, yo también tengo mi proceso. Obvio que hubo minas que salieron a decir: "Está exagerando, no fue para tanto", y hubo tipos, un periodista, diciendo: "Gorda, agradece que te cogieron". Tenemos claro que si te pegan es violencia. Ahora, si hay una relación sexual no consentida o vos decís que no y siguen, también es violencia.
—¿Qué pensaría tu papá de tu presente?
—Mi viejo estaría re contento, él sabía las ganas que yo tenía de actuar y de estar delante de cámara, delante del micrófono y cómo padecía el no animarme. Estoy contenta en general con la vida, en un buen momento, me va a bien y sigo haciendo cosas. El animarme a hacer lo que quiero, también es moverme del lugar donde estoy, que me está yendo bien. Con "PUCHA" vengo hace un montón haciendo stand up y llenando un teatro todos los fines de semana, con compañeros espectaculares, y que la gente se ría y aplauda es espectacular. Así que creo que él estaría súper orgulloso.
Ojalá que papá no me esté viendo todo el tiempo porque hay momentos que no da, papá, que me estés viendo
—¿Te llegó a ver frente a cámara o al público?
—No. Me vio en obras pésimas. Ahí sale la gente que te dice que él está viendo igual. Yo no sé si me está viendo igual, o te ve todo el tiempo. Ojalá que no me esté viendo todo el tiempo porque hay momentos que no da, papá, que me estés viendo. Lo que más lamento es que no me haya visto haciendo stand up, que no me haya visto en el Paseo La Plaza con un teatro cagándose de risa y no poder tenerlo en este momento donde mil veces le preguntaría cosas o quisiera charlar con él. Por suerte lo tuve un montón, mucho menos de lo que hubiese querido. Pero no, sé que estaría re contento.
—¿En algún momento pesó el apellido y la responsabilidad de tener que igualarlo?
—Era mucho más de los otros que mía, sobre todo cuando empecé. De hecho mi primer monólogo hablaba bastante de mi viejo porque lo tenía que blanquear. Había mucho prejuicio de "Ella está ahí porque es la hija de…". No es casualidad que yo empecé a estar más delante de cámara cuando mi viejo ya no estaba. Como productora sí empecé laburando con él, pero nunca quise estar actuando o haciendo radio por el apellido. Y la gente por redes es muy cruel, sobre todo al principio: "Tu papá estaría avergonzado y se volvería a morir si te ve…". Nunca me quise poner en su lugar, primero porque siento que es inigualable mi viejo; ni siquiera diría que hay pocos, era el uno para mí. Entonces nunca lo voy a alcanzar si quisiera compararme. Por suerte mi viejo era un tipo querido por la gente y por el medio. Entonces, así como hay gente que es chota y me pone "Nunca vas a llegar", hay otra que me quiere porque lo quería a él.
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