De niño perdió a su familia, 26 años después la encontró por Google Earth y hoy su historia es favorita al Oscar

“Lion” es una película basada en una historia real… pero no cualquier historia, la de Saroo Brierley, que a los 5 años se subió a un tren y se bajó a 1500 kilómetros de su pueblo. Totalmente perdido, vivió en la calle, en un orfanato, luego fue adoptado y a los 31 años logró el emocionante reencuentro con su madre

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¿Para qué sirve la ficción? "Para intentar comprendernos", dijo la escritora María Teresa Andruetto, ya que "refleja una necesidad muy humana: la de no contentarnos con vivir una sola vida". Pero, ¿qué sucede cuando esa ficción está basada en una historia real, es decir, que no todo es un invento, que lo narrado realmente existió y le pasó a alguien? Ponerse en la piel del protagonista de una película puede ser interesante, pero cuando sabemos de antemano que todo lo que ese personaje vive también la pasó a alguien en la vida real, ahí la cosa cambia y se vuelve más poderosa.

Esto ocurrió con Lion, una de las películas favoritas de los premios Oscar ya que, para la ceremonia que se realizará el 26 de febrero de este año, cuenta con seis nominaciones: Mejor película, Mejor actor de reparto (Dev Patel), Mejor actriz de reparto (Nicole Kidman), Mejor guión adaptado, Mejor fotografía y Mejor banda sonora. Originalmente titulada como A long way home (Un largo camino a casa), este film cuenta una historia realmente conmovedora, la de Saroo Brierley, un niño que perdió a su familia y 26 años después la encontró gracias a Google Earth. Pero dicho así la cuestión se simplifica porque lo que vivió este chiquillo durante mucho tiempo fue un verdadero infierno.

Empecemos por el principio… cuando Saroo tenía 5 años decidió acompañar a su hermano mayor al trabajo. Salieron de Burhanpur, una ciudad que tiene el tamaño de Rosario pero la población de Neuquén capital, apenas un punto diminuto e imperceptible en la gigante porción de tierra que representa la India en el planeta. Tomó el tren y, como el viaje era largo, se durmió. Cuando despertó, estaba solo; los vagones vacíos y el destino completamente incierto. Cinco primaveras era todo lo que había vivido; no tenía armas para relacionarse con la gente, pedir ayuda, buscar a los suyos. El viaje duro varios días hasta que bajó en Calcuta, a 1.500 kilómetros de su hogar.

Lo que sucedió en los meses siguientes de pisar el andén fue una sucesión de derroteros: vivió en la calle de una ciudad sumamente violenta, rodeado de vagabundos, deshauciados y familias sin techo; escapó de un pederasta, recibió pedradas de otros niños, mendigó, buscó comida y durmió tapado con cartones, rezando que el frío y la lluvia no lo debiliten… tenía la esperanza intacta de volver a ver a su madre. Finalmente desembarcó en un orfanato donde consiguió el abrigo y alimento que necesitaba… también el contacto social de sus pares y el resguardo adulto de la hostilidad de la calle.

Más tarde lo adoptó una familia de Australia, entonces las cosas empezaron a ir bien, consiguió amor y crianza, todo lo que un niño necesita, pero la herida de la identidad seguía abierta. Hasta que decidió hacer algo con su dolor. "¿Tienes idea cómo es? Cómo todos los días mi hermano real grita mi nombre", dice Dev Patel, el actor que protagoniza la película, contando lo que sueña diariamente… la pesadilla de sentirse en un lugar ajeno. ¿Cómo continuar viviendo con esa deuda pendiente: la pérdida tan temprana de su madre y sus hermanos? ¿Cómo olvidar las raíces, la temprana infancia, el amor de quienes lo criaron? Su madre adoptiva le colocó en su cuarto un mapa gigante de la India para que pudiera pensar sobre su pasado, sobre su lugar de nacimiento, nombres que se le habían borrado. Un día abrió su computadora, entró al navegador y mirando Google Earth se dio cuenta que con esfuerzo podía funcionar.

En una entrevista reciente, Saroo Brierley habló de ese momento iluminador: "Todo encajaba. Pensé: voy a dejar que mi mapa mental me guíe hacia mi casa", porque se acordaba de las callecitas de Burhanpur, el jardín, el barrio, la despensa, las ferias, la plaza… todo estaba en su memoria, todo salvo algunos nombres, por ejemplo el de su ciudad natal. Y así sucedió: reconstruyó el rompecabezas y volvió a su hogar. Cuando llegó a la casa -después de una búsqueda intensa- se detuvo un largo tiempo frente a la puerta; luego vio a tres mujeres mayores, una de ellas era su madre. Se miraron y se abrazaron inmediatamente, sin mediar palabras: una conexión metafísica, inexplicable, la de una madre y un hijo que llevaban 26 años sin saber nada el uno del otro.

"Todo lo que tenemos en el mundo está ahí al alcance, pero tú eres quien posee la voluntad y la determinación para conseguirlo", concluye Brierley su entrevista. Saldada su deuda, reencuentro efectuado, decidió narrar su historia. Escribió un libro titulado Un largo camino a casa, en el cual se basó la película dirigida por el australiano Garth Davis y protagonizada por Dev Patel, Nicole Kidman, Rooney Mara y David Wenham. Entonces vuelve la pregunta: ¿para qué sirve la ficción? Para conmover, para vivir otras vidas. Vidas que fueron vividas por otros. Vidas apasionantes y dolorosas, emocionantes y amorosas. Vidas que nos ayudan a pensar en las nuestras, para valorarlas. Para vivirlas plenamente.

 
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