En esta película surgida del universo Rápidos y furiosos encontramos a Luke Hobbs (Dwayne Johnson), el implacable y musculoso policía de origen samoano que debe formar equipo con Deckard Shaw (Jason Statham), el solitario mercenario al que conocimos en la séptima parte de la serie. A pesar de que no tienen nada en común y que desconfían el uno del otro, no tendrán más remedio que trabajar juntos para salvar a la humanidad de un virus mortal. Para eso deberán hacer frente a una siniestra organización y a su brazo armado comandado Brixton, un súper soldado compuesto por Idris Elba.
A medida que las secuelas de la saga Fast & Furious fueron llegando a la pantalla grande, la estética y los argumentos de las películas mutaron, pasando de las clásicas historias de acción con autos veloces y música de reggaetón a megaproducciones con elementos de fantasía y personajes indestructibles.
El tráiler de la película
Sin el acartonamiento de Vin Diesel, ni los lugares comunes del cast habitual, este desprendimiento gana en intensidad y frescura gracias a la química y a la pericia física y gestual del dúo protagonista. Johnson y Statham apelan a la parodia de sus propios personajes como "héroes de acción", y no temen ni al ridículo, ni al humor físico, ni al verbal. Juntos se complementan, son los opuestos que se atraen y por momentos funcionan como una versión lisérgica y con anabólicos de Stan & Laurie.
Por supuesto, el enorme presupuesto con que cuenta esta producción se luce en la pantalla panorámica, con secuencias de acción de gran intensidad que se desarrollan por igual tanto en las calles de Londres, como en la fría Rusia o la exótica Samoa.
Hay persecuciones de todo tipo y color, peleas cuerpo a cuerpo con extravagantes coreografías, armas sofisticadas, chistes gratuitos, frases edulcoradas, y hasta un mensaje de "unidad familiar" y la importancia de las raíces.
Con un cóctel tan variado, el resultado podría ser catastrófico, pero cuando detrás de cámaras hay un realizador como David Leitch, quien ya ha demostrado con Deadpool 2 que se puede hacer humor negro, sin dejar de lado la espectacularidad, el entretenimiento está asegurado.
Visualmente la película tiene varios momentos muy logrados, por ejemplo, al inicio, en la presentación de los personajes principales se los diferencia con una luz más cálida o más fría según el estilo de cada uno de ellos. También en la escena del clímax hay un buen manejo de la cámara lenta, la subjetiva y el agua de la lluvia para generar un tono más dramático. La musicalización acompaña el montaje fusionándose con balas y explosiones para conformar un diseño de sonido que recuerda a los modernos videojuegos.
Está claro que para disfrutar de este metraje, como del resto de la serie, hay que desprenderse de los prejuicios y la búsqueda de realismo, entrar en el código y pensar la acción como si fuera parte de un cómic. Como entreteniendo pochoclero, Hobbs & Shaw cumple con lo que promete, dos horas de adrenalina fílmica a toda marcha.
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