Sandro hubo, hay y habrá uno solo. Pero en la ficción dirigida por Adrián Caetano donde se abordará toda la vida del cantante, desde que era Roberto Sánchez hasta su consagración como El Gitano, llegando a sus últimos días, habrá cuatro: un niño de nueve años lo representará en su infancia de Banfield, Marco Antonio Caponi lo abordará en su etapa madura, y Antonio Grimau, ya en la tercera edad.
Pero la responsabilidad de personificarlo en la explosión del fenómeno, desde los últimos años de su adolescencia hasta promediar los 30, recayó en Agustín Sullivan. Pavada de desafío para este actor de 27 años que desde el 20 de marzo -y tras una ardua preparación- se mueve como Sandro. Y canta y baila, seduce, ama y respira como lo hacía él.
Con una ambientación impresionante, con todo el vestuario de época, maquillaje y peinados de excelencia, Sandro de América promete ser uno de los éxitos de la televisión de 2017. Lejos de las imitaciones, el objetivo de la miniserie de Telefe es transmitir el espíritu, la entrega y la pasión de nuestro eterno Gitano…
—¿Conociste a Sandro?
—Personalmente no lo conocí. Pero vi sus películas. Lo tenía desde chico a Sandro como un personaje popular, como un ícono de la Argentina. Pero nunca le di mucha bola. Y después, para el casting, ahí sí: empecé a ver sus videos, sus entrevistas, sus canciones. Ya me interioricé, y ahora sí lo conozco.
—¿Cómo te iniciaste en esta carrera antes de llegar al casting en el que te eligieron?
—Desde chiquito quise actuar, siempre. A los 5 años miraba las películas y me imaginaba actuando en ellas, cómo haría yo tal escena. Me imaginaba siendo Aladín, por ejemplo. Un día le dije a mi mamá que quería actuar, que me consiga trabajo en cine. "No, andá al colegio, metete en un grupo de teatro del colegio…", me dijo. Y me anoté. Empecé a hacer obras ahí y cada vez me fue gustando más. A los 7 años, cuando estaban dando 'Verano del 98', le dije que quería actuar ahí. Insistí tanto que un día me consiguió ir al casting de 'Chiquititas'. Fui a audicionar, pero al final no quedé. "Bueno, listo ¿ya está? ¿Ya se te fueron las ganas?", me dijo mi vieja. Le respondí que no, que quería más.
—¿Y cuál fue tu primer trabajo oficial?
—El primero como actor, con contrato firmado, fue a los 17 en 'Padrinos mágicos', que era el show en el teatro de los dibujitos animados. Se hizo en el Gran Rex, y después nos fuimos de gira por toda Latinoamérica.
—¿Pero en qué momento sentiste "estoy donde quiero estar"?
—Ahora, con Sandro. Es un antes y un después. Soy feliz en las grabaciones. A la mañana me levanto a las 5 de la mañana para ir a grabar y me digo: "¡Qué bueno! Estoy yendo a trabajar como actor". Hice castings para casi todas las novelas que se te ocurran, y siempre llegué hasta el final, pero a último momento no quedaba por distintas razones. Entonces, cuando fui a audicionar para Sandro, como actor hice el ejercicio de olvidarme que estaba haciendo el casting para no esperar.
—¿Qué tuviste que hacer en el casting de Sandro?
—Primero tuve una reunión con Adrián Caetano, con Alejandro Ciancio, asistente de dirección, y con Verónica Souto, directora de casting. Charlamos un poco, hablamos de mí, de mi curriculum; básicamente, nos conocimos. A los quince minutos me llaman para tener un corte de pelo y dije: "¡Vamos, lo tengo!". Después me fui de vacaciones a Estados Unidos y estando allá me pasaron lo que me tenía que aprender. Al día siguiente de volver de mi viaje, me hicieron hacer distintas escenas, entre ellas, cuando Sandro fue a lo de Mirtha Legrand en el 76. Me hicieron cantar y bailar dos canciones. Me hicieron improvisar también. A los dos días me llamaron para avisarme que había quedado.
—¿Qué Sandro sos?
—En realidad hay cuatro Sandro, porque hay un nenito de nueve años que hace de él chiquito. Después vengo yo, que protagonizo los primeros cinco capítulos: va desde que Sandro tiene 16 años hasta que tiene 30 y pico. Después viene Caponi, de 40 o 50, y Antonio Grimau, que ya es la etapa final.
No fumo: aprendí para hacer de Sandro. Al principio me dieron unos cigarrillos especiales para actuar, que sólo lanzan humo
—¿Cómo hacés para personificar a tu personaje?
—Yo me lo había estudiado "de pe a pa" a Sandro. ¡Todo! Es un tipo alucinante. Hablo en presente porque para mí no existe la muerte, es un paso hacia otra cosa, yo creo que el alma continúa. Me parece un tipazo, que tiene algo muy bueno: lo tomo como ejemplo, yo trato de ser así también, con la capacidad de no perder los valores. Es un luchador, hizo todo para lograrlo y lo logró, pero nunca dejó de lado sus valores. Y si bien yo soy otra persona, en otra época, con otras circunstancias, en eso
me siento muy identificado. Como actor estudié sus gestos,
cómo hablaba. La producción me mandó a una fonoaudióloga que me ayudó a hacer las voces desde un adolescente hasta de un hombre. Y empecé a analizar cómo decía las s, cuándo es Sandro y cuándo es Roberto, porque él divide mucho sus dos personajes. Caetano hizo mucho hincapié en que no sea una imitación. Tengo que crear mi propio Sandro, mi propio Roberto.
—¿Por qué aclarás que no es imitación?
—Lo estudié a Sandro: cómo se paraba, cómo miraba, cómo se movía, cómo va con la mano, y cuando me dicen "No, no, no, no es imitación, no lo imites, queremos que trabajes", es muy bueno porque es más rico agarrar su energía, su esencia, y desde ahí armar el personaje y hacer la ficción. ¿Sabés también por qué? Porque Sandro hubo, hay y habrá uno solo.
—Sandro era un conquistador nato. Agustín, ¿cómo maneja ese tema?
—Bien, yo no soy muy consciente por ahí. Ahora lo tengo más a flor de piel pero lo llevo bien.
—¿En la serie habrá escenas de sexo?
—Sí, hay escenas de sexo. Ya grabé algunas: con una actriz venezolana que Sandro conoce en una gira, con una actriz peruana. Bueno, hay muchas. Después tengo novias ya estables en la serie. Están Isabel Macedo y Calu Rivero, ellas son mis dos "estables". Después está "La China", que hace de Susana Giménez. Y está Lali Espósito: ella ya le toca a Caponi.
—¿Mirtha Legrand va a estar?
—Sí, va a estar en la escena en la que voy a lo de Mirtha.
—Sandro fumaba. ¿Y vos?
—No fumo, no tomo alcohol, no hago nada de eso. Aprendí para esto. De hecho, al principio me dieron unos cigarrillos que no son cigarrillos normales, son unos para actuar que lanzan humo nada más, y se usan en Estados Unidos y en Inglaterra. Tengo que estar todo el día con el cigarrillo en la mano para que cuando me veas digas "Este tipo fuma", porque si no te das cuenta de que alguien no fuma por cómo pone los dedos, la mano. También me hicieron un corte más neutro para poder peinarme para todas las épocas. Y como soy lampiño, si el vestuario requiere que se me vea el pecho, me arman pelo.
—¿Cómo te manejas con los medios?
—Son algo muy nuevo para mí, así que no sé si me manejo bien o mal todavía. Los medios de comunicación me parecen muy importantes para transmitir un mensaje a la gente. Y hay que usarlos con conciencia. Como sociedad, tenemos que tratar de pensar qué cosas nos hacen, y se lo tenemos que transmitir a los demás para ayudar al otro. Jesús dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Eso no significa que voy por la calle abrazando y dándole besos a la gente, es que voy a respetar a mi prójimo. Y si uno está en un medio de comunicación tiene que poner su granito de arena. No vamos a cambiar el mundo, pero por lo menos no me voy a colar en la fila del supermercado o sí veo a una señora que le cuesta cruzar la calle, la ayudo.
—Si tuvieras que definirte en tres palabras, ¿cuáles usarías?
—Perseverancia, pasión y compañerismo.
—¿Cómo venís en el amor?
—Vengo muy bien. Estoy solo.
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