Sin un presentador fijo (el elegido Kevin Hart fue bajado rápidamente cuando se descubrieron unos antiguos comentarios de dudoso gusto); con la presencia de Queen en el escenario abriendo la ceremonia; y la competencia entre las nominadas de películas variopintas de distintos orígenes, fusionando cine de autor con productos "populares" o taquilleros; la entrega número 91 de los Premios de la Academia de Cine de Hollywood quedará en la historia como una de las más sosas. Y también como la que permitió que el gigante del streaming Netflix se sentara a la mesa de los que "cortan el bacalao" en la Meca del cine.
La campaña de Roma, el filme en blanco y negro de Alfonso Cuarón, hablado en castellano y mexteco, protagonizado por actores indígenas y con una estética e historia personal y exótica para la mirada "gringa" auguraba el premio en la categoría de mejor película extranjera. Esto era previsible y hasta justo, pero el resto de los galardones y la decena de nominaciones, suenan por un lado a una "mojada de oreja" al presidente Trump y su añorado Muro y por otro a snobismo cinéfilo. Aunque no se llevó la estatuilla a mejor película, hay quienes sienten que debería haberlo hecho, y sobrevoló en el final de la ceremonia un halo de injusticia, murmullos que hacen cuestionarse si de verdad una película tan ególatra y pretenciosa como la mexicana es mejor que Green Book, La favorita o Nace una estrella. Sobre gustos…
La presencia de Javier Bardem presentando en castellano la categoría le dio un acertado toque latino, inédito en las clásicas introducciones. También Diego Luna dio su speach en su lengua materna (e irónicamente todos los agradecimientos de Alfonso Cuarón fueron en inglés).
En los rubros actorales, el triunfo de Rami Malek fue merecido y apreciado por todos, una manera de darle un guiño al cine popular (Bohemian Rhapsody ha sido un filme amado por el público y ha divido a la crítica) y no rifar tan prestigioso reconocimiento. Los Oscar en los apartados de edición y mezcla de sonido para el filme sobre Queen también resultaron justos, por el tremendo trabajo que significó recrear el sonido de la banda británica y sobre todo el ambiente del Live Aid.
En los papeles Glenn Close debía ganarlo sí o sí. Su labor en La esposa fue superlativo, pero ademas esta era su séptima nominación sin ningún triunfo anterior, por lo que el galardón habría funcionado además como reconocimiento a una estupenda carrera. Sin embargo, fue Olivia Colman por su tremendo trabajo como la soberana de La favorita quien resultó la afortunada ganadora.
Tras los Oscars So White, La Academia aprendió la lección y no quiere ningún tipo de reclamos ni ser tildada de anticuada y racista, por eso reservó los premios de actuación de reparto para dos afroamericanos muy talentosos: Regina King y Marheshala Ali (a esta altura el sucesor natural de Denzel Washington).
Lady Gaga, amada y adoptada por Hollywood desde la primera hora, tuvo su mimo con el Oscar por Shallows, la canción de Nace una estrella, una gran película de Bradley Cooper que mereció mejor suerte en otros apartados. La interpretación en vivo del tema fue otro de los mejores momentos de la noche.
(La performance de Lady Gaga y Bradley Cooper)
El vicepresidente, extraordinario retrato de un político sin escrúpulos, apenas obtuvo el triunfo en maquillaje y peinado por la transformación de Christian Bale en Dick Cheney. Si la premiación no hubiera estado tan teñida de mensajes y corrección , seguramente se hubiera llevado alguna estatuilla más importante.
En este contexto, era lógico que Spike Lee, un cineasta que ha militado por los derechos de los afroamericanos y las minorías mucho antes que estuviera de moda, se llevara su primer reconocimiento. Su película El infiltrado en el KKKlan es una joya fílmica, y su guión adaptado una muestra de ingeniería argumental. El discurso del cineasta negro fue uno de los mas aplaudidos y festejados de la noche.
Yorgos Lanthimos, el cineasta griego más importante desde Costa Gavras y el hombre detrás de La favorita fue otro de los grandes olvidados. Su película mereció mejor suerte. Si no fuera por el Oscar a mejor actriz se hubiera ido con las manos vacías, a pesar de tener diez nominaciones.
El premio en el rubro dirección de fotografía para Alfonso Cuarón era algo comprensible, uno de los puntos más altos de Roma son su luz, encuadres y estética, lo que la ha transformado en una película pictórica, que ha aprovechado al máximo la belleza del blanco y negro.
En la tierra de Spielberg, Scorsese y Coppola, por quinta vez en los últimos cinco años ha triunfado un mexicano en el rubro dirección. Cuarón, confirma que junto a Del Toro (quien le entregó la estatuilla) e Iñárritu, tienen totalmente rendido a Hollywood a sus pies. Han hecho méritos, eso nadie puede negarlo. Aquí si Cuarón dedicó un par de frases en español a sus compatriotas.
Los Superhéroes, los "reyes Midas" de la taquilla mundial, también han tenido una cosecha fructífera. Marvel embolsó varios Oscars, uno de los más cotizados el del rubro animado, destronando a Pixar y Dreamworks con Spider-Man: un nuevo universo, un filme rupturista que marca un antes y un después en el género, además de contar con un protagonista mitad latino, mitad afroamericano. Avengers: Infinity War sorpresivamente no se alzó con la estatuilla a efectos visuales (la ganó El primer hombre en la Luna), pero Pantera Negra terminó llevándose los rubros mejor banda de sonido por una composición con fuerte presencia de tambores, vestuario y diseño de producción, merecidos reconocimientos a un trabajo que fusionó la estética tribal africana con el modernismo y la sofistificación de los cómics.
Con la premiación de guión original y sobre todo el premio mayor de mejor película a Green Book, se intentó recompensar a una verdadera "happy movie", un filme hermoso, bien actuado y muy bien escrito que también se reserva un mensaje sobre la convivencia y la tolerancia, sin golpes bajos.
El triunfo del largometraje de Peter Farrelly no le permitió a Roma hacer historia y convertirse en la primera en ganar esa categoría y la de película extranjera. Hubiera sido excesivo, pero dada las circunstancias, cómo rezábamos al principio, podía pasar.
De todas maneras, este traspié no logró opacar la gran noche de Roma. Esta claro que la producción de Cuarón quizás no sea la mejor película mexicana de la historia, ni siquiera la película del 2018, pero sabemos que tras esta jornada de gloria azteca, ya nada será como antes a la hora de los reconocimientos y que todavía aun hoy, podemos enfrentarnos a finales inesperadas y sorprendentes… aunque veces suenen poco creíbles.
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