Will (Oscar Isaac) y Mary (Olivia Wilde) se conocen en una fiesta universitaria y rápidamente se enamoran. A partir de ahí, comenzará una historia de amor multigeneracional que se desarrolla en diferentes décadas y varios continentes.
Este segundo largometraje de Dan Fogelman como director tiene varios puntos en común con su serie más famosa, This Is us, un drama sobre el amor y las relaciones con varios aciertos, y porque no, algún golpecito bajo.
La película, episódica, está narrada a partir de un guion laberíntico que puede confundir en un principio al espectador, pero que a medida que avanza el metraje va tomando coherencia y sentido hasta desembocar en la intimidad más profunda de los protagonistas. Cuando se lograr armar el rompecabezas argumental, el filme resulta sumamente efectivo.
La utilización de flashbacks y recursos narrativos que permiten descubrir el pasado de los personajes conviven con la actuación naturalista de todos los intérpretes, un dream team actoral al servicio del filme.
Es verdad que pasan demasiadas cosas en la película, y que por momentos parece que Fogelman ha querido comprimir en 2 horas los conflictos de toda una temporada de una hipotética serie. Pero también es veraz que los giros dramáticos sorprenden, y que la tragedia por momentos artificial, digna de culebrón, logra calar hondo y hacer que la empatía con los protagonistas sea instantánea.
Un filme lacrimógeno, sin sutilezas, para ver con un pañuelo al alcance de la mano.
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