— Hay trabajo discográfico tuyo subido a las redes para descarga gratuita ¿por qué?
— Si de mí dependiera, todo. La industria discográfica se fue a pique, por alguna razón más profunda que la piratería o que cualquier otra forma peyorativa de llamar a ésta acción de la gente en todo el mundo de querer tener la música gratis en su computadora y ahora en su teléfono. Tomé eso de entrada como una tendencia. Hay tanta información dando vuelta, y la música tal vez podría ser la información más valiosa en cierto sentido. Si el arte es gratis tiene que ver con un deseo de la gente, no necesariamente un boicot a la industria discográfica como se tomó. Alimentemos ese hambre de la gente de cultura que tanta falta nos hace, sobre todo a los argentinos.
— Ahí debe comenzar la pelea con la discográfica.
— Me busqué discográficas piolas y cuando estuve con una multinacional afortunadamente tampoco tuve roces por ese tema. Hay un incremento, que es una realidad para todos los músicos, de el escenario como medio de vida. Ahora estamos más acostumbrados a eso. Paralelamente siempre tuve una carrera solidaria de subirme sin problemas y tocar gratis si alguna causa lo amerita. Lo hice cientos de veces. Es algo muy natural, hay cosas que se venden y cosas que simplemente se comparten por amor al arte, por amor a la humanidad, porque es parte de una causa que no sé si es superior; bueno, no creo que haya una causa superior al arte, no desde mi modo de ver las cosas, pero sí tan grande como el arte.
— Tuviste una época de hacer jingles.
— Hace muchísimo, claro. Estamos hablando de algo que terminó hace más de 10 años y que llevé adelante durante una década.
— ¿Para políticos hiciste?
— No, jamás. Ni me pidieron ni nada. Era un medio de vida muy loable, muy estresante como trabajo, terriblemente estresante, y demasiado invasivo en lo que se refiere a la vida artística, a la vida personal.
— ¿Se podían hacer ambas cosas? ¿Quedaba espacio para lo creativo más artístico?
— Hay un espacio para lo creativo que hay que restringirlo y tener como una especie de escudo porque la música como medio de vida no es ni remotamente parecida de acuerdo al rubro en el que estés encarando. Cuando vas por dos caminos a la vez como la publicidad y el rock and roll no es muy compatible.
— ¿Se vivía mejor de la música publicitaria?
— Se vivía en forma mucho más estable y de forma mucho más aburrida también
— ¿Cómo va a ser el retorno de Los Guarros?
— Un retorno inesperado. Lo que pasó con Los Guarros fue que en determinado momento el guitarrista dijo: "Quiero ir a vivir la experiencia rocanrolera de ir a tocar la guitarra a Estados Unidos" y se fue. En ese momento yo escribí un libro, produje un disco a beneficio de las comunidades indígenas de Chiapas e inicié mi carrera solista que sigue hasta hoy con un montón de fusiones musicales, con una misma banda que me acompaña desde hace 18 años. Soy muy estable y muy fiel a los músicos por lo general. Pero ocurrió que a principios de este año volvíamos de una gira y el baterista de mi banda, que también tocaba en Los Guarros me preguntó: "¿Hace cuánto que no hablas con el gitano?", el fundador del grupo junto conmigo, coautor de todas las canciones, y le digo: "No sé, más de 10…" él me dice: "No, 19 años, toma, acá está el teléfono, llamalo". Le mandé un WhatsApp y ya empezamos a componer canciones para un disco que saldrá en algún momento del año que viene. El regreso de Los Guarros para mí es como un debut porque las canciones de la época anterior están completamente refurbished. Están alucinantes. No solo cantamos y tocamos mejor, la canciones revivieron de una manera lindísima, muy potente, con un criterio de producción muy impactante y con un sonido novedoso y actual va a ser increible el 19 de noviembre en El Rosedal.
El 3 de Noviembre Javier Calamaro se despide en Boris de un ciclo personal en el que recorre gran parte de su repertorio tanguero.
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