Juan Di Natale: "Hay un montón de operadores políticos disfrazados de periodistas"

"No me siento en ninguno de los extremos de la grieta, más allá de que te inviten todo el tiempo" dice el conductor en diálogo con Teleshow. Además, analiza el presente del periodismo, evalúa si podría volver "CQC" y habla de aquel grupo de amigos ¿que no era tal?

Guardar
“Estoy terminando un año raro en lo profesional”, explica Juan Di Natale. Sucede que tras 25 años ininterrumpidos en Rock & Pop, este 2017 lo encontró transmitiendo desde La Plata para Radio Contilo, y al frente de un programa en la TV Pública, La era de la imagen.

—¿Pros y contras de empezar de nuevo?

—Contras: la incertidumbre de saber si eso que hiciste durante tanto tiempo en el mismo lugar podés hacerlo en otro. Había sido toda mi vida profesional en Rock & Pop. Zanjada la incertidumbre que se resuelve muy rápido, es un pequeño período de adaptación. Por suerte, fueron todos pros. Un medio nuevo: Radio Cantilo porque está sobre la calle Cantilo, la principal de City Bell.

—¿Costó irte de Rock & Pop?

—Sí, claro. Fue un dolor enorme. Por supuesto que no fue mi voluntad la que resolvió esa situación.

“La era de la imagen”,
“La era de la imagen”, el nuevo programa de Juan Di Natale, se emite por la TV Pública los domingos a las 19 horas

—Quienes seguimos todo lo que fue "CQC", la radio y ese equipo, que era como una banda, también fuimos viendo peleas, y cómo se fueron rompiendo vínculos que parecían de hermandad. ¿Por qué creés que pasó?

—Tal vez los vínculos no eran de hermandad o tal vez a alguno le importaba montar una suerte de hermandad ficticia o una ilusión de banda o de pandilla, porque eso era lo que funcionaba en términos de imagen de equipo. A la vez, reconozco que fuimos muy cercanos con varios de los integrantes de ese colectivo grande, variado y con gente que entraba y salía todo el tiempo que fue "CQC". Pero después cada uno toma decisiones en la vida y esas decisiones a veces afectan a terceros, y obviamente comprometen tu relación con los demás.

Fue un dolor enorme irme de Rock & Pop. No fue mi voluntad la que resolvió esa situación

—¿Hay alguien de quien hayas quedado amigo?

—No soy amigo de nadie al punto de encontrarme a cenar una vez por mes, pero sí hay un montón de gente con la que tengo una buena relación. Y no solamente hablo de los que estábamos en pantalla, sino el enorme equipo de producción y todo el equipo que había en Cuatro Cabezas en esa época.

—Empezaste "La era de la imagen" en la TV Pública.

—Comencé en la TV Pública una producción de Miguel Rodríguez Arias, el creador de "Las patas de la mentira" y de un montón de otros ciclos. "La era de la imagen" es un programa de archivo que tiene un informe central orientado a todo lo que tiene que ver con los fenómenos de la comunicación de las últimas dos décadas. El primer programa fue sobre Internet, el segundo, este domingo, es sobre (Mark) Zuckerberg y Facebook. A la vez, tenés a lo mejor un pequeño informe sobre un arquitecto, un clip de una canción de hace un par de años, y así.

—¿Cómo te llevás con la tecnología?

—Me llevo bien, no soy un enfermo de la tecnología, trato de estar mínimamente actualizado, pero me falta un montón. Uso lo que necesito. Para mí, por ejemplo, Spotify para programar música para la radio es hoy una ayuda muy grande, y me resulta muy práctico, pero hay un montón de cosas que no uso. No sé lo que es Tinder, por ejemplo, si vamos a redes sociales.

“Hoy sería muy difícil hacer
“Hoy sería muy difícil hacer CQC, no sé quién podría hacerlo”, dice Di Natale en esta charla con Teleshow

—¿Es tu primera vez en la TV Pública?

—Yo trabajé en la TV Pública en "La TV ataca", en el año 1991.

—¿Por qué yo me lo acuerdo como Canal 9?

—Porque "La TV ataca" pasó por América, primero, después pasó por Canal 7 y después por Canal 9. El año, digamos, exitoso de "La TV ataca" y que salía en tanda con "Hacelo por mí" los domingos, el programa que competía con "Ritmo de la noche", fue ese.

—O sea, yo me subí al éxito directamente.

—Te subiste al carro de la gloria (risas). En 1992 y después en 1993 dura un par de meses, colapsa y deja de salir. Pero te acordás bien, tuvo un paso breve de algunos meses por Canal 9. Hay algo gracioso, me preguntabas si trabajé alguna vez en la TV pública, y la grúa que se utilizaba en "La TV ataca" en el 1991 en Canal 7 hoy está en el museo del canal, pero el cámara que se subía a esa grúa es uno de los cámaras de mi programa, por ejemplo. Él no está en el museo.

En la grieta, hay diferencias que son irreconciliables. Ese es un desafío muy grande. O a lo mejor hay cuestiones que no deben ser reconciliadas

—"La era de la imagen" no es político. ¿Desde ese lugar es más relajado?

—Definitivamente, no estar teniendo que tomar posición permanentemente sobre temas de coyuntura es un poco más relajado. Y también es placentero poder hablar de otras cosas, no estar atado a cuestiones de actualidad y rescatar momentos o producciones que tienen un valor más allá del paso del tiempo. Esa creo que es una de las cosas más atractivas del programa.

—¿Desde las redes no te pegaron por ir a la televisión pública?

—Tal vez todavía no están muy enterados, no sé. Técnicamente trabajo para Miguel Rodríguez Arias, que es el productor y creador del programa del que soy el presentador y entrevistador. Hay que estar agradecido de tener trabajo en un momento como este. Mientras yo pueda dormir tranquilo y sentir que estoy haciendo algo con la mayor dignidad posible y que no me traiciono ni a mí ni a la gente que me contrata ni a quienes nos estén mirando, lo voy a hacer. Y lo tengo que hacer.

—¿La figura pública tiene que tener una opinión de todo?

—No creo. Yo rescato de una figura pública que pueda decir "No sé" sobre algo. O "No tengo opinión sobre esto porque me falta información". Me parece que eso es casi lo mejor que podemos hacer para la gente que nos mira y que nos escucha. No engañarnos creyendo que podemos hablar de todo porque nadie sabe sobre todo.

De repente estamos pensando en la posibilidad de, no sé, ¿un país con menos prensa? ¿Con menos voces que no serían necesarias, no harían falta? ¿Sobramos?

—Hablamos antes de empezar de la grieta, ¿considerás que nos vamos a amigar en algún momento?

—No lo sé. La verdad es que no me siento en ninguno de los extremos de la grieta, no siento haber estado ahí, en ningún lado, en ningún caso, en ningún momento, más allá de que te inviten todo el tiempo. Hay una especie de clima belicoso que todo el tiempo te presiona, te provoca para que te pares de uno u otro lado. Para mí, no hay dos lados, hay todos los lados que uno quiera imaginar. Pero tengo la sensación de que hay diferencias que son irreconciliables. Ese es un desafío muy grande. O a lo mejor no hay por qué reconciliar. A lo mejor hay cuestiones que no deben ser reconciliadas. Lidiar y administrar esas tensiones es algo muy difícil para cualquiera que quiera encabezar un proyecto colectivo que nos incluya a todos.

—¿Cómo ves este momento del periodismo?

—Es un momento muy complicado. Venimos de semanas bastante polémicas alrededor de nuestro oficio, nuestra industria. Me parece que tenemos de todo, gente que trata de honrar el ejercicio del mejor periodismo y que lo hace en condiciones que muchas veces no son las mejores. Es complicado hacer periodismo hoy casi en cualquier medio. Los medios también tienen su posicionamiento, sus intereses, sus alianzas y hay que sortear todo eso. Después, también tenemos un montón de operadores políticos disfrazados de periodistas, pero eso tampoco es un fenómeno nuevo, no es algo que se haya inventado ni este año ni el año pasado ni hace diez. Y también tenemos un montón de periodistas sin trabajo, desesperados por ver cómo pueden hacer para ganarse la vida y algunos en su desesperación tal vez cometen errores, pero es muy difícil hoy estar en los zapatos de un montón de gente que hace lo mismo que hacemos nosotros.

—¿Qué va a pasar? ¿Se va a reinventar la industria? ¿Nos vamos a dedicar todos a otra cosa?

—Es raro. De repente estamos pensando en la posibilidad de, no sé, ¿un país con menos prensa? ¿Con menos voces que de repente no serían necesarias, no harían falta? ¿Sobramos? Yo creo que no. Me parece que debemos intentar que eso sea de otro modo y que hace falta la famosa pluralidad, verla en juego. Entiendo que también debe ser difícil ser un empresario de medios en este país. Pero también hay que apostar a que existan los que tienen la vocación real del periodismo.

Tenía 22 años cuando empezó La TV ataca, 24, 25 cuando empezó CQC. A veces pienso: ‘Uy, qué estúpido que fui’. Pero digo: ‘Sí, era un estúpido, pero dejame ser un estúpido un rato’

—De la época de "CQC", ¿extrañás algo?

—No. Que yo era más joven (risas).

—¿Había una mejor tele en los 90?

—No sé. La sensación que tengo ahora es que todo es un poco más parecido entre sí. Siempre hubo fórmulas que se replicaron en la tele y siempre hubo alguien que se encargó de tratar de repetir eso que estaba funcionando en la pantalla de al lado. Podría ser de otra manera, porque también la crisis podría generar que alguien quisiera innovar desde la carencia de recursos o algo parecido. Tal vez eso está sucediendo pero no lo vemos, o yo no lo vi todavía. Lo que puede verse en la televisión de aire y en la producción local del cable es bastante redundante. En todos lados de lo que se trata es de que discutamos fuerte.

—En esa época de rockstars, ¿derrapaste en algún momento? ¿Te la creíste? ¿Te pasaste con los excesos?

—Con los excesos, la verdad que no sé. Tuve mis vicios y mi diversión como cualquiera. Me la debo haber creído, seguro, en más de una ocasión, y debo haber sido insoportable con más de uno también. Uno tiene que ser autocrítico, pero también tener una mirada un poquito piadosa con el que fue. Nadie está preparado para de repente volverse una figura pública, primero de "La TV ataca" y después de "CQC". Fue muy rápido y yo era muy joven, tenía 22 años cuando empezó "La TV ataca", 24, 25 cuando empezó "CQC". Entonces a veces pienso: "Uy, qué estúpido que fui". Pero digo: "Bueno, pobre. ¿Qué querés? Sí, era un estúpido, pero dejame ser un estúpido un rato". Trato de tener esa mirada un poco piadosa con los jóvenes de veintipico que veo ahora.

—No hay nadie de esa época a quien le debas una disculpa.

—Seguramente, sí. Me acuerdo que una vez fui a "Yo amo a la TV". Creo que Andrés Percivale, cuando terminó el programa, dijo que me habría dado un sopapo (risas). Yo me ensañé un poco con (Jorge) Lafauci, creo que ahí me había cruzado… Debo haber sido un poco irrespetuoso, un poco más irreverente de lo debido. Innecesariamente. Aparte, con gente que estaba haciendo su trabajo igual que yo. A veces uno se pone un poco tonto.

—¿No estaría bien un "CQC" en la televisión de hoy?

—Sería muy difícil, no sé quién podría hacerlo. Creo que sería muy complicado.

—Si lo hacen, ¿que te llamen o no?

—Bueno, por lo menos conversemos…

MIRA LA ENTREVISTA COMPLETA

Agradecimiento: peinado y maquillaje, Romina Sala

LEA MÁS:

Las mejores anécdotas de Bebe Contepomi: de sus salidas con Bono a los desplantes de Madonna y Roger Waters

Eduardo de la Puente: "Tuve dos pancreatitis alcohólicas pero no escarmenté, no me sirvieron para dejar de chupar"

Guardar