En una noche cargada de emoción, sorpresas y corrección política, el Dolby Theater de Los Ángeles fue una vez más escenario de la entrega de premios más importantes del mundo cinematográfico. Hace años que se acabaron las premiaciones en donde un solo filme arrasaba con todas las estatuillas. A sabiendas que a la industria fílmica la conforman todos los involucrados, grandes estudios, producciones independientes y plataformas de on demand, La Academia viene cumpliendo con una premisa destinada a erradicar malestares y caras largas: repartir premios entre la mayor cantidad de producciones posibles. Esta política de premiación genera a la vez algunas injusticias difíciles de digerir (por ejemplo el ninguneo a Martin Scorsese por El Irlandés).
De todas maneras, esta edición quedará en la historia por ser la primera en la que un filme extranjero obtuvo las estatuillas como mejor producción extranjera y mejor película. Parasite logró lo que no pudo Roma el año pasado, ni La vida es bella en 1998.
Bon Joon-ho el realizador surcoreano no solo se llevó ambos premios entrando en la historia grande del cine, sino que además ganó como mejor director (merecido reconocimiento a su virtuosismo) y también cosechó el reconocimiento a mejor guión original (mucha justicia con un libreto que fusiona géneros , sorprende y emociona).
Parasite es un fenómeno fílmico que también acercó al gran público a una cultura e impronta destinada hasta hace poco a los festivales del séptimo arte y las salas de cine de autor. Por eso, sin dudas, se da un antes y un después a este reconocimiento en el país en donde las películas extranjeras sólo llegan al gran público en forma de remakes originales, estos premios pueden abrir las puertas a una nueva época, una etapa en el que los filmes exóticos y con subtítulos logren tener un lugar en las salas.
Más allá de las especulaciones y tradicionales apuestas, había un premio cantado que finalmente se dio, el Oscar a quien ya se había quedado con todos los reconocimientos de la temporada: Joaquín Phoenix por su labor en Guasón, un filme que posicionó a las adaptaciones de cómics a competir de igual a igual con el cine de autor más tradicional.
Los rubros actorales se completaron sin sorpresas. Brad Pitt como mejor actor de reparto por su fenomenal performance como doble de riesgo en Había una vez en Hollywood. Renné Zellweger como mejor actriz por su caracterización sentida de Judy Garland y Laura Dern como mejor actriz de reparto por su labor en Historia de un matrimonio como una abogada implacable.
En el apartado de guión, se premio la osadía y la incorrección al darle la estatuilla como mejor libreto adaptado a JoJo Rabbit, una comedia negra ambientada en la Alemania nazi en la que un niño tiene como amigo imaginario a Hitler.
Al filme de Quentin Tarantino, Había una vez en Hollywood lo contentaron con mejor diseño de producción por su hermosa estética y recreación de Los Ángeles de fines de los sesenta.
En el rubro de mejor cinta animada, por primera vez en mucho tiempo hubo una reñida contienda entre la tradición enmarcada en la presencia de Toy Story 4 y las opciones más independientes y frescas como Klaus o Sr. Link. Finalmente los miembros de la Academia pensaron que con algunas “pateadas de tablero” era suficiente y fueron a lo seguro dándole el Oscar a la secuela del clásico de Pixar.
En los segmentos técnicos hubo lugar para contentar a varios, la fotografía fue para 1917. Roger Deakins hizo una labor espléndida con su cámara, en un filme técnicamente complejo que resulta realista y desolador. La cinta de Sam Mendes también obtuvo el Oscar en efectos visuales y en mejor mezcla de sonido, pero no en edición de sonido (algo muy raro) que de lo llevo Contra lo imposible. El largometraje sobre la contienda entre Ford y Ferrari en Le Mans 66 también se llevó mejor Edición.
Mujercitas, otra injusta olvidada de la premiación que mereció mejor suerte, se llevó mejor vestuario, demasiado poco para tamaña producción. El escándalo se quedó con mejor maquillaje y peinado, una sorpresa en un rubro donde se suele premiar a películas de fantasía o época en donde se lucen las prótesis y los apliques.
Guasón, la más nominada al final de la noche sólo pudo alzarse con otro Oscar a Hildur Guðnadóttir por su tremenda banda de sonido. Suena a poco teniendo en cuenta el impacto que el filme de Todd Philips tuvo en los espectadores.
Una vez más la meca del séptimo arte vibró al ritmo de una fiesta larga plagada de mensajes subliminales y explícitos, que así como presentó una apertura inédita también dejó en claro que aún no digiere la presencia de Netflix en el juego, el estudio más nominado y también el más perdedor de la ceremonia.
Como siempre el momento más emotivo se dio en el recuerdo a las estrellas que ya no están, un épico in memorian que con la dulce voz de Billie Eilish fue coronado por la figura del eterno y recientemente fallecido Kirk Douglas como símbolo de una era dorada que Hollywood siempre busca recrear.
Ahora, habrá que esperar un año para reencontrarnos con una nueva noche de gala y confirmar si el cambio al que asistimos en esta 92 edición se confirma o fue simplemente una escena de ficción, una etapa a la que le cabe más que a ninguna otra aquel latiguillo que reza: ¡luz, cámara, acción!
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