Del punk ultraviolento al budismo: el radical cambio de vida del ex cantante de "Los Violadores"

Fue preso en varias ocasiones por cantar contra la Dictadura, como en "Represión". Pero hoy, a más de 30 años de su época de gloria en el rock nacional, Piltrafa es otro: más reflexivo, habló con Teleshow sobre sus días de lectura, gimnasio y respiración

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El punk argentino tuvo un grito: "Uno, dos… ¡ultraviolento!". Y también una voz: la de Piltrafa, líder del emblemático grupo Los Violadores, que llegó a desafiar a la Dictadura con sus letras. Por cantar "Represión a la vuelta de tu casa, en el quiosco de la esquina, en la panadería, 24 horas al día", Piltrafa y los suyos solían terminar tras las rejas.

El tiempo ha pasado. Enrique Chalar -el verdadero nombre de Piltrafa- tiene 58 años. Y acaba de editar un libro, "Más allá del bien y del punk. Ideas provocadoras", junto al periodista Juan Carlos Kreimer. Para escribirlo, viajaron a Machu Picchu: quisieron centrarse en un lugar energético. Luego recopilaron toda la información en un ambiente distendido, para terminar expresando una crítica hacia la falta de rebeldía en la actualidad. El músico sostiene que su generación se alzaba en los 70 para protestar contra la represión del gobierno militar, sin medir las consecuencias.

Hoy, Piltrafa sigue haciéndose oír desde su propia banda, Pilsen, tras sortear distintos padecimientos, desde edemas pulmonares y afecciones cardíacas, al fallecimiento de su padre, las rupturas amorosas y el abrupto final de Los Violadores. Pero con la ayuda del budismo y el gimnasio, y muy lejos de los vicios.

—¿Qué es ser punk?

—El punk puede ser gente que hace una autogestión. No es esperar que la discográfica o un manager te compre, te conozca. Nosotros empezábamos dando panfletos, pegando los afiches en la calle con mucha censura en contra. Muchos años de sinsabores espléndidos porque era una lucha contra todas las corrientes, contra todos los pronósticos para alcanzar una meta importante que es grabar muchos discos, tener más reconocimiento popular y vivir de lo que nos gusta.

—¿Por qué crees que muchas veces se asocia al punk con la violencia y las drogas?

—Desgraciadamente se ha estigmatizado mucho el término punk. Y se lo ha hecho caer en esa provocación, pero es un movimiento contracultural muy importante. Es el último movimiento que existió en el siglo XX, y el último en general.

Incursioné en el budismo como una necesidad de vivir más tranquilo, saber respirar, tomarme mis tiempos. Y es lindo

—¿Cómo vivía tu familia tu época de rebeldía?

—Mucho no se interesaron. Les daban miedo las letras que cantábamos. Cantar la canción "Represión" en la época de la Dictadura no era muy gratificante. Nos arrestaron varias veces.

—¿Recordás cómo fueron esos te arrestos?

—Una vez tocamos en la Universidad de Belgrano, y había gente del público que no estaba conforme con nosotros porque decían que eramos anglo. Nos insultaron, nos insultamos. Después nos acusaron de estar en contra de la Patria. Una tontería. Nos arrojaron a unos calabozos. La pasamos mal. Nos golpearon. Pero eso fue parte de la historia.

—¿Esa fue la única vez?

—No. Fueron varias veces. Era por la imagen extraña que teníamos. Después tuvimos algunos conflictos cuando fue la época de los Carapintada y la Argentina revuelta, en el 89.

—A lo largo de tu libro repetís: "Mi música es como mi arma".

—Sí. Es una forma de expresarme, canalizar toda nuestra energía y nuestra rabia.

No llegué al alcoholismo pero bebía duro. ¿Drogas? Nunca me interesaron. No soporto el olor a marihuana, me produce arcadas

—Pero ahora practicás el budismo. ¿Cuándo te transformaste?

—Por una necesidad de vivir más tranquilo, saber respirar, tomarme mis tiempos. Y es lindo. Te sentís bien. Eso lo complemento con gimnasio. Crear endorfinas. Yo creo que el ser humano debe crearlas con algo que te hace feliz, como escuchar música o estar con la familia. Hay un montón de cosas que te hacen sentir feliz.

—¿Qué es el "egotrip" que sufren los artistas?

—Es un viaje horrible. Ahí vienen las separaciones de las bandas. Siempre hay alguien que levanta la mano diciendo que le va mejor o es más popular, y ahí vienen las quebradas. "Violadores" se separó llenando dos Estadio Obras. No es que se separó porque no le iba bien en cuanto a público.

—¿Cómo era eso del ego?

—Alguien te dice: "Yo quiero cobrar más en la banda", y ahí ya me di cuenta de que todo se terminaba rápido. Se derrumbó todo rápido.

Mi viejo falleció en 1991, la novia que tenía desde hacía cinco años me dejó, y me quedé sin banda. Me quedé solo. Ahí pasé malos momentos

—¿"Pilsen" arranca en un momento de tu vida difícil?

—Mi viejo falleció en diciembre del 91. La novia que tenía desde hacía cinco años me dejó, y me quedé sin banda. Me quedé solo. Ahí pasé malos momentos. Seguí adelante a fuerza de convicción.

—¿Qué vicios has tenido a lo largo de tu vida?

—En una época bebí bastante alcohol, sobre todo cerveza. No llegué al alcoholismo pero bebía duro.

—¿Drogas?

—No me interesaron nunca. Me parece que la palabra adicto es ser esclavo. Yo no soporto el olor a marihuana. Para mí tendrían que despenalizarla y legalizarla, pero me produce arcadas. No me gusta. Yo he visto cómo quedó gente que cayó en la cocaína. Es un flagelo. Muy horrible.

—¿Se ve mucho en el ambiente de la música?

—En todos los ambientes. En la política sobre todo.

Mi hijo me hace escuchar el tema ‘Despacito’ y yo le digo: ‘Eso es una m…’. Y él me responde: ‘Tu rock es una m…’. Es otro mundo

—¿Qué pasaba con las mujeres? ¿Se te acercaban más porque eras conocido?

—Sí, por supuesto. Si no estaba ahí, en ese lado, era otra cosa.

—¿Notás una diferencia de las letras que escribían ustedes a las que se escriben hoy?

—Sí. Creo que la tecnología domó mucho a la persona: la durmió. Casi todos los chicos están así. Yo los llamo "otro inclinado": la persona va caminando viendo el teléfono y se lleva a otro puesto. Va conectándose con otro, pero por fuera no se conecta.

—¿Qué clase de papá sos?

—Bastante ausente, porque con las giras, a mi hijo lo veía en la cuna y me iba a tomar un avión. Entonces tengo esa cosa de darle todo porque sentí que le quite mi presencia.

—¿Qué música escucha tu hijo?

—Él escucha reggaetón. Dejó de escuchar rock, y para mí eso fue una cosa terrible.

—¿Te dolió?

—Muchísimo. Pero yo fui un padre a lo bruto porque él me dijo "Mirá", trae su iPad y me hace escuchar el tema "Despacito", y yo le digo: "Eso es una m…". Y él responde: "Tu rock es una m…". ¡Bien que me contestó! Yo me sentí desesperado en ese momento pero está bien, hace lo que quiere. Él está viviendo otra vida. Es otro mundo.

—¿Vos le contás de tus comienzos, de cómo arrancaste y lo que tuviste que pelear?

—Le conté algunas cosas, como que a papá lo arrestaban. Una vez estábamos viendo un documental de Paul Mc McCartney que lo arrestaban en Japón y me preguntó. Pero como viajé mucho, él a veces dormía con los discos de "Los Violadores". Creo que le hice un daño con la música pero había que estar trabajando, pero sí, cuando estoy con él puedo estar dos o tres meses seguidos, sobre todo con el más chico, soy un padre total. La tecnología va poniendo barreras: a la Play 2 jugábamos juntos; la Play 3, también; pero la Play 4 ya me desbordó.

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