Claribel Medina, polémica con las ficciones argentinas: "Los textos no le llegan al público"

Mientras se prepara para hacer temporada en Córdoba con la obra "Acaloradas", la actriz puertorriqueña recuerda con Teleshow las dificultades que debió enfrentar cuando se radicó en Buenos Aires de muy joven

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Vino de visita sabiendo que se quedaría para siempre, aunque el amor que hasta aquí la trajo no terminó siendo eterno. Tenía apenas 23 años y una gran carrera en su Puerto Rico natal. Hoy, Claribel Medina se desdobla en sus dos pasiones: más allá de sus dotes de actriz multifacética -tanto para el teatro, como el cine y la televisión-, también hizo un recorrido por la música. Y además de trabajar con su profesión principal, canta y compone. Logró vivir de sus talentos.

Este verano, Córdoba le abrirá las puertas: Claribel será una de las figuras de la obra Acaloradas. Pero antes, aceptó un diálogo a fondo con Teleshow.

Si no tenés continuidad en la pantalla, ¿el medio te vela?

—No. No me pasa eso porque tengo una vida personal que me llena. Me pasaría si no tuviera otros intereses u otras pasiones. No me da miedo que la gente se olvide porque vivo haciendo teatro, y haciendo música. Mi otro trabajo es cantar y componer. Entonces, tengo bandas musicales todo el tiempo, y donde me contratan voy a cantar. Tengo grandes amigos músicos.

—Y si tuvieras que volver atrás, ¿harías algo diferente?

—Sumaría otras cosas, no me hubiese quedado solo como actriz. Hubiera estudiado piano para poder hacer armonía y tener un conocimiento musical más amplio. Si pudiera volver atrás hubiera estudiado ciencias porque me gustan, y me gusta leer. También hubiese sido más aventurera de lo que soy. Hubiese buscado una profesión que me hubiera llevado por el mundo. No lo sé. Creo que hay tanto para hacer en esta vida…

Fue un golpe muy duro besar a mi mamá, ver sus ojos y notar que ella también sabía que yo me iba para siempre

—¿Por qué siendo una figura reconocida en Puerto Rico decidiste venirte a la Argentina y empezar otra vez?

—Era una nena: llegué acá cuando tenía 23 años. Lo que pasa es que comencé mi carrera en Puerto Rico a los 15. A los 18 me fui a Nueva York, estudié allí y viví hasta los 20. Y ahí me regresé a Puerto Rico, donde protagonicé sin parar. Hice una carrera muy intensa en tres años. Para que la gente tenga una idea, las novelas en Puerto Rico no duran un año entero, y en un año llegué a hacer cuatro novelas como protagonista. En la última novela, que hice con Carlos Vives, me enamoré de un argentino. Vinimos a ver a su familia acá y en el momento en el que crucé el aeropuerto supe que me mudaba de país. Lo sentí.

—¿No te importó dejar todo lo que habías construido?

—Sí, me importó. Claro que sí. Fue un golpe muy duro besar a mi mamá, ver sus ojos y notar que ella también sabía que yo me iba para siempre, que haría mi vida en ese otro país. Lo vi en la mirada de mi mamá. Fue muy loco. Miré a mi papá y se lo vi a mi padre también. Así que cuando salí por el aeropuerto fue: "¿Adónde voy? A empezar una vida nueva". Pisé la Argentina y me dije: "Tengo que conocer este país porque si me voy a quedar acá, primero tengo que entender a los argentinos, conocer su música, entender la pasión del argentino". Y me pasaba en los cafés escuchando a la gente hablar para entender la pasión de los argentinos. Cuando llegué creía que los argentinos se peleaban todo el tiempo. "Se pelean, ¡se van a matar!", decía.

—Esa era la idea que tenías…

—Claro. Veía que discutían fuerte. "A la pucha, esta gente se mata", dije. Pero no, al final se abrazaban y se iban a comer asado. Después de la tremenda discusión que tenían, decían "¡Vámonos!".

—Volviendo a la imagen de tu mamá en el aeropuerto, ¿cómo era la comunicación en ese entonces?

—No había Internet, no había nada.

—¿Y cuándo volviste a Puerto Rico después de esa despedida?

—En esa época fui bastante seguido, trataba de ir una vez por año. Hablaba por teléfono todo el tiempo. Nos escribíamos por carta. Hoy Internet te permite otras cosas, pero en ese momento yo quería que hubiese una especie de relación con las nenas, que iban creciendo. Entonces escribía cartas con ellas para que hubiera comunicación con la tía, con los tíos. Existía la foto. Entonces, mandábamos fotos.

Cuando llegué al país creía que los argentinos se peleaban todo el tiempo. ‘¡Se van a matar!’, decía. Pero no, al final se abrazaban y se iban a comer asado

—Cuando llegaste a la Argentina, ¿qué te preocupaba?

—Me preocupaba si me iba a adaptar a vivir acá sin familia, armar mi historia, y si podía hacer lo que me gustaba. No sabía si iba a poder actuar. No sabía si podía hacer teatro porque mi acento chocaba con el acento del argentino. En ese momento era bastante complicado. Fue rapidísimo entrar a la televisión, no así en el teatro. Costó que me llamaran para hacer teatro.

—¿Quién te dio la primera oportunidad de trabajo?

—¡Uh!, me mataste porque tengo que hacer memoria… Todo lo que hice fue éxito. La primera oportunidad en televisión me la dio Rodolfo Ledo: me llamó para hacer un programa en Canal 9 que nunca salió al aire y terminé haciendo un programa de conducción con Mirta Romay.

—¿Tener otro acento era tu mejor carta para mostrar?

—No, era una carta que me jugaba en contra. No con el público, que decía que era hermosa, pero sí para trabajar porque todo el tiempo había que buscar la manera de justificar que era extranjera. Y yo no quería vivir todo el tiempo en un país en el que todos los personajes que me dieran tengan que ser tildados de extranjeros. Entonces, llegó un momento en que nadie lo cuestionó. Imagínate que hacía de hermana de (Guillermo) Francella. Entonces, a partir de ahí, cualquier cosa.

—¿Buscaste neutralizar el acento?

—Me ocurrió naturalmente, y creo que una casa llena de niños argentinos, porteños, te lleva a eso, porque estás todo el día escuchándolos.

El acento me jugaba en contra para actuar. Todo el tiempo había que buscar la manera de justificar que era extranjera

—De lo que aprendiste a lo largo de los años, ¿qué quisieras transmitirle a tus hijas?

—Constancia. La constancia tiene que ver con mantenerse. Uno puede tener un éxito y el éxito se va, no es eterno. Pero cuando trabajás para bien y sos constante con la gente, en nuestra profesión el trabajo siempre aparece. Y creo que en cualquier cosa. La constancia es no bajar los brazos. Y esto te pasa. Muchas cosas te pueden hacer bajar los brazos problemas graves: enfermedades, angustias, divorcios, separaciones, perder un hijo. Entonces creo que lo más difícil en esta vida es tratar de sostener la alegría, ponerle energía a todo. Después vas aprendiendo que lo que te toca vivir, es lo que te toca vivir, y hay que amoldarse. No hay que relajarse, pero no hay que pelearse con lo que te toca vivir.

—¿Te costó mucho superar la separación Pablo Alarcón?

—Sí, me costó muchísimo porque las nenas eran muy pequeñas: tenían 4 y dos años. Estaba en un país en el que no tenía familia, pero estaba trabajando mucho ya, intensamente. Estaba haciendo "Como vos y yo", o "Naranja y media". Y al estar trabajando tanto llegaba muy cansada a mi casa. Pero emocionalmente fue devastador… Una separación es devastadora, y con dos hijos la comunicación tiene que ser eterna, entonces hay que trabajar para tener una buena relación, cosa que no es fácil cuando te separás y uno de los dos queda lastimado. Con el tiempo vas a aprendiendo que lo mejor es perdonar y olvidar.

—¿Te volviste a enamorar?

—Sí. No pensé que volvería a enamorarme. ¿Viste que enamorarse es algo que ocurre? No se busca. Pasa, no sé cómo pasa, pero pasa. Uno puede estar años sin enamorarse, saliendo con una persona, con otra. Pero enamorarte es algo mágico que ocurre, y no lo buscás. No pensé que me iba a volver a pasar, pero es un sentimiento bellísimo.

—¿Cómo ves a la tele argentina? ¿Está difícil el trabajo para el actor?

—Esta difícil para el actor y para el productor, para ambas partes. Estamos en un momento de cambio muy grande. Está difícil para los autores: hay problemas económicos en la televisión argentina y en el mundo. En Estados Unidos, las series duran 15, 20 años. Tienen maneras de que los gastos se cubran, de no estar en pérdida. Con la televisión argentina, que siempre se ha bancado con el tema de la publicidad, es distinto. Hoy hay menos publicidad porque la publicidad está en Internet, en YouTube. La venden de mil maneras, al horario que quieren y al público que quieren. Ya no hace falta que el producto esté en una novela o serie.

No me interesa un auto, una casa, una mansión. Quiero vivir una vida sana y ver a mis hijas felices

—Siendo actriz, ¿cómo ves lo que sucedió con "Fanny La Fan", que tuvieron que levantarla porque medía muy poco?

—Me preocupa muchísimo, me duele, y me pregunto qué está pasando con las historias, que no llegan al público. ¿Por qué la gente compra hoy una novela turca antes que una argentina, siendo un país que ama a sus actores y a su cine? Cuando llegué al país me enamoré de la pasión que tiene por sus actores, de ver un (Teatro) San Martín lleno, de ver el Colón lleno, un teatro en Mendoza lleno. Eso me parecía fascinante. Hoy entiendo que algo está pasando con los textos: no terminan de llegarle al público. Uno mira una novela turca y piensa que tienen grandes producciones, pero no se trata solamente de eso, sino que también hay una historia muy sostenidita. Hay que revisar qué pasa con los textos.

—Hoy, ¿hay algo que te gustaría tener, y no tenés?

—Qué pregunta difícil de contestar. No me pregunto eso porque me gusta vivir la vida como viene, día a día. No me gusta programar pensando qué necesito. Pero me gustaría viajar mucho. Después, no hay algo específico que quisiera tener: no me interesa un auto, una casa, una mansión. Quiero vivir una vida sana y ver a mis hijas felices y armando lo que ellas eligieron. Una es bióloga, la otro siguió lo mío, la actuación y la música. Sí quiero verlas realizadas, y cuando me vaya de este mundo decir: "Están bien".

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