Tras dos años de ausencia, Pablo Alborán regresa con su nuevo trabajo discográfico, Prometo. Se trata de su cuarto disco, que es el resultado de un período de reflexión en el que el malagueño ha crecido como artista a raíz de su curiosidad y evolución musical. El álbum está llamado a ser un paso definitivo en su carrera.
Cuando comenzó a grabar las nuevas canciones, Alborán ya tenía una idea clara: encontrar algo nuevo y especial para ofrecer al público. No se trataba de un cambio forzado, sino de la necesidad de expresar otras vertientes artísticas que han crecido en él y poder disfrutar la sensación de divertirse con lo que estaba haciendo.
"Durante la grabación todo fluía con facilidad, quizás por la total confianza que deposité en Julio Reyes –su productor–. Desde el primer momento sentí mucha seguridad porque intuí que él iba a entender perfectamente lo que yo quería. Y así fue. Lo hizo por el lado más moderno y también por el clásico, unas veces por la balada y otras asumiendo el riesgo de afrontar algunos temas más movidos. Supo sacar cosas que llevo adentro y alguna otra faceta mía que la gente no conoce", contó Alborán.
Reyes tiene su "cuartel general" en Miami, donde se grabó Prometo. Durante el tiempo que duró la grabación, Pablo también tuvo la ocasión de conocer la vida cultural y artística de la ciudad y descubrir en ella aspectos muy interesantes. Por ese motivo, la ciudad norteamericana está presente en el alma del álbum.
Los músicos que han intervenido en la grabación del disco son de la más variada procedencia. El pianista Carlos Fernando López es colombiano: el guitarrista Dan Warner y el baterista Aaron Sterling, estadounidenses; Guillermo Vadalá, bajista, es argentino, Ricardo López Lalinde, colombiano; el baterista Almando Cresso proviene de Jamaica; el multiinstrumentista Yasmil Marrufo y el percusionista Richard Bravo, venezolanos; y Lolo Álvarez, el guitarrista, es español.
"Creo que al final ha resultado un disco que abre puertas, o mejor dicho, que tiene las puertas abiertas aunque no sabría decir hacia dónde, y eso precisamente es una de las cosas que me gustan de él", comenta, en ese sentido, Alborán.
"En el terreno musical le huyo al encasillamiento. Para mí era importante tener la posibilidad de arriesgar, hacer cosas diferentes, experimentar, jugar con las canciones y librarme así de muchos prejuicios musicales… Es obvio que el gran público asocia el nombre de Pablo Alborán con la música romántica, pero yo soy músico y el encasillamiento me asusta. Por otro lado, creo en la sencillez. No querer encasillarme no quiere decir que tenga que asociar lo complicado con lo bonito. Yo tengo que hacer lo que me pide el cuerpo", concluyó el músico.
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