Luego de la accidentada fecha inaugural del Lollapalooza Chicago en la que la lluvia quiso ser protagonista, este viernes 4 el predio Grand Park amaneció fresco y ventoso.
Ryan Adams (a no confundir con el canadiense Bryan, por favor) subió al escenario de Tito's. Las primeras notas del teclado no dejaron lugar a duda alguna y le dieron paso a la inconfundible Do You Still Love Me?. Su repertorio fue a lo seguro y ganó por goleada con Gimme Something Good y When The Stars Go Blue, en la que todos los muchachos se abalanzaban a sus parejas dedicándoles la letra.
El show de Ryan fue un mundo aparte en medio del festival, con preponderancia de espectadores de más de 40 años, y donde dominaban las cabelleras canosas, cuando las había. Luego de cantarle el feliz cumpleaños a una de las asistentes, volvió a endulzar los oídos en el cierre con Magnolia Mountain.
Tras saludar nuevamente a la agasajada, sonaron los primeros acordes de Foster The People con Pay The Man. Una auténtica oleada de millenials inundaba el predio y cada vez más gente se amontonaba para ver a un Mark Foster con peniado rockabilly envuelto en una remera que rezaba "Fuck Racism". Una performance sobria caracterizó su show, que encontró sus puntos altos sobre el final, con el cover de los Ramones Blitzkrieg bop y la festejadísima Pumped up Kicks.
Cruzar el eterno predio de un escenario al otro es una empresa que lleva unos 15 o 20 minutos, pero en el trayecto uno se entretiene viendo todo lo que ofrece el Lollapalooza, con sus juegos, puntos gastronómicos o sitios de estar. O con el público y sus llamativos looks: muchachos y muchachos con brillantinas, disfraces o adornos dignos de un carnaval carioca.
Una vez instalados cerca del Grand Park stage, y mientras desde el Bud Light se aproximaba al escenario Blink 182, cayó la noche. The Killers apareció puntual, una fija en el festival, con The Man al hombro, uno de sus últimos cortes de difusión. Brandon Flowers no le deja ni un segundo de descanso al público: lo exprime, lo lleva a su límite, lo hace levantar las manos de un lado hacia otro, aplaudir, cantar a capela o simplemente saltar; tiene todos los tiempos. De hecho se dio el gusto de tocar el bajo.
Con esos movimientos que emulan a Elvis, conquistó una marea de fanáticos al ritmo de Spaceman, Human, The Way It Was y Somebody Told Me. Una situación bastante particular se dio promediando el show cuando Flowers se refirió a la jornada inaugural, suspendida por tormentas, que evitó el desarrollo normal de Muse. Utilizando este recurso como una herramienta, se despacharon con una versión impecable de Starlight.
Disarm, de los Smashing Pumpkins, fue otro de los covers de la noche de viernes (el ya famoso Shadowplay, de Joy Division, el restante) que a su vez hizo las veces de preludio para Read My Mind, una de las obras de arte más bellas del nuevo milenio. Un poco creíble saludo de adiós le abrió el camino a los bises que llegaron con This Is Your Life, una preciosa versión de Shot At The Night, When We Were Young y el broche de oro con Mr Brightside, festejada hasta en el último rincón del predio.
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