Martín Ciccioli: "Argentina no es un país en vías de desarrollo, sino más bien en vías de deterioro"

Como periodista, camina el conurbano y los barrios humildes de Capital más que cualquier político. Por eso tiene una mirada autorizada para hablar de una Argentina "que está difícil"

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Es multifacético, astuto y con mucha calle. También escribió un libro acerca del rock nacional. Su nota al ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri le dio notoriedad, lo que sumado a su entusiasmo hizo que su carrera fuera tomando forma y se dedicara a narrar la realidad social. Hoy, Martín Ciccioli (45) conduce un programa en las mañanas de FM Mega, tiene un lugar en el panel de El diario de Mariana, en El Trece, y es una de las figura de TN.

Largos recorridos por los barrios de Capital y el Gran Buenos Aires le fueron dando distintas vivencias, luego plasmadas en la pantalla: allí mostraba desde agresiones y hechos de violencia hasta las historias más enternecedoras. Ciccioli, un periodista joven e innovador que hizo de su profesión -y del rock- un estilo de vida.

—¿La nota a Galtieri fue un punto de inflexión en tu carrera?

—Muy. Era un acto por el Día del Ejército. Estaba (Eduardo) Duhalde de presidente: el país estaba difícil todos los días y nada cerraba. Y yo no podía creer tenerlo ahí, a diez butacas, a Galtieri. "No puede ser", dije, y no sé cómo pero me mandé. Aproveché que (Ricardo) Brinzoni, el Jefe del Ejército, se va a acompañarlo a Duhalde y lo sigue la guardia. Ahí me mando. Vuelvo y me dice el productor: "¿Qué le dijiste a Galtieri?". Le contesté: "No me acuerdo".

—¿Estabas nervioso?

—Sí. Te juro por mis hijos que no me acordaba qué hice. A mí me tocó ver gente de uniforme sentada en el banquillo de los acusados explicando atrocidades, y encima con soberbia; te pega fuerte. A mí los uniformes me dan un poco de miedo, estoy muy marcado por eso y no es que soy el festival de las Madres (de Plaza de Mayo), de los Derechos Humanos, el kirchnerismo. Eso me hartó bastante también, en algún punto.

—¿Sos kirchnerista?

—No. Para nada.

—¿Cómo ves al Mauricio Macri presidente?

—Al comienzo fue un alivio. Hoy es un enigma cómo termina. No me vuelve loco.

—Al tener mucho contacto con los barrios más humildes y con la pobreza, ¿ves que la Argentina está mejor o peor que antes?

—Estamos cada vez peor. Cuando yo me meto en una casa le pregunto a una mamá: "¿Cuántos viven acá?". "Somos 11 y el lugar es muy chiquito". Y son mamás de chicos con tres padres distintos. Entonces, hay algunos que por ahí sufren maltrato del padrastro, no se llevan bien o no se lo bancan, un día se van de la casa cuando tienen 16 años, a veces se refugian en la droga o vivir en el afuera. Eso multiplicalo, porque esos ocho chicos van a tener otros chicos. Lo hablé con sociólogos: en términos presupuestarios es un problema tener una familia tan numerosa, si encima vivís en la pobreza. Y me hablaba como de la única realización posible, el ser mamá, el ser papá, cuando una familia de clase media tipo tiene en promedio dos hijos.

—¿Es un problema de educación?

—Me parece que es una cuestión como naturalizada en todos lados. La clase media se acostumbró a tener de a dos. Vas a los barrios y las mamás tienen muchos hijos a los que quieren y por ahí hasta muchas madres enterraron hijos. ¿Por qué los enterraron? Porque viven en la pobreza, en la indignidad. Entonces se mueren de un broncoespamo. ¿Por qué? Porque tienen un basural a cielo abierto al lado. ¿Y qué hacen con el basural? Como no pasa el camión de recolección, queman la basura. Un chiquito de un año y medio que está en la tierra rápidamente se enferma. Y ese chico va a un hospital y puede salir, o no salir. Esa mamá entierra a un nene de dos años y, a la vez, tiene uno más chiquito mientras está acompañando a ese bebé, o a ese chiquito, y tiene otro de un año que está en la casa sin la mamá.

—¿Lo más duro que viste en tus años de carrera?

—Ver a una familia que vivía en lo que era una vieja fábrica que fundió en los 90: la tomaron y pasaron a vivir 20 familias. Había seis chicos que se cuidaban entre ellos, el más grande tendría 20 años y había un nene de un año que gateaba sobre la tierra. Yo pregunté dónde estaba la mamá y me dijeron: "Está con el de dos años, que tiene problemas de tuberculosis". Tuberculosis en el 2017. Y cuando veo al de un año me di cuenta de que también tenía tuberculosis… Historias de esas hay todo el tiempo. No es que tenés que irte al impenetrable. Son muy comunes. Lo que yo veo es que la pobreza se reproduce en una escala de mayor masividad.

—¿Las historias como la de "El Polaquito" no existen? ¿Eso está preproducido?

—No está preproducido. Eso te pasa. Como "El Polaquito" me crucé con cientos que vienen solos a buscar la cámara y que te cuentan con mucha naturalidad. A veces creo que hasta me toman el pelo mintiendo. Entonces te hablan con un nivel de detalle de las cosas que cuentan, lo hacen como un chiste, matándose de risa, y yo a veces no les creo. En los barrios puede no haber cloacas, puede no haber agua, pero televisión hay; eso es notable. Les gusta mucho verse en la televisión y también les gusta ser los más cancheros, los que más se la bancan. Entonces cuentan que robaron cinco teléfonos y dicen "Tuve a este, tuve al otro"; hay como un orgullo de chorro que resulta un tanto inexplicable, pero que a veces en los barrios les da prestigio hasta para levantarse chicas.

—¿Qué te dejan esas historias?

—Muchos chicos que viven en los barrios más pobres tienen la opción de trabajar en una empresa de limpieza. Tenés que ser Messi para salir de ese mundo. Tenés que ser Messi en todo sentido. Después tenés a "los prolijos": son los padres que con mucho esfuerzo se rompen el alma para ver que su hijo realmente progrese y pueda hacer una carrera. Los tenés, son excepcionales.

—¿Por qué tienen que ser un Messi?

—Es muy difícil romper el techo que te impone tu situación. Es muy difícil. O laburás en la empresa de limpieza, una salida posible, o de obrero en algún lado, o a veces en changas. Ves que tienen el plan social más changa, es como una característica para completar un ingreso en la Argentina, acá en Capital o Gran Buenos Aires. Entonces es muy difícil planificar un futuro que no sea ver más que "Si nos va bien y hago bien las cosas, hago el piso de arriba de mi casa, y lo hago de la forma en que lo hago, como puedo". Lo que se llama movilidad social es muy difícil cuando arrancás de tan atrás.

—¿Tenés que nacer en la clase media para poder triunfar en la Argentina?

—Es muy difícil la Argentina. Está difícil. En una misma familia a veces se dice que la culpa es de la educación o la culpa es de los padres, pero por ahí los padres son laburantes de toda la vida y tienen seis o siete chicos, y hay uno que sale acostumbrado a chorear y que empieza con las entradas y salidas (de la cárcel). Ese padre por ahí primero se enoja, y se banca un año sin ver al hijo, hasta que un día lo perdona, lo va a ver y empieza con un vínculo. Los otros cinco por ahí jamás incurrieron en nada y nunca se les ocurrió hacer una historia. Es complejo el tema.

—¿Cómo ves la política actual?

—Me angustia. Yo me enamoré mucho de la figura de Alfonsín cuando era muy chico y lo defendí los primeros años. Hoy el radicalismo está muy calladito sin quejarse detrás de un gobierno que le da muy poco. Siento eso. No veo un radicalismo fuerte. Tiene más fuerza (Elisa) Carrió dentro de la estructura Cambiemos que todo el radicalismo junto, pero tampoco soy radical. Estoy como desencantado. Te soy sincero.

—¿Y a la Argentina, cómo la ves?

—La elijo para vivir porque tengo a mis amigos, tengo a mi familia, trato de ser responsable con mis actos y es un país que sigo queriendo. Me gusta la 9 de Julio, River, el rock nacional, pero no es un país que vea en vías de desarrollo. Más bien lo veo en vías de deterioro y me duele porque veo pocas opciones para los que menos tienen. Y no sé por dónde va porque el cambio tecnológico también le quita lugar al ser humano, tenés ese problema general que es del mundo. Y después tenés los problemas concretos de vivir en una sociedad de consumo donde hay una grieta social. Vos estás en la 9 de Julio, viene el trapito y le decís "No" y te mira, te insulta, hasta por ahí te escupe el auto. Y el que va adentro del auto también le tiene miedo al que se le viene encima. Y si sos mujer más todavía, porque con las mujeres los turros van más a romperle el vidrio, a robarle, está difícil. Me duele mucho. Para mí, está difícil la solución. Yo creo que podemos tener momentos mejores o peores, como tantas veces hemos tenido, pero a escala macro nos espera un mundo complicado.

—¿Qué aprendiste de esta profesión?

—A conocer mi país. Sobre todo soy un gran conocedor de Capital y Buenos Aires. A veces le digo a mis amigos: "Sáquense los ojos de clase media que tienen, la expectativa que tuvieron ustedes no es el mismo horizonte que tienen todos los chicos que vienen de la pobreza". No lo tienen. Y es difícil cuando ves que pasa el auto lindo y los avisos de todas las cosas lindas que querés tener y no tenés. Aún así, en los barrios encontrás una vida social que en los barrios de clase media se ha perdido. Los barrios de clase media ahora se juntan en grupos de WhatsApp para armar grupos de seguridad.

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