Sarah Winchester es una millonaria convencida de que está maldita. Después de la repentina muerte de su marido y su hijo, cree que las almas de todas las personas que murieron por culpa del famoso fúsil creado por su familia se dedican a perseguirla. Su obsesión la lleva a construir una gigantesca mansión en San José, California, para intentar ahuyentar a los espíritus malignos. El Dr. Price, contratado por los accionistas de la empresa Winchester, deberá dilucidar si Sarah está en sus cabales y resolver el misterio que encierran los cuartos de la Casa Winchester.
Michael y Peter Spierig han escrito y dirigido este filme de atmósfera gótica, una historia de fantasmas muy bien lograda que, por decorados y estética, remite a los clásicos ingleses de la Hammer Films.
La laberíntica casa del título (que en realidad existe en la zona de San José, California) sirve como surrealista locación para una trama densa e inquietante, en un filme que insinúa más de lo que muestra.
Helen Mirren como Sarah Winchester mete miedo, su presencia de luto permanente, impone respeto y muchas veces causa más espanto que las propias apariciones. Como aquella terrorífica madre del vampiro que encarnaba Martita Hunt en Las novias de Drácula, esta viuda de caminar lento y mirada amenazante, es una incógnita. Los puntos bajos que pueda tener el filme, se ven opacados por la participación de tan tremenda intérprete, un lujo para cualquier película.
Jason Clarke también logra ser convincente, su Dr. Price es el complemento perfecto para que la trama avance hacia un clímax en donde la superstición se dará la mano con la realidad.
Sin ser una maravilla, La maldición de la Casa Winchester es una honesta película de aparecidos, que una vez finalizada, invita al espectador a investigar un poco más sobre esa exótica mansión y sus excéntricas habitaciones, para descubrir que algunos misterios de la vida real, superan ampliamente a la ficción.
Mi calificación: 7 puntos
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