Deborah de Corral es una cara conocida a nivel nacional e internacional. Se destaca por su belleza pero además por cocinar los mejores risottos y las pastas más exquisitas, y también por cantar y conducir. Porque es una mujer que no tiene miedo a abrir puertas, que se anima a todos los desafíos.
Comenzó su carrera como modelo siendo tapa de las revistas más importantes del país. Por entonces incursionó en la conducción, con el recordado programa El Rayo. Pero con los años dejó de ser sólo una cara bonita, y en el último tiempo se abocó de lleno en sus verdaderas pasiones: la música y la cocina. Actualmente Deborah está presentando su nuevo material discográfico titulado Piel. Y en diálogo con Teleshow revela que si bien la cocina le gusta desde su niñez, ya es su profesión.
Al fin, De Corral está feliz por lograr combinar sus dos artes: la música y la cocina.
—¿Por qué el nombre "Piel"?
—En principio fue como una contrapartida de mi disco anterior que tuvo un nombre larguísimo y súper vueltero: "Nunca una eternidad". Y me la pasaba explicando qué quería decir. Entonces creí que este disco debía tener un nombre corto, en lo posible de una sola palabra, y que fuera contundente. El nombre también tendría que ver con mi sonido nuevo, que no es tan folk pop sino que es un pop bastante más enérgico, con sintetizadores. Y dije: "Busquemos un nombre más sintético a esta cuestión", y pintó "Piel". Le di muchas vueltas, ya que la palabra piel está muy vapuleada y mal usada también.
—¿Como sería eso?
—Siempre la usan en combinación con otra. Entonces es como o medio cachonda o demasiado romántica. Tipo "bajo mi piel", "te llevo en mi piel", "cuestión de piel".
—¿Tuviste que cambiar muchas veces de "piel"?
—A mí evidentemente me encanta cambiar de piel. Es uno de mis hobbies favoritos porque lo hago bastante a menudo. Soy muy inquieta. No me gusta quedarme en lo mismo. Sobre todo profesionalmente y a nivel de mis inquietudes, de las actividades que me interesan. Voy siempre cambiando. Ahora realmente encontré dos actividades, dos artes que me encantan y me hacen muy bien y que por suerte puedo compartir con el: público, una es la música y la otra es la cocina. Son esas dos las únicas que voy a seguir.
—¿Qué encontraste en común entre la cocina y la música?
—Un montón de cosas. El mezclar muchos elementos para llegar a algo propio, y que es como una unidad. El hecho de que tanto en la cocina como en la música lo que vos hacés, tu creación, no termina de completarse hasta que el otro no la recibe, hasta que el otro no la asimila con sus emociones, con su cuerpo. Recién cuando el otro te devuelve una reacción o una emoción con lo que vos hiciste, ahí se termina de componer, de completar lo que hiciste.
—¿La cocina y la música llegaron a tu vida desde muy temprana edad?
—Sí. Lo loco, paradójicamente, es que la cocina llegó primero pero nunca la había visto como una profesión, hasta relativamente poco. Mi profesión principal sigue siendo la música pero la cocina está empezando a ocupar un lugarcito importante.
—¿Para la conducción, cómo hiciste?
—Para la conducción fui muy caradura y lo sigo siendo. No me preparé jamás. Me tiraron ahí con un micrófono, con una cámara y me dijeron: "Vamos hacer un programa que se llama 'El Rayo'". Y eso fue todo. No me preparé para la conducción. Para la música sí. Mucho. Y muy conscientemente estudiando, componiendo, trabajando con otros músicos y creciendo de a poco. Para la cocina me preparé, pero muy inconscientemente. Yo cocino desde los ocho, diez años; o sea, que sé cocinar. Como es algo que siempre me gustó hacer como hobby o compartir con amigos, le dedicaba mucho de mi tiempo libre. Entonces fue una preparación inconsciente. Vendría a ser así: para la tele no me preparé, para la música me preparé conscientemente, y para la cocina me preparé muy inconscientemente.
—¿Cómo fue el modelaje en tu vida?
—Mi época de modelo fue una puerta a todo esto que pasa y seguirá pasando, pero no es que para mí fue una carrera. En realidad hay muchas modelos y modelos que pasan por esa oportunidad, por esa puerta, buscando otras cosas. Para mucho, es un trampolín.
—¿Notas una diferencia entre las modelos de hoy y las de tu época?
—Noto una diferencia física, definitivamente. No sé las dinámicas del mundo ni el negocio de los modelos porque hace mucho que no tengo nada que ver, pero sí noto una diferencia física bastante grande. Creo que lo que se lleva ahora es una belleza como un poco más lánguida, para mí gusto. Demasiado flaca y no muy alegre. La gente grande empieza como en mi época, yo todavía soy bastante joven, no estoy para decir esas cosas, pero la verdad es que en mi época estábamos como más fuertes.
—Muchas veces se dice que el ambiente del modelaje tiene mala fama, no es un ambiente recomendable y esta estigmatizado. Muchos padres no dejan a sus hijas ser modelos… ¿Lo ves así?
—Miré, es comprensible el miedo y la versión. Yo imagino que hay muchas ramas del modelaje y del mundo de la moda que por suerte yo no me crucé. Siempre trabajé en un nivel muy profesional, pero hay otras ramas que son un poco más turbias, y esa es una realidad. Por eso yo me pongo en los zapatos de un padre, sobre todo cómo son más cuidas de sus hijas, y tal vez no querría que mi hija fuera modelo.