Malena Solda contó que sufrió un intento de acoso de parte de un productor de cine

Así como viene sucediendo en Hollywood, en Argentina muchas actrices viven momentos difíciles que cada vez más se animan a denunciar. En esta charla con Teleshow, la protagonista de la ficción "Cuéntame cómo pasó" relata la experiencia que le tocó a sus 20 años. Además el rol del Estado en la cultura y la televisión: "Si no educás a la gente nunca vas a salir de pobre"

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Supo mantener el bajo perfil y alejarse de los escándalos mediáticos, pese a comenzar su carrera siendo muy chica: a los ocho empezó a estudiar y a los 16 era parte del éxito de Montaña Rusa. Peor no temió alejarse de la televisión cuando se aburrió. "Necesitaba nutrirme, recuperar las ganas, las ideas. Había perdido el sentido para mí", cuenta Malena Solda (40) en esta charla con Teleshow. Ya siendo madre de Teo (cuatro años) recuperó el deseo y volvió a la pantalla chica con Los ricos no piden permiso.

Hoy, junto a Nicolás Cabré, protagoniza Cuéntame cómo pasó en la TV Pública. El formato español que en su versión local narra la historia de una familia de Buenos Aires entre 1974 y 1983, y que ya evalúa su segunda temporada.

Malena Solda en la piel
Malena Solda en la piel de Mercedes Martínez, protagonista de “Cuéntame cómo pasó”

—Naciste en el 77 y eras muy chica en el período de la novela. Pero, ¿te acordás cómo fue tu infancia en esa época?

—Me acuerdo de ver "Señorita maestra" y que atrás de "Jacinta Pichimahuida" estuviera el mapa de las Malvinas. Me acuerdo de cantar el Himno a las Malvinas en la escuela. Y después, cuando murió Mercedes Sosa, me vino todo un recuerdo de la vuelta de la democracia: sus canciones y su presencia la asocié a ese momento histórico. Va más por la música y por lo sensorial que por hechos en sí.

—¿En tu casa había mucha política o estaban más alejados?

—Sí, era una casa donde había política: se hablaba de política, se discutía, estaba presente.

—¿Cómo te impactó la maternidad en la profesión?

—Los primeros dos años casi no me podía concentrar, trabajé en cosas muy lindas de teatro, pero me costaba mucho. A lo largo de los años tuve algunos recursos y en esos dos años me los olvidé todos y no sabía cómo se hacía. Estaba haciendo una escena en el teatro con Marilú Marini y pensaba: "¿Le estarán cambiando los pañales? ¿Tendrá frío? ¿Le habrán puesto el pijamita?". Dificilísimo.

—¿La decisión de correrte de la tele fue anterior?

—Sí, vino un poco antes. Cuando nació Teo me amigué con eso.

—¿Por qué te habías alejado?

—Porque sentía en su momento que había trabajado muchísimo y es como si me hubiese secado. Necesitaba nutrirme, recuperar las ganas, las ideas. Había perdido el sentido para mí. Eso pasa cuando estás muy estresado durante mucho tiempo.

—El ritmo de la tira.

—Claro. Después hice mi camino, otros formatos, viajé, volví y dije: "Ya sé quién soy, ya sé qué quiero, ya sé cómo trabajo, no depende de estar en cine, teatro o televisión. Yo soy yo y mi forma de trabajar es la misma que se adapta un poquito a cada lugar".

Junto a Nicolás Cabré, su
Junto a Nicolás Cabré, su marido en la ficción de la Televisión Pública

—¿En qué momento te amigaste con la inestabilidad de la carrera?

—Cuando me tomé un año sabático y fui a Londres a estudiar teatro. En ese año dije: "Tengo que ver cómo hago pero buscar en mí algún recurso que me ayude a no ponerme ansiosa. Porque quiero buscar un camino donde voy a elegir cada cosa que hago y no hacer un trabajo atrás del otro de forma compulsiva. Hay algo en mí que se tiene que calmar". Esta ansiedad de "¿Y si no me vuelven a llamar? ¿Y si se olvidan de mí?". Todos esos miedos que uno tiene durante ese año de alguna manera los trabajé para que no me impidieran elegir cada cosa que hacía a la vuelta.

—Si volvemos a la maternidad, ¿en qué momentos te permitís ciertas contradicciones?

—Todo el tiempo. Lo que estoy tratando de manejar es la culpa (risas). Y creo que lo vengo haciendo bien. La primera tira que hice con Teo chiquito fue "Los ricos no piden permiso" el año pasado, y me costó muchísimo. Y en esta segunda, "Cuéntame cómo pasó", decidí que la iba a pasar bien.

—Y la estás pasando bien.

—La paso bien y cuando lo extraño mucho, viene al set.

—Horacio Levin (director de la TV Pública) nos dijo que ya está pensando en la segunda temporada, que tendría que ver con el radicalismo y el menemismo. ¿Te gustaría?

—Me parece que estaría buenísimo. Las novelas que están al aire son buenísimas, pero esta es diferente. Entonces está bueno que haya ese espacio dentro de la televisión donde se pueda contar la historia de los argentinos, del país, a través de una familia.

—¿No es una lástima que compitan en horario las ficciones argentinas?

—No, me parece que la competencia es sana. Me encanta que compartan los dos canales que tienen una visión más competitiva el rating. Que los productores vean que a los dos les va bien y que te rompas el coco pensando cómo hacer para que nos vaya mejor. Es constructivo.

—¿Cuánto te importa el rating?

El rating me importa bastante pero me doy cuenta que es muy arbitrario, ahora me engancho más siguiendo las tendencias por las redes y lo que publica la gente mientras sucede el programa más que seguir los números.

—Dijiste que el Estado tiene que asumir un rol protector de la ficción nacional.

—Sí, fijate que en otros países, como en Francia o España, ni hablar en Estados Unidos, hay una cuota de pantalla como en el cine que hay que respetar. No podés competir como productor local contra los tanques de Hollywood ni de Netflix. Hay que buscar una forma para que se proteja. Esto no implica que protejas algo que no tenga calidad, al contrario.

—Hacer una ficción desde la televisión pública es una forma del Estado de acompañar a la ficción.

—Sí, de estar presente, totalmente.

—Hay un sector de la sociedad que piensa que con un 30% de pobreza destinar dinero público, ya ni siquiera a la ficción, a la televisión pública o a la cultura, no es prioritario.

Es cultura, es educación, es la única forma de salir de la pobreza. Es la única forma que tenemos de salir adelante. Si vos no educás a la gente, nunca vas a progresar y nunca vas a salir de pobre.

—¿El recorrido por ser mujer es más difícil en la profesión?

—Sí.

—¿Y en la vida?

—También.

—¿En qué lo sentiste?

Hay mucho machismo. En los años de canales se nota mucho. Hay veces que el trato de un productor, por ejemplo, no es machista, es paternalista y uno dice: "¿Por qué no me está escuchando?". Y no te escucha porque sos más joven y sos mujer, porque está al lado tuyo otra persona que tiene la misma edad que él y es del mismo sexo y le prestan atención.

—¿Los sueldos en la industria en Argentina son distintos para hombres y mujeres?

—Además. Tengo entendido que es mucho menor lo que le pagan a una actriz por protagonizar una novela que lo que le pagan a un hombre.

—Nos falta un camino por recorrer.

—Sí, falta. Menos que antes, cuando empecé: en los principios de los 90, era todavía más heavy.

—¿Habiendo empezado tan chica ningún productor se quiso hacer el vivo?

—Un director, una vez.

—¿Qué pasó?

—Me citó en un hotel a las 11 de la noche. Teníamos que empezar a grabar a las 12 y me citó a las 11 en un hotel que estaba cerca de la locación para hablar del personaje, y ahí me di cuenta de que pasaba algo raro. Me di cuenta en el momento porque era chica, pero lo llevé bien, lo encaré, se puso muy incómodo, me lo negó y se terminó la charla.

—¿Estamos hablando de cine, teatro, televisión?

—Cine.

—¿Querés decir el nombre?

—No, él ya lo sabe.

—¿Fuiste y ahí lo encaraste? ¿O antes le preguntaste para qué te estaba citando?

—No, no me di cuenta antes. Estaba ahí y hablaba yo sola, y él no me decía nada. Veía que me miraba y dije: "¿Qué pasa acá?". Una cosa incómoda. Era muy violento porque no hablaba.

—¿Eras chiquita?

—Tenía 20. Le paré la pelota en ese momento. Y aprendí que si pasa una cosa así en cualquier circunstancia, lo mejor es exponerlo, como en el subte o en el colectivo, que me podía pasar o me puede pasar ahora también: "¿Qué pasa? ¿Qué te pasa? ¿Te pasa algo? Porque me estás tocando". Y ya ahí como que afloja. Lo mejor es exponerlo y no quedarse callada. La ventaja que tengo ahora de ser más grande es que me doy cuenta antes de ir. Es feo darte cuenta en el momento en el que estás.

—Te pudiste plantar, aun siendo el director y vos, de alguna forma, exponiendo tu trabajo. Muchas chicas sienten que tienen en juego su trabajo y eso genera mucho miedo.

—Mucho miedo, sí. A mí por suerte siempre desde chiquita me salía eso de pararle el carro. No me importa que seas el director, la maestra o el productor: si te pasaste, te pasaste. No lo pienso, me sale así naturalmente.

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