Mercedes Funes lleva a Tita Merello al cine: “Soy una actriz todoterreno, pero no a cualquier precio”

Mercedes Funes (38) se puso en la piel de Tita Merello para interpretarla en la película Yo soy así, Tita de Buenos Aires, que se estrenó el 5 de octubre en todos los cines y que repasa la vida de la legendaria actriz y cantante de tango que murió el 24 de diciembre de 2002.

En una entrevista exclusiva con Teleshow, la actriz contó en qué detalles y gestos de Merello se fijó para ser lo más parecida, pero sin imitarla. También reveló que su límite a la hora de aceptar o rechazar propuestas laborales son las escenas crueles en las que se busca mostrar el sufrimiento de manera muy explícita.

"Como cuando siento que hay alguna escena puntual que me parece innecesaria e hiriente para el espectador", aseguró Mercedes sobre algunas situaciones que ha visto en televisión, y que no le gustaron. "Quizás del otro lado hay gente a la que le pasó lo que están mostrando con regodeo", explicó.

La actriz ha rechazado proyectos porque no le gustó el guión o el personaje que le propusieron: "Antes era, un poco más todoterreno que ahora. A todo decía que sí. Me gusta mucho mi trabajo y pongo todo y más, porque soy apasionada en lo que hago. Pero tampoco es a cualquier precio".

—¿En qué detalles, gestos o movimientos de Tita Merello hiciste hincapié para interpretarla?

—Particularmente me enfoqué en que sean pequeños detalles porque Tita era una mujer muy teatral y muy gestual, pero nosotros estábamos haciendo algo teatral en cine. Me detuve a observar su gestualidad facial, que había dos tipos: la que tenía cuando estaba cantando sobre el escenario y la que se veía cuando estaba más relajada, dialogando.

—No sos imitadora pero, como actriz, intentaste parecerte lo más que podías a Tita…

—Tomé cosas, como, por ejemplo, que tenía los agujeritos de la nariz más grandes que los míos. Entonces traté de tener esa actitud la mayor parte del tiempo. No caí en la obviedad, pero sí en hacer el gesto de la boca como trompita. Ella miraba mucho a los ojos y se detenía a mirar, no se dispersaba nunca con la mirada. Su mirada tenía una intensidad que era muy penetrante, muy fuerte.

—¿Cómo fueron las jornadas de filmación?

—Fue bastante cansador porque estoy en todas las escenas de la película. No hay una en la que no esté. Fueron diez semanas de jornada de filmación y todos los días fueron de mucho disfrute. Y mi cara era algo nuevo todos los días, porque a veces me caracterizaban de cuando Tita tenía 20 y otras, a los 50.

—¿Preferís hacer cine, teatro o televisión?

—Hice las tres cosas y disfruto haciendo cada una de ellas porque tienen distintos tiempos y otros ritmos de grabación y de ensayo.

—¿Qué tipo de personajes te gusta hacer?

—Hago lo que dice el libreto, pero también pienso: "¿Por qué el personaje no puede tener la cara opuesta? Si es malo, que no sea malo porque sí. Pensar que porque es limitado, porque no puede con otra cosa…". Trato buscarlos con mayor sentido, porque si siento que tengo que hacer sólo las acciones sin el contenido, me aburro y me frustro muy fácil. Y cuando me frustro, se me nota mucho. Para mí, tiene que ver con que lo que tengas para hacer te resulte entretenido.

—¿Hay algún rol que no hayas hecho en tu carrera y que quieras hacer?

—Me gusta mucho hacer personajes que existieron. A Tita no la encaré como una imitadora, pero me gusta mucho indagar sobre la escancia de alguien que existió y tratar de crearla. Me parece un desafío muy interesante.

— ¿Tenés límites a la hora de aceptar un proyecto?

—No charlaría cualquier propuesta. Sé que hay cosas que no haría. Si leo algo que me parece malo, vulgar o pretencioso sin sentido, no haría la patriada de ver si yo le puedo aportar un cambio, o lo que sea. Me tiene que seducir y gustar. Que me inviten a algo que esté bueno, desde el guion hasta la cabeza del director.

—¿Cuáles son esos límites? ¿Qué no harías?

—Cuando siento que hay alguna escena puntual que me parece innecesaria e hiriente para el espectador. Hay escenas que a veces son crueles. No son necesarias. Si vos querés mostrar el sufrimiento, podés mostrarlo de muchas maneras, pero no necesitás ser gráfico porque quizás hay gente a la que le pasó. Y creo que el ensañamiento o el regodeo de "Mirá cuánto te muestro el dolor", pero por regodeo personal del director o del actor, no contempla al actor. Y uno lo tiene que hacer para el espectador.

—¿Lo mismo pensás de las escenas de sexo?

—Claro. El límite no está en el desnudo, sino en el para qué. ¿Qué vas a mostrar? A veces me incomoda lo que estoy viendo. Es casi como una redundancia que no sé muy bien adónde lleva y, la verdad, no me gusta molestar al espectador. Me gusta que las cosas tengan un sentido. Cuando son sin sentido, sobre todo en las más crueles o vulgares, no estoy de acuerdo.

—¿Rechazaste proyectos por alguno de estos ejemplos que diste?

—No importa a cuál, pero he dicho que no. Porque no me gustaba el personaje o porque no me sedujo el proyecto. O porque había algo puntual que exigía el personaje y que yo no estaba dispuesta a hacer. Y no se me va la vida en eso. Antes, era un poco más todoterreno que ahora. A todo decía que sí. Hoy, no… Me gusta mucho mi trabajo y pongo todo, y más, porque soy apasionada en lo que hago. Pero tampoco es a cualquier precio.

—¿Alguna vez te pasó tener que plantearle alguna incomodidad a un director?

—Siempre tuve directores muy amorosos, comprensivos y respetuosos de su trabajo y que coincidían conmigo en esta línea. Como decía antes, no vamos a mostrar una teta porque "Oh, mostré una teta". Si tiene un sentido, sí, pero no por el solo hecho de mostrar. Es como una especie de postura medio snob, para mí, estúpida. Nunca me pasó tener que estar lidiando con alguien que esté encaprichado en algo con lo que estéticamente no estoy de acuerdo. Yo me pongo en el lugar de la espectadora porque lo sé y cuando veo algo que me hiere, o tiene una carga innecesaria, no me gusta y me voy, cambio de canal.

—¿Qué hacés en tus ratos libres?

—Me gusta mucho estar en mi casa, leer un libro, salir a comer con gente querida, estar con mi pareja (el conductor Cecilio Flematti), y mi mundo.

—¿Cómo es el mundo de Mercedes?

—Es un mundo en el que no rotan tan fácilmente los personajes. Yo tengo un trabajo en el que sé que todo el tiempo estás cambiando. Que empieza y termina, que tu cotidiano cambia todo el tiempo y siempre hay gente nueva. Ese mundo es divertidísimo y me encanta y la paso bien. Pero después mi hogar, mi universo personal, tiene la misma gente entrañable de siempre. Los que tenés agendados por el nombre de pila, sin poner el apellido. Soy muy aferrada a ese pequeño mundo con pocos participantes. Tengo muchos afectos y muchos amigos que me quieren mucho. Pero son los de siempre.

—Y cuando estás sola, ¿qué hacés?

—Me gusta estar sola cuando sé que no estoy sola. Disfruto de salir con el auto y escuchar música, salir a caminar y ver vidrieras. Disfruto de esto porque sé que no es una soledad fría, es simplemente un momento de estar con uno.

—¿Tenés alguna asignatura pendiente?

—En mi carrera, hacer alguna temporada de teatro en otro país me resulta muy atractivo. Estar con un público con una idiosincrasia diferente debe ser una experiencia hermosa. Y en la vida, muchísimas. Y menos mal, porque sino sería un embole. Todo el tiempo tengo ganas de muchas cosas, pero me las guardo para mí.

—¿Qué proyectos tenés con tu pareja?

—Disfrutar. Nos estamos conociendo y está buenísimo. Eso ya es un hermoso proyecto. Estamos empezando a recorrer este hermoso camino.

—¿Te ves actuando muchos años más?

—No me imagino parando. Es lo único que hice en cuanto a trabajo. He sido promotora, estatua viviente, cosas divertidísimas para ganar el mango, pero siempre fui actriz. No me imagino haciendo otra cosa.

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