"Es lo único que me preocupa mucho", reconoce Iván Noble. Y se explaya sobre la presencia de la finitud de la vida en sus últimos trabajos discográficos: "Después de los 40 años, a los varones el paso del tiempo es probablemente la única última mala noticia que ven por delante".
"Cuando tenés 20 sos inmortal, cuando tenés 40 no tanto, y cuando tenés 40 y largo, menos. Tenés un hijo, tus viejos se ponen más grandes, algunos amigos o gente que tiene tu edad empieza a tener enfermedades, algunos se mueren -describe el cantante-. Es como esas películas de guerra que bajan todos del helicóptero y de repente '¡pim!', le pegó a uno de al lado, y decís: 'Bueno, ya no pican tan lejos las balas'. Esa es la única mala noticia: que el tiempo pase y que uno se ponga grande, y que un día se muera".
—¿Qué creés que pasa cuando uno se muere?
—Sospecho que no pasa nada, y esa es la peor noticia.
—Una frase de Perdido por perdido es "Morirme de rock, cómo decirlo, no está en mis planes" ¿En algún momento descontrolaste mucho?
—No. Nunca descontrolé mucho. Empecé a cantar ya de grande, a los 23 años. Grabé el primer disco con los Caballeros a los 25, nos hicimos muy de de abajo, y nos llegó el momento de la popularidad grosa con 30 años cumplidos. Probablemente en ese momento haya sido un poquito imbécil, pero rápidamente me corrí de ese lugar. Y ahora imaginate, soy un tipo de 40 y pico de años. Veo a la gente que empieza a ser famosa o que empieza a ser famosa por la música, y que pareciera jugar una carrera para morirse en el rock, y me gustaría agarrarlos del hombro y decirles: "Vení que te cuento". Pero bueno, cada uno hace lo que quiere.
—Juanse estuvo hace poco acá y me dijo que es muy dificil separar el rock y la droga.
—No es mi experiencia, y no lo digo desde un lugar policíaco. El debate sobre las drogas es un debate muy complejo que tiene sus recovecos. No todas las drogas son lo mismo, no estoy de acuerdo con eso. Hay categorías, hay drogas más peligrosas que otras. Todas son una mala noticia probablemente, pero algunas están más cerca que otras. Para mí nunca fue un tema. He visto mucha gente liquidada por el asunto. Otros que se han convertido en peores personas de lo que eran. Nunca vi a nadie ser mejor de lo que era después de drogarse, nunca. Nunca vi a nadie ser más interesante. Tal vez eso pasaba en los 70, que estaba toda esa situación de ampliar de las puertas de la percepción, y los ácidos. En los 90 claramente la droga circulante en la música era la cocaína, y siempre que vi tipos muy enroscados con la cocaína, se convirtieron en sombras de lo que eran.
Voy a decir algo que por ahí me meto en un problema, pero los artistas del rock… No hay ningún desaparecido del rock. No hay un Víctor Jara en la Argentina.
—¿Tiene un rol social la música?
—Sí, pero entendido en términos muy individuales. Las canciones pueden ser cabañas confortables donde la gente que está desabrigada va y se calienta las manitos un rato. No cambian el mundo, no resuelven injusticias, no solucionan desigualdades, no iluminan. Todo ese concepto del arte como cosa de vanguardia que despierta a las masas, toda esa cosa más bien sesentosa, setentosa, nada de eso ocurrió, mucho menos con el rock que hoy en día es parte fundamental de la industria del entretenimiento. No hay insolencia, no hay contracultura. La música popular no dinamita ningún puente, al contrario, se sienta confortablemente en la mesa de la industria del espectáculo a gozar de los beneficios y a dar canciones, que a veces están buenísimas.
—Pero el rock nacional ha acompañado distintos momentos de la historia argentina. Es distinto tal vez pensar los 90 para acá que pensar la dictadura y la vuelta de la democracia.
—Sí. Incluso en la dictadura, voy a decir algo que por ahí me meto en un problema, pero los artistas de rock… No hay ningún desaparecido del rock. No hay un Víctor Jara en la Argentina, un tipo al que le martillaron los dedos en Chile. En la música popular hubo tipos que tuvieron que exiliarse por supuesto, pero después volvieron y siguieron cantando. No es un demérito, no estoy acusando de complicidad.
Agradecimientos: Paula Balmayor producción de vestuario, Michelle Dutrey maquillaje