Henry Brogan (Will Smith) es un asesino a sueldo del gobierno estadounidense hastiado de tantos años de servicio y de ser testigo de los más oscuros secretos del sistema. Por eso cuando intenta cambiar de vida, comenzará a ser perseguido por un joven colega que parece ser capaz de predecir todos y cada uno de sus movimientos. Decidido a detener a este sicario que pretende cazarlo, Brogan descubrirá que es un clon de él mismo 30 años más joven.
Ang Lee, director de películas poderosas como Secreto en la montaña o El Tigre y El Dragón, es responsable de esta aventura visualmente impactante, sin embargo tiene un guión muy elemental y previsible, diálogos torpes y personajes poco creíbles.
La magia de los efectos que permiten ver a Will Smith enfrentando a un doble más joven puede resultar divertida, pero escasa para sostener dos horas de metraje construido a base de escenas de acción en decorados naturales alrededor del mundo.
Como ya anticipamos, lo mejor se da en la utilización que hace el realizador de la profundidad de campo, la paleta de colores y la iluminación, pensada para el funcionamiento casi perfecto del 3D (aquí sí se justifica la presencia de este formato).
El elenco hace lo que puede. Smith trasmite poco y no resulta creíble en su versión malévola, aunque el que peor sale parado es Clive Owen en la piel de un villano caricaturizado y poco temible.
Intentando replicar algo del espíritu de la saga de Jason Bourne, Proyecto Géminis no logra nunca llegar a los niveles de conflicto y efectividad que tienen las películas protagonizadas por Matt Damon. La prueba de que persecuciones en moto, efectos digitales, explosiones, balaceras y acción-tecno no sirven de nada si no están respaldadas por un buen libreto.
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