Es un artista multifacético. Como actor, ya lo demostró en personajes disímiles como en Los exitosos Pells, El hombre de tu vida, Los vecinos en guerra y Guapas, entre otras ficciones exitosas. También incursionó en la música, donde su brillo y su talento no tardaron en hacerse notar. Pero el presente inmediato de Mike Amigorena (45) pasa por el cine: el 24 de agosto estrenará la película Mario on tour. Y ahí, une ambos aspectos: la actuación y la canción.
El director Pablo Stigliani fue quien le acercó el guión y le ofreció protagonizarlo, presentándole un nuevo desafío: cantar en vivo, sin hacer playback en ningún momento, una práctica común para quienes se encuentran en esta industria.
Bohemio y trasgresor, este hombre de 45 años nacido en Maipú, Mendoza, se reinventa todo el tiempo, descubriendo en cada papel, en cada show, en cada escena una nueva faceta suya para sorprender al público.
—¿Cómo estás viviendo el pre estreno de la película?
—Con mucha felicidad y ansiedad. Pero al mismo tiempo lo tomamos con mucha gratitud porque ya vieron el estreno y a la gente le gusta mucho. Eso me pone muy contento. Nos pone contentos a todos.
—¿Qué tenés del personaje de "Mario"?
—Tengo la convicción. Uno de los motivos por los cuales acepté esta película fue porque canta en vivo: nunca quiso hacer playback, una cosa que me pareció importantísima. Accedí y me encantó. Sí, lo que tengo de Mario es la convicción: siempre tuve la convicción de que iba a ser lo que soy.
—¿Ya de chico tenías esa convicción?
—Sí. Nunca imaginé que iba a costarme tanto. Si vos tenés una convicción y te aferrás a ella, no hay error. El paso del tiempo hace que vos lo concretes, y esto le pasa a "Mario". Yo soy mucho más responsable que él, que tiene notas de inmadurez por esta convicción que tiene. Y por la realidad que vive, y su hijo que lo pierde de vista.
—Tiene una relación adolescente con el hijo…
—Claro, exacto. Porque lo único que quería es sacar su disco solista y que la gente lo conozca por sus canciones personales pero la vida le dice que no, la vida le dice: "Tenés que cantar canciones de Sandro".
—Antes me decías que la música lo salvó. En tu caso, ¿la música también te salvó?
—La música me salva. La música es sanadora, sí. Es lo que hice toda mi vida, desde que nací: cantar, escuchar música. Cantar te rejuvence, te hace bien, te cultiva el oído, te lo perfecciona. La música une, de modo que es un antídoto.
—¿Y te salva? ¿De qué te salva?
—Te salva de la soledad, de dudas. Es curativo, no solamente que te dediques a cantar sino que todo el mundo debería cantar por más mal que cante. Me encanta la gente que canta mal, me vuelvo loco.
—¿La paternidad es algo que te atrae?
—No, no. No es que me dieron ganas de ser padre, pero quizás empiece a bocetar lo que sería como padre. Me imaginé por momentos: acompañando a mi hijo a un recital, teniendo una charla con él, caminando por la playa. Pero no la necesidad de ser padre, ¿se entiende? Me vi cómo sería, pero no vi el deseo. Lo tomo más como una consecuencia del amor, que un nicho faltante. No es: "Uh, tengo que tener un hijo porque se me pasa el carro o porque me embolo de mi mismo". No. Me embolo de mí mismo pero no voy a tener un hijo como pasatiempo.
—¿Todavía no encontraste a la persona?
—No, no.
—¿Tenés ese costado adolescente de "Mario"?
—La palabra adolescente, no. Yo tengo un niño, una mirada más infantil en determinados aspectos. Lo tengo educado; antes me dominaba más. Pero nunca lo pierdo de vista, le hago mucho caso. El niño es fundamental mientras no tenga que ver un tercero. Acá "Mario" se va al carajo porque descuida a su hijo, a su ex pareja. Eso no lo podría hacer. Sí puedo comprarme un juguete y pasarme una tarde jugando con un drone.
—"Mario" también sufre una crisis existencial. ¿La viviste en algún momento?
-Si. Tuve ganas de morirme, descontento con todo, con la especie, con el mundo. Por momentos viene ese fantasma, pero se va, por suerte.
—¿Qué te lo genera?
—La sociedad. El mundo en que vivimos, cómo pensamos, cómo nos manejamos, cuál es nuestro respeto por el otro, por lo otro. Eso me tira para abajo porque pensé que en el 2017 íbamos a volar. Cuando yo tenía 20 años y estaba en Mendoza, pensé que a mis 40, que ya me veía enorme, la vida iba a ser otra cosa. Y me encuentro con que estamos peor. Entonces tengo que combatir la desilusión a menudo, porque no me queda otra, no me da pegarme un tiro. Ni tampoco vivir criticando y criticando. No me va. Bueno, como no me va, me tengo que quedar quieto, me tengo que quedar callado, y ahí puede venir eso: las depresiones, la adolescencia, estar triste, que nada te satisfaga.
—¿Qué te angustia?
—Todo, todo… El presente, la sociedad, los vínculos, qué pasa con el amor. Ahora estoy haciendo una obra de teatro que se llama "El amor sos vos". La estreno este fin de semana.