El tráiler de "It, capítulo 2"
Los losers se vuelven a reunir 27 años después de los hechos acaecidos en la primera entrega, y viajarán a Derry para enfrentarse una vez más con sus miedos. Y también a eso que devora a los niños y toma la forma de un payaso llamado Pennywise. Así se presenta It: capítulo 2.
Lo primero que hay que decir es que la anterior película contaba con grandes ventajas con respecto a esta secuela: se desarrollaba en la empática década del 80, años cargados de magia, música, color y personajes de la cultura pop que pululaban por un metraje tan interesante como entretenido. A esto, había que sumar a la pandilla de perdedores, un grupo de niños actores muy queribles con los que era fácil identificarse. Y por supuesto, la performance de Pennywise (lograda caracterización de Bill Skarsgård), un terrorífico clown que resultaba creíble como el monstruo de la trama.
Esta segunda parte de casi tres horas de duración se hace eterna porque funciona como un compilado de escenas que solo buscan el lucimiento de cada uno de los actores adultos que toman la posta de la historia. Un encadenado de secuencias confusas, unidas con alfileres que no hacen honor a su predecesora y están lejos de la tensión existente en las páginas del libro original del maestro Stephen King.
El elenco está muy bien seleccionado desde el aspecto físico, todos los personajes están empatados con sus émulos niños, pero el problema se da en las interpretaciones, un apartado en el que solo se destaca Bill Hader (se roba literalmente cada escena en la que participa), y en el que Jessica Chastain y James McAvoy pululan perdidos en busca de algo de la química que sí tenía el cast juvenil.
De hecho, las escenas en las que los personajes están juntos y podrían presentar cierta afinidad (como la del restaurante chino) terminan opacadas por los monstruos y criaturas digitales que alejan todo rastro de credibilidad y horror.
El argentino Andy Muschietti, un cineasta amante del terror clásico, sucumbe ante los efectos de CGI, relegando al Pennywise de carne y hueso a pequeñas apariciones que parecen forzadas. Su ojo para la puesta en escena y para generar climas se puede ver en varias secuencias (sobre todo la que transcurre en el antiguo hogar de Beverly) pero se pierde en el clímax en donde la acción parece rodada bajo una fórmula, sin el toque de autor.
Increíblemente, la película casi no tiene momentos de horror genuino, y los pocos sobresaltos son generados por el recurrente recurso del sonido repentino y estridente acompañando una entrada a cuadro.
Por suerte los losers adolescentes tienen varias participaciones en el filme, y se nota que es una presencia que, como ya especulamos, se echó de menos, por lo que muchos flashbacks innecesarios para el avance del guión terminan resultando frescos al lado de la desangelada acción en el tiempo actual.
En los rubros técnicos de fotografía, dirección de arte, sonido y montaje, todo funciona a la perfección. Pero con la vara alta de la primera parte, el saldo resulta demasiado pobre. A la distancia el telefilme It de los 90, con sus limitaciones presupuestarias y sin un elenco de estrellas, termina siendo revalorizado y funcionando de manera más escalofriante que este epílogo.
Como el maquillaje de un arlequín, que puede lucir alegre y festivo, este Segundo Capítulo impacta a primera vista por el nivel de producción, pero más allá de las luces y los fuegos de artificio, debajo de las capas de base blanca se esconde un payaso triste.
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