"Acá estamos compartiendo un café juntos, un reencuentro con mucho de qué hablar". Esas son las palabras que pronuncia Matías Durand en el video. Quien lo filma es Franco Torchia, y ese "reencuentro" del que hablan tardó en llegar 15 años. Fue en el 2002, en la segunda temporada de Cupido -el reality donde los participantes iban a encontrar pareja-, cuando se conocieron. Torchia como conductor; Durand como protagonista.
Ahora están en Café Martínez, y se hablan amablemente, con cariño y respeto, como si fuesen dos amigos que hace rato no se veían. Pero la historia viene de antes, mucho antes.
Vayamos por partes.
Cupido y un rechazo televisado
"En contra de las apariencias y a favor del corazón" era el eslogan de un programa que se abría paso allá por 2001, en el inicio del siglo XXI, en una Argentina fragmentada socialmente, intentando contribuir con un poco de amor y esperanza a tanta crisis institucional. Su nombre hoy ya es un clásico: Cupido, en honor al dios romano del deseo amoroso ilustrado con un angelito con arco y flecha. El ciclo al que Torchia le ponía la voz consistía en que dos personas, sentadas de espaldas, fueran revelando de a poco datos suyos, en un mediatizado juego de seducción.
El formato era novedoso en el mundo entero: un reality show -ese mismo año Gran Hermano desembarcó en nuestra pantalla- para buscar pareja. Desde sus casas, los espectadores lo seguían como quien observa despegar un cohete: con las ganas de querer estar ahí, pero con el miedo para preferir no estarlo…
Entre todos los participantes que allí pasaron, hubo muchos que se destacaron y con el correr del tiempo quedaron en el imaginario de todos los que vieron aquellos exóticos programas. Uno de ellos fue Matías Durand, que rápidamente se hizo conocido peyorativamente como El Birolita. Su paso por el programa no fue lo que se podría llamar exitoso. Él y Andrea, la chica que también participaba de ese episodio, fueron pasando todas las instancias hasta que al fin llegaron al momento de verse las caras. Cuando los pusieron frente a frente ella decidió no reafirmar lo que se venía dando y le negó el beso.
Este desamor televisado quedó registrado y, años después, muchos programas de archivo lo han revivido burlándose del participante rechazado. Es sabido que la fama es un arma de doble filo: te lleva hacia lo más alto del estrellato pero lo que suceda allí arriba puede no ser lo que uno espera. Y la caída puede ser incluso peor. Así le pasó a Matías Durand que, además de ser "rebotado" públicamente por Andrea, ese rechazo fue emitido y reemitido hasta el hartazgo con cierto tono burlón que él nunca pudo superar.
Historia de un reencuentro
"Un encuentro no puede forzarse: se da o no se da", se lee en Amarse con los ojos abiertos, la novela de Jorge Bucay y Silvia Salinas. Ambos, sentados en un café de Buenos Aires dialogando en paz, reviviendo aquel primer encuentro en el ciclo que se emitía por Much Music, son una prueba de ello porque lo importante es que se dio. Claro que sí: llegó el momento de una redención o, mejor decirlo de este modo, una resolución: Matías Durand se encontró con Franco Torchia y ambos vivieron una experiencia conmovedora, la de ahondar en la campaña antibullying para respetar al otro sea como fuese. El video que grabaron es más que contundente, y prometieron mostrar más.
"Bienvenidos, esto es Cúpido, el primer programa de televisión en contra de las apariencias y a favor del corazón. Matías, buenas tardes", comienza diciendo Torchia con ese tono que lo caracterizó como la voz del ciclo. "Buenas tardes, Franco -responde él-, ¿cómo estás? Acá estamos en el Café Martínez compartiendo un café juntos, un reencuentro con mucho de qué hablar. Un encuentro que sirve para limar muchas asperezas de gente que dijo cosas que no tenían que ser, que se llenaron la boca junto con él, mi amigo Franco, que estamos aquí… Dios dirá lo que va a pasar a futuro, solamente hay que saber esperar."
Luego la cámara gira y quien habla es el que la sostiene, Torchia: "Feliz de este reencuentro. Siempre lo quise ver, siempre lo quise reencontrar a Matías porque nunca fue, por supuesto, una persona maltratada por Cupido ni por los productores del programa ni por mí ni por nadie, en todo caso mal recortado, mal interpretado, mal usado por otros programas." Luego agrega señalando a su compañero y a él mismo en varias ocaciones: "Van a saber mucho más de la vida de Matías en No se puede vivir del amor… nuestro, nuestro, nuestro programa". La referencia es al ciclo que él tiene en La Once Diez/Radio de la Ciudad.
Lo importante, suele decirse, es decirse la verdad. Mirarse a los ojos, sin miedo, y plantear todo lo que a uno le molesta del otro. ¿Para herirlo? No, para que entienda nuestro pesar. Ida y vuelta, uno contra otro. Ese es el verdadero valor de la amistad: la sinceridad. Cuando apagaron la cámara, seguramente se quedaron charlando un rato largo compartiendo más cafés y riéndose de anécdotas pasadas; poniéndose al día, como suele decirse. "El mayor regalo de la vida es la amistad y yo la he recibido", dijo alguna vez Hubert H. Humphrey. Quizás de este reencuentro nazca una amistad. Ojalá así sea.