La segunda fecha del Lollapalooza sirvió para confirmar todo lo que se hizo bien en el día 1. Nuevamente gente desbordando en todos los puntos que ofrece el festival, ya sea en los food trucks, los espacios ambientales, sectores para niños o los sectores didácticos. El público elegía descansar tirado en el pasto con su manta, saltar y gritar en la valla o simplemente bailar alejado de la muchedumbre, mientras desfilaban animales humanoides, faraones egipcios y una suerte de astronautas andrógenos que, más llegada la noche, servían como linternas móviles ante la oscuridad reinante en la mitad del predio.
En lo que respecta a lo musical, hay que decir que al igual que el viernes, minutos antes de las 13 comenzó la acción con Usted Señálemelo y Un Planeta en el Main Stage 2 y el Alternative. En esta ocasión no abundaron tantas tachas, teniendo en cuenta la ausencia de artistas de índole heavy o punkie, como hubo en la primera jornada con Rancid, Deny y Metallica. Es decir, menos cuero pero mucho más acné. El público se expresaba de manera más uniforme y homogénea en una tarde que transcurrió sin sobresaltos con la presencia destacada de Tegan and Sara (Main Stage 1), las canadienses gemelas activistas en pos de la diversidad sexual, Turf (Main Stage 2), Borgore y Griz (Perry's) y Lisandro Aristimuño (Alternative), tal vez uno de los artistas solistas que más ha crecido en los últimos años en la escena rock y pop.
El plato fuerte vespertino llegó de la mano de Duran Duran, en un horario y colocación inusual a lo que han estado acostumbrados en sus arribos a Argentina. Los británicos, sin lugar a dudas, son historia pura del pop, atraviesan generaciones y marcan el ritmo. Si bien interpretaron canciones de su último disco Paper Gods (como "Last night in the city"), la euforia se vivió de la mano de "Hungry like a Wolf", "Notorious", "A view to kill" y un medley hermoso entre "(Reach up for the) Sunrise" y "New moon on Monday", de la época en la cual los comandados por Simon Le Bon eran puro pelo batido. En esta oportunidad, el frontman no lució la barba particular con la que nos visitó por última vez en 2012 pero sí portó su característico look de chupines, camperita y zapatillas deportivas. Claro que hubo tiempo para las baladas y fue el turno de los caballitos de batalla del discazo The Wedding Album, con "Come undone" y la pieza que dinamitó su fama en todo el planeta: "Ordinary world". El cierre se esfumó homenajeando a David Bowie entre "Save a prayer" y la ganchera "Rio". Por escándalo, Duran Duran fue lo mejor del Lollapalooza, un ida y vuelta increíble y una estocada final con cotillón y balones inflables.
Ya caída la noche, subió al escenario Alternativo Karen Marie Ørsted, más conocida como MØ, uno de los emblemas del tecno pop actual con muchos guiños al hip hop. De Dinamarca para el mundo, la rubia artista movió a su público durante más de una hora y encontró en el final las canciones más coreadas con la multi reproducida en Spotify "Final song".
Gran problema tuvo mucha gente porque a esa misma hora en el Main Stage 2 era el turno de The Weeknd, el cantante sensación, el hombre que destruye todas las listas y que en cualquier plataforma, sus temas son escuchados millones y millones de veces. Si bien el show no escatimó en nada, los puntos altos se encontraron en la apertura con "Starboy" (añorando lo que hubiese sido con la participación conjunta de Daft Punk), "Often", el crossover entre "Secrets" y "Can't feel my face" y un cierre inmejorable con "The Hills". The Weeknd no tiene fisuras, su banda es una maquinaria que le redondea y le libera el camino para que sólo tenga que lucirse…y así lo hace, en ningún momento hace una de más y con su envidiable caudal vocal recorre diversos registros dándole rienda suelta a su versatilidad. Como para entenderlo de una mejor forma, es la simbiosis perfecta entre Michael Jackson y Bruno Mars. Una vez más, el Main Stage 2 se convirtió en un boliche a cielo abierto en el que absolutamente todos los concurrentes ensayaban pasos de baile improvisados. El artista justificó su presente.
Alrededor de las 22 apareció en escena Julian Casablancas, comandando a The Strokes en el Main Stage 1 al ritmo de "Reptilia" cumbiero mientras reinaba la confusión. A decir verdad, fue el artista más esperado no sólo de ese escenario, sino de la edición 2017. Con una catarata de hits que recorrió "The Modern Age", "Soma", "Drag Queen", "Someday" y "12:51", la gente dejó en claro que los 6 años que nos separaron de su última visita, había sido una eternidad. La performance se vio opacada por la deserción de un número importante de espectadores que cambiaba de escenario o simplemente enfilaba para la salida. El propio Casablancas expresaba algunas palabras entre tema y tema y llegó a decir en un momento: "Sean buenos con Messi". Si bien The Strokes jamás se caracterizó por ser una banda en vivo, llegaron y llenaron los oídos conformando con lo que sus fans buscaban, lejos están de ser "los salvadores del rock", como alguna vez los bautizaron pero eso no quita que los bises finales con "Heart in a Cage", "80s Comedown Machine", "Hard to Explain", "You Only Live Once" y "Take It or Leave It" hayan explotado.
Mientras los neoyorkinos se sentían más locales que el asado, en el Perry's Stage, una buena cantidad de público bailaba al ritmo del joven DJ holandés Martin Garrix.
Así como en la fecha del viernes la fiesta se trasladó al Main Stage 2 con The Chainsmokers, aquí ocurrió algo similar con el australiano Flume, el encargado de cerrar definitivamente el Lollapalooza 2017 en Buenos Aires, mientras algunos rendidos tras dos jornadas agotadoras se retiraban y otros seguían de largo. El festival vivió una nueva edición en estas tierras de manera exitosa, con variados artistas, con géneros diversos y con una lógica de placer y comunidad bien claro. Lo cierto es que ya, varios, se preguntaron quiénes serán los cabezas de cartel en 2018.
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