El tráiler de "El muñeco diabólico"
En esta época, plagada de secuelas, nuevas versiones y subproductos de clásicos cinematográficos, resulta una bocanada de aire fresco encontrarse con este original reinicio de la saga Child´s Play.
No era tarea fácil tomar un personaje y una mitología tan bastardeada como la de Chucky y hacer un nuevo filme con ideas que funcionen. Sin embargo, esta remake se aleja de los orígenes del personaje, toma nuevas líneas argumentales y no abusa de los chistes chabacanos ni las secuencias bizarras. Por esto, el producto final firmado por el realizador Lars Klevberg supera en calidad a las últimas secuelas de la serie.
Acorde a las nuevas tecnologías y considerando una audiencia de espectadores jóvenes, el comportamiento asesino de Chucky ya no se justifica con ningún ritual vudú, ni la posesión por parte de un serial killer. Aquí es un empleado despechado que en una fábrica vietnamita en donde se ensambla el muñeco, le apaga el protocolo de seguridad, generando en el adorable juguete una voraz predilección por el sadismo.
Una madre sobreprotectora le regala un muñeco Chucky a su hijo Andy (sí, el mismo nombre que el niño de Toy Story, y no es la única referencia presente en el metraje). La relación entre el muñeco y el niño, que tiene problemas de audición, comienza siendo ideal. El juguete posee una especie de inteligencia artificial, por lo que tiene emociones, sentimientos y aprende a moverse y comportarse en base a estímulos. Pero un descuido y cierta desidia de Andy para con el muñeco, hará que luego de ser abandonado, este regrese al hogar con aires de venganza.
Técnicamente impecable, la película hace gala de la animación digital para darle vida al pelirrojo muñecote, logrando toda clase de gestualidad, un rostro que adrede luce muy artificial, pero que a la vez es sumamente inquietante.
Hay sarcasmo, humor del negro, con diálogos y acciones retorcidas, pero el filme nunca abandona el camino del horror, género en el que nació la franquicia y por el que transita en gran parte del metraje. La puesta de cámaras dinámica funciona, incluso cuando desde la mirada subjetiva nos ponemos en el lugar de Chucky.
Las actuaciones son más que correctas, Audrey Plaza como la madre devota y Gabriel Bateman como el niño que debe lidiar con el peor de los terrores, cumplen con creces. Párrafo aparte para Mark Hamill, quien toma la posta de Brad Dourif para darle voz a Chucky en una interpretación con personalidad que logra ser espeluznante.
Hay varias muertes muy bien elaboradas y un último acto en donde abundan la sangre y ciertos toques truculentos, que harán las delicias de los amantes del gore. Queda claro que esta nueva versión de la saga tendrá más capítulos. Chucky ha vuelto a la vida y por lo visto planea seguir siendo "tu enemigo fiel".
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